"La decadencia del sistema de transporte público"

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— ¿Exactamente qué fue lo que te dijo Lestrade para que no quisieras encontrarte con él?— preguntó Sherlock de repente mientras esperaban el taxi para dirigirse a la casa de Molly a recoger a Rosie. Cosa curiosa porque nunca tenían problema para hallar transporte con rapidez. Tal vez el detective quería interrogarlo y utilizó sus oscuros contactos que empezaban con "M" y terminaban con "ycroft" para retrasar su partida, o quizás simplemente el universo amaba a Sherlock Holmes y justo ese día tenía que retrasarse el hasta ahora perfecto servicio de taxis de Gran Bretaña.

— Fue una tontería sin importancia — confesó evitando la fatiga de contradecir al más alto, era imposible después de todo, menos cuando el bastardo tenía la razón y lo sabía— no vale la pena ni mencionarla—  sentenció con la esperanza de que el otro dejara las cosas así.

Pero estaba hablando con Sherlock Holmes, el hombre más terco y curioso en la existencia. Ambos sabían que él no se iba a conformar con una respuesta así pero bueno, John quiso intentarlo.

— Si sabes que lo averiguaré tarde o temprano verdad ¿Mejor por qué no nos evitas unos cuantos pasos?— comentó el genio confirmando lo que el ex soldado sabía de antemano.

— Bien, — suspiró resignado a tener esta conversación mientras maldecía al servicio de taxis, y a Mycroft paso, en su mente— es algo realmente tonto,— insistió mirando a todo lugar menos a Sherlock— él tiene la tonta idea de que estoy enamorado de ti.

El silencio reino por un segundo antes de que el detective volviera a romperlo con su voz de barítono presuntuoso.

— Ya veo— fue todo lo que dijo con tono casual, como si estuvieran hablando sobre el clima o sobre la aparentemente decreciente eficiencia del servicio de transporte público en estos días.

— ¿Cómo qué "ya veo"?— se indignó John ante la respuesta tan banal. El se comió los sesos todo el fin de semana sobreanalizando el asunto y Sherlock solo lo hacía a un lado con un "ya veo"— ¿Solo así? Lo descartas de manera tan sencilla ¿Dónde están los argumentos en contra? ¿Y tus super deducciones de porque todo el mundo es un idiota equivocado y tú no?— de repente al voltearse finalmente a ver a su amigo lo comprendió todo— ¡Oh por...! Tú crees que él tiene razón.

Sherlock sumergió aún más sus manos dentro de los bolsillos de su gabardina azul y emitió lo que se podría describir como un suspiro de tedio, como si aquello fuera una conversación aburrida y para nada sorpresiva.

— No lo creo, estoy completamente seguro. Estás enamorado de mí— respondió este finalmente dejando a John más anonadado que una vaca en la playa.

Finalmente había llegado el día, John supo que sucedería tarde que temprano pero no estaba preparado para que ocurriera tan pronto.

— ¡Por la reina! Perdiste totalmente la cabeza ¿Verdad?— el rubio expresó mirando al más alto como si tuviera una tercera cabeza. Sí tres, porque ya regularmente Sherlock hacia que la gente le mirara como si tuviera dos— ¿Exactamente qué te llevo a pensar que me siento así por ti?

— Lo sé, porque yo también siento lo mismo por ti— declaró Sherlock con esa sencillez que solo mostraba cuando exponía un dato que él consideraba de conocimiento común (aunque nunca lo fueran porque ¿a quién demonios le interesaría el número aproximado de perros que mordisquean a sus dueños cuando estos mueren). El detective no mostró cambio alguno en su entonación ni gestualidad. Como si aquello fuera algo que dijese todos los días. O mejor dicho algo a lo que Sherlock  Holmes consideraba un hecho irrevocable, una verdad absoluta— ¡Ah mira! Al fin llegó el taxi.

Y efectivamente el maldito taxi al fin aparecía. Aunque John no se percató del taxi, ni de los demás vehículos en la calle, ni siquiera de la calle misma. Fue como ser sumergido en un barril de plasma estática. El cerebro del ex soldado quedó en blanco. Sherlock finalmente había logrado desconcertarlo al punto de la desconexión con la realidad.

— Lo siento John, no puedo acompañarte a recoger a Rosie, ese auto sospechoso que lleva en la esquina más de 15 minutos evidentemente es Mycroft intentando llamar mi atención— explicó el pelinegro mientras empujaba al aún paralizado John dentro del vehículo— estaré informándote cuando obtenga más información del asesino pipeta.

No fue hasta un par de cuadras después cuando el taxista preguntó por quinta vez hacia dónde iban que John logró medio restaurar su cognición motora.

— ¿Pero qué diablos?— vociferó el rubio derepente sorprendiendo al taxista quien giro mal la manivela y casi ocasiona un choque.

— ¿Qué a dónde carajos vamos?— respondió el taxista medio cabreado por el loco que le tocó aquel día.

El doctor logró ubicarse más o menos y balbuceó una dirección al conductor. Luego con su lóbulo frontal funcionando finalmente, se vio sumergido en un mar de pensamientos. Sentía que se ahogaba entre los recuerdos de todo lo que alguna vez pensó de Sherlock Holmes. Y se percató que si continuaba así iba a terminar en una especie de shock aún mayor.

"Bien, John, respira"

Escuchó una voz pedir dentro de su cabeza, muy similar a la de cierto detective para ser coincidencia.

"Vamos, te vas a ahogar sino mantienes la calma"

John hizo caso a la voz que supuso era producto de su cerebro intentando mantener un poco de cordura en todo aquello. Así que como tantas veces le había explicado Sherlock, intento visualizar su mente como un lugar físico del que pudiera tener control.

Se imaginó saliendo del agua con algo de esfuerzo, porque aquel mar de pensamientos era sumamente inmenso y tempestuoso. Pero una vez John logró salir a la superficie el mar se calmó de manera inmediata.

"Bien John, excelente. Eres muy listo."

  ¿Cómo es que ni en su cabeza Sherlock dejaba el tonito pomposo y condescendiente para dirigirse a él cuando intentaba explicarle algo?

"Concéntrate John. Mi voz que aparentemente te fascina no es el problema aquí, si sigues solo flotando en mar abierto te vas a ahogar ¿Vez algo que te pueda servir?"

El rubio miro a su alrededor y divisó una pequeña construción a lo lejos. Comenzó a nadar hacia allí  percatándose cuando estuvo lo suficientemente cerca que era una especie de choza, sostenida de manera inexplicable por una base que flotaba en aquel mar.

"¿Una choza? Interesante, esperaba una casa de dos piso o algo similar ¿No crees John?"

— Cállate Sherlock, déjame ser feliz con mi choza mental— se quejó el rubio ya un poco exasperado con su voz guía.

Al final, logró llegar a la base y subir sobre esta. Se tomó un tiempo para recuperar el aliento y luego con un poco de nerviosismo se dispuso a abrir la puerta maltrecha de aquella pequeña cabaña.

— Ya llegamos— la voz del taxista, sin embargo, lo saco de su propia conciencia y abriendo los ojos dejó todo desvanecerse.

Luego tendría tiempo para lidiar con su nueva choza emocional o lo que fuera aquello. Ahora tenía que recoger a Rosie.

Todo inicia con ATahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon