"Los niños y los borrachos jamás mienten"

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- Eso es porque estás enamorado de Sherlock.

John al escuchar aquellas palabras escupió sin poder contenerse el trago de Whisky que se estaba tomando. Aquel era un comentario muy atinado de parte de Lestrade, si su intención era matarlo ahogado por la impresión.

- ¿Greg de qué diablos hablas?- logró finalmente articular John al recuperar el aire.

Y es que aquella noche venía siendo por lo demás tranquila. Greg y él se reunieron como venían haciendo en los últimos meses cada jueves por la noche para tomar un par de tragos. La charla siempre iba de lo mismo, comentarios sobre el más reciente caso, quejas sobre Sherlock no entendiendo alguna situación, opiniones sobre la díficil condición económica actual, quejas sobre Sherlock haciendo llorar a un pobre trabajador de Scotland Yard, John presumiendo el nuevo logro semanal de aprendizaje de Rosie, quejas sobre Sherlock experimentando con pies en el refrigerador, Greg dando informe de sus citas fallidas, más quejas sobre Sherlock...

En fin, no es que su mundo girase en torno al detective, es solo que la genialidad de Sherlock ocupaba tal vez mucho espacio emocional y físico. Por eso se estaba quejando como siempre, argumentando lo molesto que era lidiar con Sherlock y su nueva ocurrencia semanal. Eso hasta que Lestrade salió con aquello.

- Bueno, ya sabes amigo. Estás enamorado de Sherlock- afirmó el inspector para luego tomar otro sorbo de su propio vaso de whisky.

- Greg creo que ya debemos parar, estás muy ebrio, comienzas a decir tonterías- respondió esta vez el rubio alejando su propio trajo como si este ahora quemará, no fuera a ser que empezará a alucinar como Greg.

- Cierto, estoy un poco ebrio. Pero eso no deja de hacer menos cierto el hecho de que de alguna manera estás enamorado de Sherlock- el inspector insistió mientras dedicaba una mirada contemplativa a los cubitos de hielo aún sin derretir en su vaso.

John rodó los ojos recordando sus conversaciones anteriores sobre este mismo asunto.

- No soy gay, soy un hombre heterosexual. Con una hija, muy linda por cierto, como evidencia y un decente historial de mujeres en la cama- defendió como siempre su punto, harto de que todos malinterpretaran su relación con el detective consultor.

- ¡Oh no, no! No hablo de algo sexual- aclaro Greg moviendo la mano como restándole importancia al asunto, un poco menos entusiasta de la manera en que evidentemente lo hubiera hecho si estuviera sobrio- es ya sabes. Eso, esas miradas.

- ¿Miradas?- el más bajo hizo una señal al barman para que les trajera la cuenta y de paso les llamará un taxi. No veía a su amigo, que medio se balanceaba en el banquillo de la barra, llegar a casa caminando.

- Sí, ya sabes. Esa cosa que hacen, cuando se hablan con los ojos y eso. Es raro, pero no raro mal. Solo es incomodo cuando uno está solo con ustedes y se empiezan a observar así, como si todo lo demás no importará.

- Sherlock y yo no nos observamos así- se justificó el doctor pero solo recibió como respuesta una mirada de Lestrade que aún sin el poder de deducción del clan Holmes, pudo interpretar como "si y yo como pastelillos todas las tardes con la reina".

John bufó y decidió dejar el tema morir allí. Es más que obvio que Greg no estaba en una condición digna para un debate serio y él empezaba a sentir los efectos del alcohol también.

Luego de una odisea digna de relato logro dejar al inspector en su casa y regresar al apartamento 221B en Baker Street . Rosie esa noche quedó bajo el cuidado de Sherlock, quien para sorpresa de todos resulto ser un buen niñero. O al menos mantenía viva y sana a la niña.

El doctor espero encontrar a su hija probablemente dormida y a Sherlock sumergido en su palacio mental. Pero al subir las escaleras e ingresar a la sala se encontró con una escena inusual.

Rosie sentada en su silla para comer observaba fijamente a Sherlock mientras sostenía entre su pequeña manita su sonajero de elefante rosado, el detective que se encontraba de pie frente a la niña, la miraba directamente a los ojos con igual intensidad. Era más que evidente que estaban enfrascados en una pelea silenciosa en la que ninguno estaba dispuesto a ceder.

- Rosamund resiste el impulso, no seas víctima de tus impulsos mundanos- susurro Sherlock sin romper el contacto visual, como si quisiera adiestrar a un animal peligroso.

La bebé por su parte como única respuesta lanzó el sonajero directo a la nariz de su padrino y luego se rió. Sherlock la observó con ligera molestia pero se agachó a tomar el sonajero y se lo tendió a la bebé.

- Tenemos que trabajar más en esa actitud irreverente tuya, me agrada, pero no para conmigo- comentó el pelinegro finalmente a la pequeña.

- Sherlock ¿Qué se supone que estás haciendo?- preguntó John mientras se apoyaba en el marco de la puerta con los brazos cruzados para observar con gracia la escena.

- John no finjas que nos atrapaste con las manos en la masa, Rosie y yo te escuchamos llegar desde que te bajaste del taxi, eres un ruidoso empedernido. Aún me pregunto cómo sobreviviste a la guerra- parloteo el de ojos multicolores sin quitar la vista de la niña que respondía de la misma manera- pero ya que como su padre es tu deber estar informado sobre el aprendizaje de Rosie, te hago saber que le enseño autocontrol y disciplina.

- ¿Tú? ¿Enseñando disciplina? El que hace lo que le da la gana y tiene las paredes más dañadas que un infante con plumones nuevos ¿No crees que eso es un poco hipócrita Sherlock?- se burló el rubio para finalmente acercarse y tomar a su hija en brazos rompiendo así el intercambio de miradas y logrando captar la atención plena del detective.

- ¡Papi!- celebró Rosie contenta mientras toqueteaba con entusiasmo la cara de su padre.

- Para que lo sepas John yo también tengo autocontrol, solo que en cosas importantes, no en esas tonterías que tú llamas primordiales.

- ¿Cómo no llamar a la gente idiota?

- Pero es que son idiotas.

- Idotas- canturreó Rosie riéndose ante la palabra.

- Sherlock...- comenzó a reñir el rubio pero el pelinegro lo interrumpió antes de siquiera empezar.

- ¡Oh vamos John! Ambos sabemos que aprenderá la palabra tarde o temprano, está rodeada de muchos para su desgracia y la mía dicho sea de paso- se quejo el más alto mientras tomaba asiento en su sofá.

- ¿Y qué pasó con lo de autocontrol y la disciplina?

- Como ya te dije esta enfocada en cosas más importantes.

- ¿Y qué cosas considera más importantes en grandioso Sherlock Holmes?.

- Que no me lancé su sonajero cada vez que se lo pasó por ejemplo- confesó el detective consultor para sorpresa de John, el cual decidió dejar la conversación morir allí y marcharse a su propio hogar.

"En serio, no sé cómo lo soporto" pensó mientras regresaba a casa con Rosie ahora dormida en brazos.

"Eso es porque estás enamorado de Sherlock." Le recordó la molesta voz de Lestrade en su cabeza.

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