"Las quejas formales no son divertidas"

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Decir que John estaba un poco confundido era subestimar la situación. El doctor estaba más confundido que una vaca con patines y un chaleco de camuflaje en la playa.

"¿Aunque de que me sorprendo? es Sherlock"

Reflexionó percatándose en que todo aquello estaba siendo muy sencillo para estar relacionado con su excéntrico amigo. Sherlock después de todo no podía hacer algo de la manera típica y normal. Su estilo era más de resolver el rompecabezas y luego salir corriendo. Solo que esta vez John no podía permitirle lavarse las manos del asunto, porque esta vez el rompecabezas era su tonto corazón.

— ¡Sherlock, no podemos simplemente dejar las cosas así!— comentó exasperado mientras salía de la cocina dispuesto a hacerle frente a su amigo, el cual estaba mirando por la ventana con desinterés. Pero justo en ese momento apareció la señora Hudson con su típico andar coqueto un poco desbalanceado porque estaba cargando a Rosie.

— ¡Buen día queridos!— saludo la mujer con tono animado— solo quiero avisarles que tienen visitas.

"Genial, justo ahora" pensó el ex soldado maldiciendo a su suerte.

— Hola, ya están los resultados finales de las autopsias— anunció Lestrade mientras ingresaba a la habitación seguido por Molly, quien traía en su mano un sobre lleno de archivos.

— También se le hicieron pruebas a las personas recuperadas como pediste. Tenías razón, es una réplica del mismo veneno que utilizo hace 10 años, es una suerte que el antídoto funcionará en ellos.— la castaña se acercó al genio y le tendió los papeles con su típica actitud tímida, aunque había que darle algo de crédito, ya no se le veía tan nerviosa cerca de él.— Aunque admito que fue extraño trabajar con humanos vivos, hace mucho que no lidiaba con alguien que se quejara al meterle una aguja.

El pelinegro aceptó el archivo y de manera inmediata comenzó a revisarlo. Luego habló sin despegar la vista de las hojas.

— Y supongo que tú tuviste que hacer también las pruebas a los vivos porque...

— Yo se lo ordene,— respondió Mycroft ingresando justo en ese momento con su acostumbrada actitud pomposa— es información delicada, entre menos personas tengan acceso a ella menos riesgo hay de que alguien quiera imitar las acciones del psicópata Pipeta en un futuro.

Charly ladró en ese momento y para sorpresa de la mayoría en la sala corrió hasta donde estaba el mayor de los Holmes para dar vueltas a su alrededor pidiendo atención. A lo que Mycroft respondió girando los ojos pero de todas formas sacó algo de su bolsillo y se lo arrojó al cachorro, quien lo atrapó en el aire y comenzó a mordisquearlo contento. Rosie aún el los brazos de la señora Hudson se rió señalando al perrito mientras estiraba sus pequeños brazos indicando que quería tocarlo.

Todos fingieron no haber visto nada. Nadie quería lidiar con la idea de Mycroft dándole golosinas a un cachorro de corgi que traía puesta una bata y un par de lentes. Después de todo no era lo más raro que había pasado en el 221B. No después del elefante al menos.

— Traeré té y galletas para todos— sentenció la señora Hudson caminado rumbo a las escaleras de prisa llevando consigo a Rosie, quien hizo un puchero desilusionado por no poder tocar al cachorrito.

— No creo que sea necesario, se irán pronto— intentó John detenerla esperanzado en que fuera cierto para poder seguir su conversación con Sherlock. Pero Mycroft tomando asiento mató todas sus esperanzas.

— Me temo doctor Watson que eso no es posible. Hoy el parlamento recibió otra amenaza, por lo que su majestad está muy preocupada y me pidió especial atención en este caso— explicó mientras terminaba de acomodarse en el sofá y dejaba su paraguas a un lado.— Así que para inconveniente de ambos estaré pendiente completamente de este caso, por lo que contarán con mi presencia más seguido.

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