Capítulo 30

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Faltaba poco para el Día de San Valentín. Luego de que me asaltaran con preguntas, hacía un par de días atrás, sobre de quién me había enamorado, tenía la cabeza hecha un enredo total.

El primer pensamiento que me invadió fue el que era obvio que pensara en Dash. Total, había sido mi amor platónico durante meses. ¿Qué meses? Años, ¿sí? Él había sido como ese príncipe azul con el que una siempre soñaba de niña (bueno, no tanto), y que imaginabas que te va a venir a salvar de la torre, en la que te encuentras prisionera.

Todavía recordaba con nostalgia cuando había ido a la imprenta de mi pueblo, hacía cuatro años atrás, a imprimir en versión tamaño real una foto de él que había encabezado un artículo suyo de una revista de variedades. Entonces, le había engañado a mi papá diciéndole que necesitaba imprimir algo para el colegio, porque la impresión de un póster de ese tamaño no era barata y no me la podía agenciar con mis propinas. Él se tragó el cuento, por supuesto, pero poco me duró la mentira.

Un día, en el que se le dio por entrar a mi cuarto para buscar no sé qué cosas, fue imposible que no se percatara de la foto de Dash, en gigante, que adornaba una de las paredes. En ese tiempo me regañó, pero poco le duró el enojo conmigo. Mi madre le hizo ver que era normal que a esa edad yo tuviera un crush, ya sea un cantante o un actor, ya que a ella también le había pasado. Pero, cuando les conté que era un escritor, lps tomó por sorpresa.

Recuerdo que ambos sonrieron, pero fue papá quien pensó en voz alta:

—De unos cantantes —refiriéndose a los One Direction— has pasado a un escritor —dijo enarcando la ceja—. ¡Dios santo, Eli! Cada día te enamoras de un famoso nuevo.

—Está en la edad —acotó mi mamá—. En mi época me gustaban los Menudo, como Ricky Martin —añadió con nostalgia.

—Que resultó luego ser gay.

—¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó ella, ofendida.

—Que no entiendo cómo te puede gustar alguien que le gusta los hombres.

—Papá, Dash no es gay —me apresuré en aclarar—. Aunque me has dado una idea para hacer un spin off de mi fanfic. Creo que tengo mucho material para mi ship Larry —añadí, pensativa, al recordar los rumores que se leían en internet sobre la pareja de Harry Styles y Louis Tomlinson, miembros de One Direction.

—¿Y eso qué es?

—Ah, una pareja de cantantes que se dice que se comen tras bambalinas.

—¡Dios Santo! ¿Y esos te gustan?

Asentí con la cabeza.

—Estos gringos, cada vez me sorprenden más con su libertinaje. Solo espero que, ese otro gringo, que te gusta ahora, no sea maricón también.

—No son gringos, papá; son ingleses —me apresuré a corregirlo—. Y él no es gringo, es peruano como nosotros.

—¿Pero no dices que se llama Dashiel no sé qué?

—Patterson, pero es su seudónimo. Su verdadero nombre es Daniel Rivasplata. ¿A que no suena hermoso? —hablé con los ojos brillosos—. Tiene un nombre de un ángel: Daniel. Y su apellido, Rivasplata, tiene alcurnia, como si fuera de un rey, un duque o un conde. Ahhhh...

Todo de Dash me parecía hermoso, hasta una cosa tan trivial como su nombre o apellido, fuera su seudónimo o no. Todo en él me parecía que encajaba a la perfección, como una perfecta sincronía de sonoridad en los nombres que lo bautizaban.

—¿Y por qué eligió un nombre inglés? ¿Acaso se avergüenza de sus raíces? —Frunció el ceño con reproche—. ¿Quién se va a creer que un peruano se apellida así?

Cómo conquistar a un escritor [y no morir en el intento]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora