Capítulo 17

1.9K 254 54
                                    

Varios días pasaron desde que Dash me había botado como un papel higiénico apestoso. El apestosín se portó como un apestoso. Ya, redundante, lo sé, pero ¿se olvidan de con quién están hablando —o leyendo? No tengo un máster en escritura, mis críticos me odian. Ustedes no me sean igual de snobs que estos, ¿ok?

Pero, volviendo a lo importante, la situación entre nosotros iba de lo más "casual". Tenía ganas de buscarlo, aclarar la situación o yo que sé. Digo, por algo estaba en esa casa, ¿no?

Cuando tocaba su puerta para conversar, simplemente me ignoraba. Si lo llamaba o mensajeaba, igual. ¡El muy hijo de puta —perdón Daría si lees esto— me clavaba el visto en el WhatsApp!

A la hora del desayuno, del almuerzo o de la cena, cuando bajaba para comer, él no asomaba para nada el hocico (¿vieron la cara espantosa que puso cuando me pidió que me fuera de su cuarto? Ah, no, que fui la única "privilegiada", lo siento). Y así transcurrió una semana, y ni sus luces.

¿Qué hacer en este punto?

—¿Por qué no le haces la guardia cuando se bañe? —habló Yon, el mayor de los hermanos venezolanos, que en ese momento se estaba alistando para ir a trabajar.

Colocó varias arepas en un cesto que le había prestado doña Daría. Cristo, el menor, por otra parte, estaba terminando de cerrar dos envases, en donde previamente había puesto limonada; era riquísima y ya me había tomado dos vasos de aquella. En breve saldrían a las calles para vender su comida, en su jornada diaria.

—Marico, qué ingenuo eres. Por más calor que hace, ese no se baña tan seguido.

No pude evitar hacer una cara de asco.

Yon se rió ante lo que su hermano decía. Sabía que la higiene no era una de las cualidades de Dash, pero una cosa era ello, otra imaginarme que no se había bañado en una semana cuando en ese momento yo mordía mi pan con queso. Arghhh.

—¿Y de cuándo acá tan madrugadora? —añadió Cris—. Casi nunca te veo a esta hora.

El reloj de la cocina marcaba las 06:59 am.

—Pensé que lo vería a esta hora —dije de mala gana.

Después de haber intentado encontrarlo a diferentes horas de la mañana, me pregunté si Dash madrugaba. Estaba equivocada.

—Lo que sí, alguna vez irá al baño para orinar, digo —acotó.

Abrí mis ojos, sorprendida.

—Un hombre es vulnerable cuando está con el cierre abajo —añadió, guiñándome el ojo.

¡Esperen! ¿Estaba sugiriendo que espiara a Dash cuando iba a orinar?

Mi rostro debió de ser un poema por su sugerencia, que ambos hermanos se rieron a mi costa. Cristo me señalaba con el dedo mientras me decía ‹‹Cálmate, chama. No te estamos sugiriendo que lo violes››.

No sé si dijo esto último para de verdad tranquilizarme, pero al recordar cuando lo había visto con solo una toalla y las pocas castas sensaciones que esto produjo en mí, la sangre se me subió al rostro. Para mayor vergüenza, ambos se dieron cuenta y siguieron carcajeándose a mi costa. Ayyyy.

Una vez que me recompuse, y preguntándome si su sugerencia era viable —hormonamiento aparte que seguro me causaría si lo veía con el pantalón abajo—, formulé lo primero que pensé:

—¿Y si me ignora o se porta como un patán como el otro día?

Yon me dio un par de palmaditas en la cabeza. Durante esta semana, que había bajado para cenar a diferentes horas para poder encontrarme con Dash, habíamos coincidido en la noche, bien tarde, cuando él y su hermano llegaban cansados de trabajar.

Cómo conquistar a un escritor [y no morir en el intento]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora