1* Deseo Concedido

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El sol brillaba sobre el pueblo de Karmaland, era un día despejado y limpio de primavera, la gente reía y paseaba conversando con sus amigos, las parejas caminaban a la sombra de los árboles, los bromistas huían alegres de sus recientes víctimas y todo era perfecto. 

Pero él estaba destrozado. 

Vegetta, el mayor héroe de Karmaland, el más perfecto, amante de lo simétrico y del color morado, fanático de los unicornios y la legalidad, se encontraba apoyado en la puerta de su gran mansión, llorando, abrazándose a si mismo y odiándose. 

¿Y por qué? 

Había pasado dos semanas enteras trabajando en cosas que podrían ayudar a sus amigos con los problemas que tenían, Willy, que tenía unos problemas con su pareja Fargan, este último, que tenía problemas de inseguridad sobre su pareja, luego estaba Auron, que buscaba el perdón de Luzu y la cura, o Lolito, que se dejaba llevar por su locura y asesinaba a la gente. También estaba Mangel, que por algún motivo desconocido empezó a recibir críticas de parte del pueblo, o Alexby, que vivía hundido en la idea de que no volvería a ser amado de manera romántica, luego estaba Luzu también con problemas de amor, enamorado y herido por la misma persona, se había hundido en la tristeza. Y luego estaba la persona con el problema más sencillo de todos, Rubius, aquel a quien amaba con tanto desespero, él simplemente tenía problemas en mantener sus mascotas vivas, pues siempre sucedía algo que las mataba cada dos por tres.

Vegetta hizo de todo, leer libros, charlar, aprender algo de psicología básica, estudiar enfermería, intentó juntar a sus amigos, hacer que hablaran de los problemas que tenían, intento que se ayudasen los unos a los otros ¿Y para qué? ¿Para terminar siendo una molestia? ¿Para terminar siendo desprestigiado?

No, por supuesto que no, no era su intención, jamás creyó que algo así sucedería. 

~Nunca debí confiar en ellos~ 

Todavía no podía creer lo que había visto. 

~No puedo creer que lo hicieran~ 

Todavía no procesaba lo que había escuchado. 

~No puedo creer que haya sido tan idiota~ 

Simplemente los vio, ahí, parados en la plaza del pueblo, tranquilamente hablando, a sus ocho amigos. 

~Desearía que esto nunca hubiese ocurrido~ 

Parecían estar hablando de algo que les molestaba, así que se acercó a investigar... que gran error. 

~Fui tan idiota~ 

Ellos estaban hablando de una persona molesta, de alguien insistente que no paraba de arruinarles la diversión y fastidiarlos. 

~Desearía no acordarme de nada de esto~ 

Decían que habían estado evitando a esa persona por todos los medios, que inventaban excusas, huían de donde esa persona estaba, pero aún así aquella persona llegaba siempre a molestar. 

~Desearía jamás haberlos conocido~

Estaban hablando de él.

Entonces, a pesar del sol y las suaves brisas, a pesar de la alegría y la calma de la gente, a pesar de la paz y del hecho de que no había ni una nube en el cielo, un trueno retumbó en el aire, trayendo confusión y un sentimiento de pesar a los corazones del pueblo. 

Y un rayo cayó en algún punto de Karmaland, más específicamente, en la casa de un chico que acababa de perder a todos sus amigos.

Y un rayo cayó en algún punto de Karmaland, más específicamente, en la casa de un chico que acababa de perder a todos sus amigos

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