• Herencia •

605 90 9
                                    

Clara Williams

—¡Noticias de último momento! —Presto atención a lo que dice la radio—. Hoy, 30 de septiembre, han encontrado una nueva víctima del temible asesino silencioso. Otra joven, de apenas quince años, fue encontrada en los barrios bajos de California. La niña estaba completamente desmembrada, es muy claro que fue otra pobre víctima caída por culpa del demonio sádico. ¿Cuánto falta para que la policía haga su trabajo y lo atrape? ¿Por qué les toma tanto tiempo acorralar al asesino? ¿Acaso ese demonio es más inteligente que todo un comando policial? Todos exigimos más seguridad y más...

El conductor del taxi decide apagar la radio y pronuncia comentarios negativos acerca de la policía y la política. Suspiro con pesadez y cierro los ojos mientras escucho las gotas caer por encima del taxi. El silencio es leve, ya que el rocío que hay afuera produce una encantadora melodía que tranquiliza el ambiente. Abro mis ojos, los guío al cielo y noto cómo las nubes decoran el hermoso panorama, lo que deja ver un ambiente algo solitario. Ya estamos a finales de mes, el invierno toca las puertas y la frialdad crece cada vez más a nuestro alrededor. Mirando al cielo, siento cómo una sensación hormiguea en mi pecho, dándome a entender con facilidad el mal presagio que tengo.

«En este invierno cosas oscuras pasarán, ¿verdad?».

El auto frena al llegar a la casa. El hombre me ayuda a bajar las bolsas de compras y las deja en la puerta Termino de entrar y me doy cuenta de la soledad y del silencio que reina en nuestro hogar. Es extraño, ya que a mis niños no les gusta el invierno y prefieren quedarse en el cálido ambiente hogareño.

Acomodo las bolsas de las compras en las alacenas amplias que tenemos, enciendo la radio al terminar y la armonía clásica de Sobre las olas sale de sus pequeños parlantes, endulzando todo mi alrededor. También me hace olvidar de los problemas que he tenido con él hace unos días. Sin más qué hacer, comienzo la limpieza diaria de la casa. Aunque pocas cosas debían ser ordenadas o limpiadas, el aburrimiento de estar encerrada me gana, por lo que lo hago de todas formas.

Nosotros tenemos el dinero suficiente para contratar a personas que lo hagan por mí, pero Gregory es una persona de poca confianza y teme que alguien pueda descubrir cosas de su segundo trabajo; así que optamos por evitar a empleados que entren y salgan de nuestro hogar para así garantizar nuestra seguridad. O eso es lo que repite constantemente Gregory.

Paseo por las escaleras y compruebo por segunda vez la escasez de suciedad que hay aquí. Miro mis cuadros, son artistas desconocidos para mí, pero estas obras transmiten una agradable sensación a la vista. Hay uno que otro cuadro con los rostros de la segunda familia de mi Gregory, pero poca importancia les doy.

Llegando al pasillo, puedo notar una frialdad más espesa y abundante; como si la calefacción no llegase a esta parte de la casa. Golpeo suavemente la primera puerta blanca que tengo cerca; no obtengo ninguna respuesta, pero de todas forma giro el picaporte redondo y entro sin dificultad. Mi pequeño Austin jamás deja su habitación cerrada, ya que odia estar encerrado en la oscuridad de un cuarto pequeño. Todo lo contrario a Jackson. Ese pobre chico ya se ha acostumbrado a esta oscuridad, y, por desgracia, se niega a abandonarla.

El desastre es cruelmente visible para mis ojos acostumbrados al orden. Doy un enorme suspiro de derrota y comienzo a juntar su ropa sucia con resignación. Camisas, pantalones, calcetines y ropa interior esparcida por el suelo y la cama. Al terminar de juntar todo, me acerco a su escritorio que mandó a poner frente a su ventana. Papeles escritos, cuadernos de su escuela y algunos dibujos infantiles es lo único que logro ver; pero, al momento de correr unos cuadernos y carpetas, logro ver cómo unos papeles se deslizan fuera de una de las carpetas y caen lentamente al suelo.

El poco interés que tengo al ver sus papeles caerse se desvanece al instante. Me pongo de cuclillas de inmediato y me caigo al suelo por la rapidez con la que lo hago. La sorpresa y cierta desesperación cubren todo mi cuerpo al ver de cerca.

«No. No. No. Esto se está saliendo de control...».

Tomo los papeles, que, más bien, eran fotografías de diferentes personas, aunque una de estas destacaba entre las demás. La desnudez de ella es lo que más llama mi atención. Luego sale con uniforme de la escuela y, por último, con ropa casual pero con un rostro de espanto, como si estuviera huyendo de algo. Además de que el fondo parece desconocido para mí, no creo que las haya sacado cerca de aquí.

Son unas seis fotos, cuatro de estas son de esta joven y las demás de un hombre de espaldas, que por desgracia no puedo reconocer quién es. Aún horrorizada y sorprendida, abro la carpeta de donde cayeron para volverlas a colocar en su lugar. Al momento de abrirla, me percato de que mis manos están temblando por alguna extraña razón. Queda de rodillas en el suelo, con solo un papel roto con una letra pequeña y algo temblorosa. No recuerdo que la suya sea de esta forma.

Leo una y otra vez, intentado descifrar este enredo de palabras y números, aunque lo único que hago es quedar petrificada debido al temor.

—6:34 p.m. despacho. 7:30 p.m. trabajo. 4:00 a.m. habitación. —Esta última palabra, "habitación", se encontraba escrita en mayúsculas, con una letra furiosa y rayada para aclarar más con tinta negra.

—¿Qué significan estas horas? —Se me escapa la cuestión en voz alta.

Supongo que ya ha sido escogida, ¿verdad? No hay marcha atrás. Cuando ellos escogen un juguete, no hay nada que pueda hacer; aunque no creo que me interese su vida, de todas formas llegará a su fin en poco tiempo. Así lo han decidido.

La duda se clava en mí. ¿Acaso dejarás que esos demonios terminen con tu miserable vida? ¿O harás algo por tu bien por primera vez? No lo sé, pero creo que tu destino es sufrir. Estás acostumbrada a esto y no creo que te enteres de que tu fin se acerca lentamente. Ya no importa, no importa nada. Mis hijos lo han querido de esta forma.

Unos pasos lejanos son lo que me sacan de mis pensamientos caóticos. Me levanto de inmediato y guardo como puedo las imágenes y el papel semi roto que tengo en mis manos.

—Madre.

—Hola, hijo—. Me enderezo al instante, doy una media vuelta y le regalo una enorme sonrisa. Aunque esta flaquea un poco al ver sus ojos clavados en mí.

—¿Qué hacías? —No devuelve el saludo ni la sonrisa.

Mi cuerpo se mueve por sí solo y da un paso al costado al momento de que Austin se acerca a mí.

—Limpiando. Hay mucho desorden aquí...

Siento mis piernas temblar, Austin se agacha a mi costado y levanta un cuaderno azul que me he olvidado de juntar. Él lo ojea un momento y luego pasa sus ojos a mí, aún teniendo esas emociones oscuras en ellos. Cierra el cuaderno con fuerza, lo que me provoca un leve salto por la sorpresa y el miedo.

—Muy bien, lamento que tengas que limpiar mi cuarto. Prometo ordenarlo desde ahora en adelante. —Me sigue observando y me da un vistazo de pies a cabeza. Luego se termina alejando de mí hasta desaparecer por la puerta del baño.

Respiro de nuevo. Aprovecho este momento para reaccionar e irme de inmediato de esta habitación. Bajo las escaleras como puedo, aún con una sonrisa forzada y dolorosa en mi rostro, pero sé que mi cara es de espanto y eso es obvio. Sus ojos, sus bellos ojos azules cambiaron de una forma horrenda, y no me había dado cuenta de esto hasta este momento.

«¿Cambiaron por ella? No. Eso no puede ser, no lo permitiré...».

No me percaté de que Austin se estaba convirtiendo en la espantosa imagen de su padre. Eso fue lo que sus ojos me gritaron al momento de mirarme directamente. Esa es la herencia de un demonio.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora