• Peor que un demonio •

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Austin Williams

El cuerpo no me deja de temblar. El sudor se mezcla con la tierra de mis manos, estas hormiguean de una forma extraña y mi corazón late demasiado rápido, tanto que logra asustarme más de lo que ya lo estoy. Mi mente martillea sin parar las mismas palabras.

«"Debí de ser yo". "Debí de ser yo"».

En el momento en que el padre Roger encontró a Jackson con mis lápices de colores que le había robado a unos niños en el pueblo, me encontraba limpiando los asquerosos baños del establecimiento en ruinas; por lo que me fue imposible echarme la culpa y así dejar libre a Jackson de esto.

Mis pasos son lentos; al oír que sus zapatos hacen eco en el silencioso lugar, me escondo de inmediato tras una pared rota, me agacho y aguardo. Corto mi respiración al pensar que él podría oírme. Y si él me llega a encontrar espiando este lugar, estoy seguro de que no podré ayudar a Jack.

Escucho sus pasos muy cerca de mí, es como si estuviera buscando algo a su alrededor, o tal vez el padre ya sabe que estoy aquí y solo me quiere perturbar más.

Cuando sus pasos por fin se escuchan lejos de mí, deslizo mis ojos fuera de la pared y doy un vistazo a la enfermería que está delante. Las paredes rotas cada vez huelen peor, esto es debido a los miles de mohos que se expanden por ellas. No hay puerta, así que entro de una corrida sin mirar a los costados ni atrás. Ya no importa nada, no importa si Roger viene por mí; eso jamás me ha importado. Ahora mi única prioridad es saber si mi amigo está bien.

—Jack... —exclamo en un susurro, aún sin entrar por completo—. ¿Dónde estás? —La poca luz que entra por los cientos de orificios que hay en el techo es lo único que me ayuda a distinguir algunos cuerpos, pero no todos.

Hay unas veinte camas con trece niños acostados en ellas, todos en las mismas deplorables condiciones. Cubiertos de vendajes sucios y mal puestos, con sangre y alguna que otra parte del cuerpo desmembrada. Todos tiemblan del dolor, pues claramente no los han sedado adecuadamente. Gimen agonizando, sus respiraciones son irregulares y algunos ya comienzan a murmurar que los maten para no sufrir más.

Aquel panorama, esas extrañas imágenes me dejan petrificado por algunos segundos. Esos sonidos son una horrenda melodía que entra en mis oídos, ahorcan mi mente y me dejan en una nube negra.

El piso de cemento está roto, lo que le provoca una sensación áspera a mis pies descalzos cuando por fin doy algunos pasos para volver a buscarlo. Esto no está bien. ¿Qué me pasa? No es la primera vez que escucho gritos de las víctimas de Roger, pero sí es mi primera vez viendo todo lo que él puede llegar a hacer con sus juguetes. Mi labio tiembla un poco al acercarme más a la última cama. Sus sollozos se vuelven cada vez más claros. Mis pies se siguen arrastrando, mi respiración ya comienza a igualar la irregularidad de los demás niños heridos.

La tensión que hay en este lugar es asfixiante. El miedo reina en todos los cuerpos que hay aquí, y, al dar un paso más, comienzo a sentir mis ojos picar del temor mientras mi garganta contiene las náuseas que me produce el olor a descomposición que hay en esta cerrada habitación.

Tiemblo cada vez más. Me abrazo a mí mismo y quito algo del sudor que comienza a deslizarse desde la frente hacia la mejilla. Sigo avanzando hasta casi llegar al final de este horrendo lugar. Parece que el padre Roger lo ha puesto lejos de la puerta a propósito. Detengo mis pasos, nuevamente petrificado. Aún no puedo leer bien, pero puedo distinguir a la perfección su nombre, el cual está escrito en la carpeta que cuelga de su cama de hospital.

—¿Jack? —Mi voz se quiebra al instante de ver su abdomen cubierto por un vendaje blanco y una mancha gigantesca de sangre en su centro. Él no responde, lo que me hace sollozar al instante. —¿Amigo? —Una lágrima helada sale de mi ojo.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora