• diez •

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Cuando Jimin abrió los ojos sintió una horrible y dolorosa punzada en la cabeza. Sus brazos dolieron como los mil demonios y la garganta le ardió como si hubiera tragado fuego.

Intentó mover las manos antes de mirar a su alrededor, una oleada de fría realidad lo golpeó con fuerza haciéndolo recordar todo lo que había ocurrido.

Jungkook.

—Ah, ya despertaste— una profunda voz llegó a sus oídos. Tragó duro lastimándose más la garganta y su cuerpo tembló ligeramente— estaba temiendo que me hicieras perder un poco de diversión— la sonrisa que aquel extraño hombre lanzó hacia él, le provocó un helado escalofrío.

También le faltó el aire. Jimin sollozó con desgarro y calientes lágrimas comenzaron a correr por sus tiernas mejillas, acompañando a los secos restos del húmedo lamento que derramó antes. Su labio inferior tembló cuando abrió la boca, como si quisiese decir algo, sin embargo, las palabras se quedaron atoradas en su laringe.

Con lentos y acechantes pasos, el desconocido comenzó a acercarse a la cama, cuchillo en mano, mirada fija en los ojos de Jimin, algo como el fantasma de una pequeña sonrisa manchó sus labios.

El rubio balbuceó un poco antes de lograr formar cualquier frase.

—P-por favor, señor... por favor, no...— gimoteó y sorbió por la nariz.

El pálido hombre enarcó una de sus delgadas cejas.

—¿Señor? Pero que ratita tan educada eres.— Jimin cerró los ojos con fuerza mientras sus manitas se apretaban en iracundos puños.

Lastimeros gemidos fueron expulsados por la dulce boquita del rubio. El leñador no pudo evitar que su imaginación volara un poco. Se posicionó junto a la cama, y por primera vez a lo largo de aquella fatídica noche, se permitió mirar con minucioso detalle el generoso cuerpo de Jimin.

La exquisita forma en que las correas de aquel conjunto -que Jimin pensó fascinaría a Jungkook-, se ajustaban a su cuerpo, cruzando por su pecho y su cintura, mientras que las pequeñas bragas apenas y alcanzaban a cubrir su parte baja. El hombre tragó duro y aclaró su garganta.

Levantó la mano con el cuchillo y deslizó la hoja -que se encontraba ya limpia-, a lo largo del muslo derecho de Jimin, el menor tembló y sollozó completamente asustado, su respiración falló, haciéndolo sisear y apartar la mirada.

—Mírame.— demandó el cruel hombre. Jimin no se atrevió.— ¡Qué me mires!— alzó la voz.

Jimin pegó un brinco, su corazón dio un vuelco, y antes de que, si quiera tuviera tiempo de procesar sus acciones, lo miró.

Con temor.

Su trémula mirada buscó los negrísimos ojos ajenos, y hasta ese momento, Jimin no sabía que incluso podía albergar más miedo en su pequeño cuerpo.

—Tu nombre.

—J-Jimin...

—Muy bien, J-Jimin— el extraño se burló mientras continuaba patinando el filo del cuchillo por sus piernas, ascendiendo con una tormentosa calma hacia su estómago, donde pinchó por encima del ombligo. Jimin jadeó.— ¿Tienes miedo?

Jimin apretó los labios en tanto asintió con un ligero desespero. Estaba aterrado.

—Eso está bien, está bien tener miedo. El miedo te hace recordar tu mortalidad. ¿Sientes el temor correr por tus venas, Jimin?— el menor volvió a asentir.— No te escucho...

Y sin más, el extraño hombre clavo con fuerza el cuchillo en el muslo derecho de Jimin, arrancándole un horrible y doloroso grito, sus manos tiraron de las esposas hasta que se hizo daño en las muñecas y lloró.

—Eso es, así está mucho mejor, ahora puedo escucharte.— Aquellas palabras empapadas con toques de sorna sonaron como un seductor ronroneo, cómo brisa de la más calurosa noche de verano.

El extraño giró el cuchillo, haciendo gritar a Jimin con más fuerza, quien se removió sobre la cama, sólo provocando más dolor y un vacío cuando el cuchillo fue extraído. La sangre no se hizo esperar. El fluido carmesí se apresuró, embadurnando con rapidez, dejando un tibio rastro a su paso.

Tan cálido.

Jimin se preguntó cómo era que la sangre podía dejar una húmeda, cálida y agradable sensación, cuando la herida dolía como la puta madre.

—¿P-por qué , señor...— pero no pudo terminar su pregunta, fue interrumpido por un gruñido casi salvaje por parte de aquel oscuro y horrible hombre.

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