Prólogo

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(Tiempo atrás...)

Los gritos no cesaban, es más, iban en crescendo. Nicholas frunció el ceño y levantó la vista de su libro. Hace una semana había descubierto la magnífica obra de arte Crimen y castigo de Dostoyevski. No se había separado de su libro en toda la mañana, salvo para decirle a la pequeña Natalie que dejara de fastidiarlo con preguntas y pedirle a su mamá que llevase a Dustin al jardín trasero de la casa porque ese demonio de dos patas no dejaba de correr por la casa y rebotar su pelota. Y ahora, el momento que tenía de tranquilidad antes de entrar a clases, se veía fastidiado porque un grupo de bravucones del último año estaban molestando a otro nerd, probablemente. Su mejor amigo puso los ojos en blanco, se acomodó sus lentes con marco negro y volvió a la lectura. Había convencido a su buen amigo que lo leyera y ahora ambos no podían quitar sus ojos de las páginas.

-No lo hagas Petrov... -murmuró sin levantar la vista, intuyendo los pensamientos de su amigo. Nicholas sabía a qué se refería, pero no podía evitarlo. Constantemente quería ayudar a las personas y culpaba a sus padres por criarlo así, tan santo y altruista. "El ángel Nicholas", solía llamarlo Dakota, aunque desde que conoció a Paul, básicamente se olvidó de molestarlo porque lo único que ocupa en su mente es Paul Wagner. El amor apesta, pensó Nick porque le disgustaba la idea de cambiar tanto e idiotizarse con una persona, aunque secretamente añoraba algún día encontrar el amor así como su padre encontró a su madre y su abuelo a su abuela. Eran amores puros, almas que se complementaban pero Nicholas jamás lo admitiría en voz alta porque recibiría las burlas de su mejor amigo y de su hermana Dakota... Probablemente los pequeños traviesos Dustin y Natalie también se unirían a la burla.

Los gritos volvieron a interrumpir sus pensamientos y entonces cerró su libro con brusquedad. Su amigo soltó un extenso suspiro y también dejó su lectura, pronosticando lo que venía a continuación.

-Puedes tener el mejor promedio de la escuela, pero no creo que Stanford te acepte si se entera que amas meterte en peleas -comentó el muchacho de cabello castaño mientras seguía a Nick, intentando en vano convencerlo para que cambie de parecer.

-Stanford no me interesa, no si es tan elitista como esta estúpida escuela -murmuró fastidiado. Su amigo evitaba los problemas, cosa que Nick jamás pudo. Nicholas creía que se podía salvar a las personas con un poco de ayuda. Siempre buscaba ayudar a la gente, en cambio su amigo... Bueno, él era un observador silencio.

Los bravucones estaban en círculo, insultando y pateando a un pobre diablo que estaba de rodillas en medio de todos ellos. Los del último año son detestables, pensó Nick mientras apretaba los puños. Solían molestar a su mejor amigo y a él desde chicos, hasta que Nick aprendió a luchar. Ahora solo lo miraban de lejos, con sus caras de matones improvisadas. Aunque de vez en cuando molestaban a su mejor amigo, le tenían miedo a Nick porque les había dado una paliza la última vez.

-Olvídalo, es el drogadicto de siempre -lo frenó su amigo tomándolo del brazo. Nick frunció el ceño al escucharlo.

-¿De qué rayos estás hablando? -murmuró confundido.

-¿No escuchaste los rumores...? -preguntó y entonces tragó saliva para luego comentarle lo siguiente en voz baja como si se tratara de un secreto-. Al parecer es un mafioso que trafica, Nick... -soltó abriendo bien grandes los ojos-. Estamos hablando de narcotráfico, es peligroso.

-¿De verdad crees esos chismes? -Su amigo se encogió de hombros-. ¡Por el amor de Dios, tiene nuestra edad! -se quejó poniendo los ojos en blanco-. Traficante o no, le están dando una paliza y odio a los bravucones. -Si había algo que todo el mundo sabía de Nicholas era que detestaba a aquellos que se aprovechaban de los demás por el simple hecho de considerarse más poderosos.

Mi problema para siempre #3Where stories live. Discover now