Me quedo sosteniendo el trozo de papel, lo guardo tan rápido como puedo y anuncian el término del almuerzo. Formo fila con las demás, nos revisan y subo a la habitación.

Cierro la puerta tras de mí y saco el papel el cual cita "Biblioteca Pabellón tres C".

¿Qué es esto? ¿Una broma o que? ¿Espera que lo vea en una biblioteca? ¿Hay bibliotecas en este lugar? ¿Y para qué? ¿Qué es lo que este tipo se trae entre manos?

El pomo de la puerta gira y entra Winnie, me mira, no dice nada, toma unas ligas para el cabello, me pega una mirada furtiva a mí y al trozo de papel que tengo en las manos.

—Hay fila —dice seria —y te tienen en el listado —luego de eso se marcha.

¿Fila?

Salgo de la habitación y me encuentro con una fila de chicas que da a la recepción de Lilly. Me acerco a una chica de cabello corto.

—¿Porque estan formadas en fila? —le pregunto.

La chica solo se limita a mirarme y a quedarse en silencio. Suspiro, se me olvida que estoy en medio de dementes. Me formo con las demás.

La fila avanza rápido hasta que llega mi turno, una enfermera atiende a un lado de recepción, puedo ver estantes de farmacéuticos tras de ella.

—¿Tu nombre? —pregunta mientras sostiene una planilla en sus manos.

—¿Qué?

La mujer me mira irritada.

—He dicho tu nombre.

—Emily —contesto.

—¿Emily qué?

—Emily Wilde.

La mujer comienza a buscar en su planilla.

—Emily Wilde —dice leyendo, me da la espalda y comienza a buscar en los estantes. Me entrega un frasco con dos pastillas.

—¿Qué es esto? —tomo el frasco con duda.

—Tus medicamentos.

—No tomaré esto, no se para que son.

La mujer hace una mueca, está enojada, se nota.

—Una es un calmante y la otra es para dormir, si me vas a joder por cuando empezaran a hacer efecto, pues será en dos horas, ahora trágalas.

—No tomaré esto, no las necesito.

—La Doctora Mónica los receto para ti, anda tómalas y deja de retrasar la fila.

—No lo haré —le devuelvo el frasco —yo no necesito pastillas para dormir, ni ninguna otra mierda que ustedes quieren darme, yo estoy perfectamente bien.

—Sabía que esto pasaría, es por eso que me hartan las chicas nuevas —exclama enojada — ¡Lilly! 

Lilly quien está en recepción mueve la cabeza hacia ambos lados como si hubiera cometido un error.

A los segundos llegan dos enfermeros.

—Se rehúsa a tomar sus medicamentos —le comenta a los hombres. —Por última vez —insiste la mujer. —¡Tómalos!

—No lo haré, no necesito su porquería de medicamento.

La mujer les hace una seña con la mano.

—¿Que hacen? —los dos enfermeros me toman de ambos brazos. —¿Adónde me llevan? —grito desesperada —¡Suéltenme! ¡Quítenme sus asquerosas manos de encima!

Todas las miradas se posan en mí.

—¡Suéltenme! —intento zafarme, pero son más fuertes que yo. De seguro deben tener experiencia con chicas que intentan zafarse de ellos. Me doy por vencida y me dejo arrastrar. No es buena idea ocupar mis dones delante de ellos, ni de las demás chicas.

—¡Te encantará un día en la caja! —dice uno de ellos con voz burlesca.

De seguro disfrutan de todo esto, debe ser lo más interesante que hacen, arrastrar a chicas locas, encerrarlas y ver cómo sus vidas se destruyen.

El nombre de la caja retumba en mi mente, Winnie me lo describió, paredes de colchón, camisas de fuerza, encierro seguro.

Me encierran en un lugar pequeño, caigo sentada y cierran la puerta, dejándome aislada.

Me levanto rápidamente y golpeó la puerta.

—¡Esperen! ¡Hey! ¡Esperen! ¡Idiotas! ¡No pueden dejarme aquí!

Miro la habitación, no hay nada. Suspiro resignada y me siento en el suelo. Por suerte no me pusieron una camisa de fuerza, aunque de ser así me hubiera desatado en segundos.

Respiro y exhalo el aire. Me elevo, flotando en el aire.

La telequinesis es la habilidad de mover objetos con tu mente, dicen que las personas normales o mundanos, ocupan menos del cinco por ciento de su cerebro. Pero en mi caso puedo llegar a ocupar el cincuenta por ciento o quizás más.

Algunos disciplinan su mente durante años, pero para otros como yo que nacimos con esto y lo fuimos desarrollando con el tiempo solo requiere algo de concentración. Es por eso que puedo levitar.

Me quedo quieta a mitad de la habitación, solo una vez intente levitar, pero mi madre me sorprendió y me obligó a prometer que nunca en la vida lo volvería a hacer. Luego de unos años me abandono y esa promesa se fue con ella.

Escucho unos tacones por el pasillo, desciendo lentamente hasta quedar sentada en el suelo.

La puerta se abre con un feo chirrido, la Doctora Mónica entra a la caja cerrando la puerta consigo.

—Te ves cómoda —comenta mirándome hacia abajo. — ¿Sabes que no estamos progresando cierto? menos con este tipo de berrinches que hiciste allá afuera.

—No debió recetarme medicamentos, yo no tomaré esa clase basura.

—Necesitas esos medicamentos para estar bien Emily.

—Yo estoy bien, su basura no me va a ayudar en nada.

—Te ayudará a no hacer esa clase de berrinches y a comportarte como una persona normal.

—No quiero ser una jodida persona normal, porque eso significaría ser como usted —suelto con asco.

La Doctora se cruza de brazos —¿Así que prefieres estar encerrada aquí a que tomarte los medicamentos que te recete?

—Pronto saldré, de eso no hay duda.

—¿Y cómo se supone que harás eso Emily?, tú no podrás salir de aquí a menos que hallemos una mejoría en ti y así como vas me parece imposible.

—Nunca hallarán una mejoría, porque siempre he estado bien.

La Doctora exhala cansada.

—Espero que no sea muy tarde para ayudarte —se da la vuelta en sus tacones y abre la puerta.

—Ya es tarde —la mujer me pega una mirada fugaz y luego se marcha, el taconeo de sus zapatos se pierde por el pasillo.

Me quedo sentada mirando la puerta, siento un horrible nudo en la garganta y mil cosas en la mente.

Mi Telequinesis © [En Edición]Where stories live. Discover now