Capítulo 32.- De fiestas de compromiso

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Llovía. Pero ni era una novedad en Londres, ni me importaba lo más mínimo. Mi ánimo estaba tan gris como el día. De todas formas, no quité la vista de las gotas que empapaban la ventana de mi vieja habitación.

Mi madre me había obligado a ponerme un vestido horrible y muy pomposo para la fiesta de compromiso, con el cual esperaba sentada delante de la ventana. Tenía el móvil que Jason me había dejado en la mano, pero no había recibido nada suyo en toda la semana, desde que nos habíamos separado. Supuse que ya estaría en África.

Y yo estaba cerca del infierno.

No había hablado apenas con nadie en la última semana. Me había negado a salir de mi habitación y a seguir las rutinas que mi madre había intentado imponerme desde que bajé del avión. Tenía que casarme con quién me dijeran, pero nadie podía obligarme a hacerlo de buena gana.

Cogí aire un par de veces y lo solté, mirando el móvil por última vez. Un golpeteo en la puerta me hizo saltar en el sitio, supuse que no podía esconderme eternamente.

―Adelante ―invité en un susurro alto, con la garganta seca.

Mi hermana entró a la habitación, con mucha energía y se dejó caer en el poyete de la ventana con un suspiro soñador.

―Mamá dice que tienes que bajar ya. Los invitados están comentando sobre tu ausencia.

Casi me reí de lo de mamá, yo no la había llamado así jamás, para mí era «madre» como mucho. Y no la llamaba por su nombre porque una vez me dio una bofetada por hacerlo. Sin embargo, la madre de Jason me había parecido más mamá que la mía en solo un par de días.

―Erin, ¿puedo preguntarte algo? ―pedí.

Abril me había parecido también más hermana que la mía, pero supongo que eso no era culpa solo de Erin. Quizá yo tampoco había sido buena hermana.

―Sí, claro.

―¿Te gustaría vivir en otro lado?

―A mí no. ¿Por qué? ―Se rio, como si la sola idea fuera inconcebible.

―No sé, si no quisieras vivir según las órdenes de los demás... Y vivir tu vida.

―Yo vivo mi vida. ―Esta vez soltó una carcajada.

―Si yo no me caso, te obligarán a ti a casarte.

―¿Qué más da? ―Se encogió de hombros―. Mientras tenga pasta...

―¿Eso es todo lo que te importa? ―Me levanté horrorizada―. ¿No quieres enamorarte? ¿Vivir una vida de verdad? ¿Ser feliz? ¿Solo te importa el dinero?

―Deja de creerte tan importante, Amanda. ¿Te crees que lo sabes todo por haber pasado un mes en África? Cásate con tu prometido y olvídate de lo demás. Eres la mayor, es tu deber.

―¿Mi deber, niña estúpida? ―me quejé, cabreada―. ¡Solo lo hacía por ti! ¡Te intentaba proteger! ¿A mí que me importa el dinero? ¿No te importa ser feliz y tampoco que yo lo sea?

―¡Yo soy feliz con dinero! Y para tener dinero, tienes que casarte con alguien que tenga dinero, no queremos que se acabe. ¿Acaso no lo entiendes? ¿Eres tonta?

―¿Y por qué no te casas tú con alguien que tenga dinero? ―me burlé.

Jamás me había sentido tan estúpida, pero en ese momento sentí que despertaba de golpe. Había sacrificado al amor de mi vida por ayudar a esa niña estúpida y materialista. Era posible que fuese mi hermana, pero no se merecía que yo me sacrificase, porque ella no lo haría por mí jamás.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now