Capítulo 9.- De caídas al río

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Por la noche acampamos cerca del río. Demasiado cerca del río. Aquella noche hubiera preferido dormir en la jaula, porque sabía muy bien lo que había por allí, aunque los barrotes no eran suficientemente estrechos como para proteger a nadie del todo.

Sin embargo, Tafari parecía haberme adoptado bajo su «ala». No solo me había dado de cenar, también me había dejado dormir bajo su plástico protector, que iba de coche a coche, creando una tienda de campaña.

Yo hubiera viajado con mucho menos equipaje y hubiera dormido dentro del Jeep, no en el suelo, pero no me quejé. La noche anterior ya había observado los cambios de guardias y las patrullas. Vigilaban de uno en uno y el resto roncaba escandalosamente.

Tuve que esperar tres cambios de guardia eternos, hasta que le tocó al mecánico vigilar. No había dejado de llover y hacía un frío horrible, pero supuse que eso jugaría a mi favor también. Esperé hasta que el cazador de la guardia anterior se quedó dormido, o al menos, eso creía.

Me había ido moviendo poco a poco para acercarme al borde de la «tienda de campaña». Tuve que rodar por debajo de un Jeep para salir sin que se percatasen. Me moví inclinado para que el cazador de guardia no me viese. Se había alejado un poco del campamento y estaba meando en el río. Casi me pareció una ayuda divina.

Me acerqué despacio y le tapé la boca con una mano, mientras rodeaba su cuello con el otro brazo. Se revolvió contra mí, pero le tenía bien sujeto. Le pateé la parte trasera de la rodilla, para hacer que cayese al suelo y le hundí la cabeza en el agua sucia del río. Le sujeté con fuerza, mientras él pataleaba y trataba de golpearme con las manos.

El tiempo que tardó en parar de moverse, se me hizo eterno. Me atreví a echar un vistazo sobre mi hombro cuando dejó de patalear, pero no vi a nadie. El alivio me recorrió por no tener el cañón de un arma apuntándome a la cara.

Me aseguré quedándome unos segundos más allí, y luego le empujé con suavidad al agua, para que no hiciera ruido. Con un poco de suerte, se lo comerían los cocodrilos antes de que Tafari pudiera saber lo que había pasado. Volví a mi «cama» entonces, secándome el agua de los ojos con la manga.

-o-o-o-

El siguiente día de viaje fue eterno. No encontraron al mecánico hasta media mañana y Tafari se negó a moverse hasta que descubriese que había pasado con él. Yo volví a mi castigo, atado en el Jeep. Supuse que había generado desconfianza.

Sin embargo, cuando Tafari dio por hecho que su hombre se había resbalado mientras meaba, y se había ahogado, le hizo mucha gracia. Y si sentía ese desprecio por los suyos, no quise pensar en lo que nos deparaba. Miré a Amy preocupado cuando volvió a desatarme para que me sentase con ellos a comer, después de cuatro horas más o menos de viaje, aunque ella apartó la mirada de mí.

Después de la exigua comida, retomamos el camino. El coche jaula que tenía dificultades desde el primer día, volvió a dar problemas al arrancarlo después de la comida, pero consiguieron ponerlo en marcha a base de fuerza de voluntad, palabrotas y gritos, al parecer.

Avanzamos durante una hora más, hasta el puente que cruzaba el río. Lugar que los guerrilleros habían tomado, con tiendas de campaña en ambos lados. Parecían muy preocupados por controlar todo aquello y Tafari se marchó a hablar a solas con uno de los guerrilleros. Esta vez no me habían atado, pero no intenté nada.

Seguramente el peor momento para hacer algo, sería rodeados de guerrilleros. Busqué a Amy con la mirada. Seguía encogida en una esquina. Tenía que librarme de aquel coche cuanto antes, para poder hacer algo. Sería mucho más arriesgado que lo del mecánico, pero no podía llevármela mientras siguiera encerrada.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️Onde histórias criam vida. Descubra agora