Capítulo 31.- De largas despedidas

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Me desperté cuando fuera era de noche ya y no pude evitar sentirme algo nostálgica, porque al día siguiente volvería a Londres y se acabaría el sexo, el amor y la diversión. Jason seguía dormido, debía estar agotado después de no haber dormido el día anterior. Me levanté con cuidado de no despertarle y cogí su camisa que estaba en el suelo a mi lado, para no salir desnuda. Pese a que llevábamos todo el día paseando desnudos.

El único momento en el que Jason había vuelto a ponerse los pantalones había sido para abrir al servicio de habitaciones. Dos veces. Habíamos comido las dos veces en la cama y no habíamos dejado de meternos mano y hacer el amor. También nos habíamos bañado otra vez por la tarde y habíamos bromeado y compartido risas todo el día.

No habíamos hablado del futuro, ni de la separación, ni de nada serio en realidad. Pero a mí no se me quitó la ansiedad por perderle.

Me senté en el sofá del salón, acabando de abrocharme la camisa y me abracé a un cojín para darme un consuelo que sabía de sobra que no iba a llegar. No estuve mucho tiempo sola, antes de que Jason saliese de la habitación. Se había puesto solo la ropa interior, que destacaba mucho con su piel bronceada y sus cicatrices.

―¿Quién te ha dado permiso para salir de la cama? ―bromeó, sentándose a mi lado―. Peor aún, ¿quién te ha dado permiso para vestirte?

―Tú también te has casi vestido ―repliqué.

Jace se sentó a mi lado y me masajeó el hombro sano, con una caricia suave, bajando por el brazo. Yo me dejé mimar, recostándome un poco sobre su pecho.

―¿Qué te pasa, alteza?

―Eso, justo ―suspiré―. Da igual. Creo que voy a echar de menos a tu familia.

―¿A mi familia? ―se rio un poco.

Me rodeó con uno de sus brazos y se giró para que pudiera apoyarme mejor en su pecho. Sujetó mi mano entonces entre las suyas y me la masajeó con suavidad. Nunca me habían dado un masaje en la mano, pero era agradable que me tocase en cualquier lado.

―¿No tienes ningún familiar al que quieras, Amy? Sé que tus padres dan asco y tu hermana es un ser de luz al que defender. ¿No hay nadie más?

―Mi abuela ―expliqué, tan relajada que cerré los ojos.

―¿Y qué le pasa?

―Que está muerta. Murió el año pasado.

―Lo siento.

―Ella era genial. No la veía mucho, a mi madre no le gustaba que estuviera por allí y eso que era su madre. Mi abuelo sin embargo era horrible, así que solía esconderme de él. No sé cómo una persona tan genial podía estar casada con alguien así.

―Quizá porque la obligaron ―aventuró él.

―Quizá. Ella controlaba a mi madre de cierta forma. Si no me ha obligado a casarme con nadie hasta ahora, ha sido por mi abuela. Y si mi madre me ofreció candidatos en vez de casarme con el suyo, también fue por ella. Pero si Hugh se ha echado atrás...

―Siempre podemos volver a África ―sugirió, besándome el cuello con suavidad, pero sin dejar de masajear mi mano.

―No puedo, Jason.

―Lo sé ―suspiró―. Pero tenía que sugerirlo.

―Abril dice que no debería sacrificarme por Erin si ella no se sacrificaría por mi...

―Hebe, Abril y yo hemos crecido en una relación de apoyo que quizá tampoco sea el mejor ejemplo, Amy. Nos cubríamos y protegíamos mutuamente. Todos poníamos los sentimientos de los otros por delante de los nuestros, la mayor parte del tiempo al menos. O quizá cuando era importante de verdad. A ratos también nos liábamos a golpes, como cualquier hermano... ―se rio un poco, seguramente recordando algo.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum