Capítulo 13.- De cazas nocturnas

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Nunca pensé que mi nombre pronunciado por los labios de una chica bonita, pudiera salvarme la vida. Literalmente. Aunque llamar «chica bonita» a Amy era quedarse muy corto y ser muy injusto.

Aquella noche me desperté porque el fuego se estaba apagando y había tenido que quitarla de encima de mí con suavidad de nuevo. Ella protestó un poco, pero no se despertó, y yo volví a tocar su frente, que seguía algo más caliente de lo normal, pero nada preocupante.

Eché un tronco al fuego y decidí salir a echar un vistazo, con una sensación desagradable en el pecho. Estábamos demasiado cerca de la guerrilla y Tafari podía andar tras nosotros. Incluso aunque hubiera ido a llevar a Hugh a dónde fuera que nos quisiera llevar, le daba tiempo a haber recogido un coche nuevo y estar siguiendo nuestros pasos. Y esa era nuestra mejor opción. Si había decidido que su premio era Amy y quería darnos caza inmediatamente, aquella parada era un suicidio.

Por otro lado, Amy seguía sin estar en condiciones de andar, sin embargo, en cuanto amaneciese, tendríamos que continuar la marcha. No podíamos quedarnos dentro del radar de Tafari más tiempo.

Sujeté la cortina apolillada para ir a echar un vistazo por la zona, y asegurarme de que nadie se había acercado, pero en cuanto la descorrí un tanto, oí la voz débil de Amy:

―¿Jason? ―me llamó, más dormida que despierta.

Quise asegurarme de que estaba bien y me giré hacia ella al tiempo que una bala silbaba junto a mí, sin llegar a tocarme por un pelo, e impactaba en la pared a mi espalda.

―¡Joder! ―maldije, sin poder controlarme.

Moví la mesa para ponerla como parapeto entre la puerta y nosotros, y cogí un trapo de los que había usado para bajarle la fiebre a Amy, para atar la pistola a la pata de la mesa, de forma que el cañón asomase por una ligera abertura de la cortina. Disparé una vez, para llamar la atención del cazador y me giré hacia Amy, arrastrándome por el suelo.

Por desgracia, no era la primera vez que me pasaba algo parecido, tenía amplia experiencia en salvar el culo en tiroteos. Amy parecía aún más dormida que despierta cuando llegué hasta ella. Quizá tenía más fiebre de la que había pensado en un primer momento.

―No te muevas, Amy ―ordené―. ¿Me oyes? Ni se te ocurra levantarte del suelo.

―Sí.

Se acurrucó un poco, pero me dirigió una mirada entre febril y preocupada. Quizá no había entendido del todo que nos disparaban y se pensaba que... a saber. Me aseguré de arroparla hasta la barbilla.

―Si entra alguien que no sea yo, ríndete ―ordené.

No me respondió, y no pude evitar un suspiro mientras saltaba por la ventana trasera de la cabaña. Tuve que alejarme un par de metros para salir de entre las casas, acuclillado. Tenía una idea bastante clara de dónde estaría escondido el cazador, pero, aun así, me moví a rastras entre los rastrojos y matorrales secos que componían la vegetación al lado contrario de las casas, en la zona más alejada del río.

Tuve que avanzar muy despacio, porque el suelo árido y las plantas producían cierto ruido cada vez que me arrastraba entre ellas. Tenía que pararme constantemente para escuchar y asegurarme de que yo no caía en una emboscada o que no daba conmigo un animal salvaje.

Así, cuando llegué a ver la zona arbolada que mantenía resguardado al cazador, lo vi avanzar inclinado, con precaución. Mi engaño había durado menos de lo que esperaba, debía haber dejado de creer que estaba parapetado tras la madera de la mesa, pero, por suerte, no había disparado más a la casa dónde estaba refugiada Amy.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora