Capítulo 6.- De ataques por sorpresa

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―Menudo día, Minina ―le dije a la guepardo, acariciándole la cabeza cuando se subió sobre mí en la cama―. Casi cometo un error terrible. He estado a punto de dejar que Amy te viera. Eres preciosa, y si a mí, que estoy desencantado con todo esto, me has enamorado, estoy seguro de que ella te querrá hasta adoptar. Si no fuera por ese futuro marido suyo, le permitiría que te llevase a Inglaterra con ella. Pero él acabaría cortándote la cabecita para colgarla de encima de la chimenea. Y nos gusta tu cabeza dónde está, ¿verdad?

Había pasado esa mañana ocupándome de todo por allí. Me había librado de la comida con los Campbell porque tenía mucho trabajo. Sin embargo, cuando Amy apareció por la tarde con la cámara, y tras librarme a duras penas de su foto a traición, no pude resistirme a acompañarla a hacerle fotos a Arthur y Diva.

La mona no había dudado en jugar con nosotros, y en intentar quitarle la cámara a Amy, con Arthur colgado de ella todo el tiempo. Hablamos mucho rato, mientras jugábamos con los monitos. En cierto momento, le quité la cámara a la chica y le hice unas cuantas fotos «a traición». Sin embargo, salía preciosa en todas, así que no sentí mi venganza satisfecha. No hablamos del beso del día anterior y tampoco volvimos a besarnos.

Amy me trataba con cierto respeto, aunque no había vuelto al frío «usted» de nuevo, ni me tocó más de lo necesario. Y, pese a que sabía que era lo mejor, me sentí algo defraudado. Llegué a plantearme llevarla a ver al guepardo incluso, porque sabía que le encantaría.

―Menos mal que se va mañana a primera hora, Minina. Porque si llego a tener que pasar con ella un día más, seguro que acabo cometiendo una locura.

La gatita enterró la cabeza entre mi barbilla y el pecho y se movió un poco para acomodarse, antes de quedarse quieta. Yo dejé mi mano sobre su lomo suave y no tardé en dormirme del todo.

Soñé con mi familia, con unas vacaciones de cuando éramos niños. Hebe se había encontrado un pajarito herido en el patio de la casa. Ella era muy pequeña, y solo pudo llorar hasta que la encontramos. Curamos al pajarito, y Hebe y Abril se enamoraron de él, claro.

El último día de las vacaciones lo liberamos, ya estaba sano. Mis hermanas lloraron hasta quedarse secas, durante toda la noche, porque querían llevarse al animal a casa. Mis padres trataron de consolarlas durante horas, diciéndoles que el pajarito tenía familia y esas cosas. Cuando se durmieron las niñas, mi padre me preguntó si yo también necesitaba una charla. Le dije que entendía que los animales eran más felices en libertad. Mi padre me dijo con tono bromista: «si amas algo, déjalo ir».

Aquello se había convertido de cierta forma en mi filosofía de vida. Quizá, si ese día no hubiera entendido aquello, no podría hacer lo que hacía. Curar animales y liberarlos, para en la mayoría de los casos no volverlos a ver, sería insoportable para alguien como Hebe o Abril.

Me desperté al oír unos golpes en la puerta. Me levanté, abrazando a la guepardo para que no se despertase mucho y la dejé tumbada sobre mi cama. Fui a la puerta, tras echar un vistazo al animal, que alzó la cabeza, pero siguió tumbada la muy vaga.

Abrí la puerta para encontrarme a Amy al otro lado. Me pareció que estaba a punto de darse la vuelta, pero me miró, mordiéndose el labio.

―¿Pasa algo? ―me preocupé.

―Me voy mañana a primera hora. Me caso en una semana. Quiero volar por última vez, antes de que me encierren para siempre.

―¿Quieres dar un paseo...? ―dudé―. Creo que los animales estarán durmiendo. Salvo los nocturnos, no sé.

―Quiero quedarme aquí...

Empujó un poco la puerta y se coló por el hueco. Yo me quedé parado, sin saber qué hacer, con la boca seca, nervioso como un idiota. Amy cerró la puerta con el pie y me rodeó con sus brazos del cuello.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️حيث تعيش القصص. اكتشف الآن