Capítulo 19.- De llegadas ineludibles

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Desperté a Amy al anochecer, aunque tuve claro que apenas había dormido, por sus ojos rojos e hinchados. Y la obligué a caminar toda la noche, sin descanso. Ella había perdido la risa y la energía. Arrastraba los pies y miraba el horizonte todo el tiempo.

Por la mañana fue ella la que me pidió un descanso, para comer algo y beber agua. Yo no me senté, pero dejé que descansase diez minutos. Nunca me había pedido parar, pero era consciente de que algo había cambiado ese día.

Las risas habían acabado por mi mentira, pero de haberle dicho la verdad sobre lo que sentía, todo habría cambiado igualmente. Quizá en otro sentido, pero habíamos llegado a un callejón sin salida y yo había optado por retroceder como un cobarde, en lugar de saltar el muro a ver que deparaba el futuro. Solo quería dejarla con su familia de una vez y lamerme mis heridas, fingir que no me dolía todo aquello y que todo saldría bien.

Cuando retomamos el camino, y ella avanzó dos pasos por delante de mí, me dije que era lo mejor. A ese ritmo llegaríamos antes del anochecer con Sirhan y así debía ser. Amy realmente no quería mi ayuda, era posible que en ese momento pensase que sí. La soledad y la adrenalina de nuestra huida le harían creer cosas que no eran, pero, en el fondo, había llegado a conocerla bien y sabía que Amy nunca aceptaría la libertad a costa de la de su hermana.

En el fondo, era como Diva. Yo la había introducido con los suyos y luego los había soltado en su hábitat, pero ella había vuelto sola a encerrarse en una jaula. Porque algunos seres de luz, como Amy, lo sacrificarían todo por los demás.

―Llegaremos hoy ―informé a Amy a media tarde, cuando el silencio se hizo demasiado pesado entre nosotros.

―¿Qué harás cuando te libres de mí? ―me preguntó sin acritud. En realidad, lo hizo sin sentimiento ninguno. Era como si hubiera perdido su alma aventurera de golpe.

―Mi hermana se casa en cuatro días. Tengo el tiempo justo para no llegar tarde por una vez ―bromeé un poco, aunque lo hice sin sentimiento también.

De pronto no tenía ninguna gana de irme a España, ni siquiera por ver a mi familia. De hecho, si lo pensaba un segundo entero, no me costaba darme cuenta de que quería quedarme cerca de Amy. De su risa y su nueva forma de ver el mundo, pero ella se iría a Inglaterra, y no quedaría nada para mí.

Y era como si tuviera las alas abiertas de par en par, dispuesta a volar. ¿Quién era yo para sujetarla en la tierra? Aparté la mirada cuando ella se giró un poco hacia mí. No sería yo quién se lo pusiera difícil. Ella había dejado muy claro lo que quería hacer, no iba a impedírselo...

Paramos a descansar y comer algo a medio día, pero a diferencia del resto de días, no hice pausa para dormir. Sirhan debía estar a cuatro o cinco horas de distancia, así que, tras media hora de descanso, seguimos con la marcha.

―Tienes prisa por librarte de mí, ¿eh? ―me dijo Amy al comprender que no pararíamos hasta llegar.

Yo no la respondí, tampoco me pareció que quisiera que lo hiciese. Pero sí, cuanto antes no separásemos, menos riesgo de perder la cabeza. Si es que no la había perdido ya. Una parte de mí me gritaba que parase, que fuera más despacio, que disfrutase de una última noche... Pero no nos haría eso, ni a Amy ni a mí. Había llegado el tiempo de la separación.

Un par de horas después vi el reflejo del sol sobre el Jeep de Sirhan, no me costó reconocerlo y lejos de sentirme aliviado, el desasosiego me apretó el pecho. Tras el coche había una cabaña pequeña y vieja, y la puerta se abrió cuando aún estábamos a una docena de pasos de distancia.

Hasan se asomó con precaución, pero en cuanto nos reconoció, corrió hasta nosotros y se abrazó a mi cintura. El niño tenía un brazo vendado hasta arriba y un par de heridas en la cara, que pude ver cuando le aparté de mí.

Las consecuencias de tus mentiras -PSM 3- *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora