CHAPTER TWELVE

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La bruja blanca

Llegamos al templo cuando el sol empezaba a salir. Caspian y Peter lideraban la marcha a pie, Susan, Edmund, Whiskers y yo íbamos detrás de ellos. Yo llevaba más de media marcha a pie, dejando mi caballo para heridos más grabes, pero como que iba coja, los tres varones me habían ayudado a caminar durante todo el camino. Ahora era Ed el que me ayudaba. Detrás de nosotros iban los narnianos que habían sobrevivido.

Lucy salió a recibirnos y su cara era de pura preocupación.

– ¿Qué ha pasado? – Preguntó cuándo estábamos ya lo bastante cerca de ella.

– Pregúntale a él –Dijo Peter mirando con desprecio a mí hermano.

– ¡Peter! –Lo riñó Susan.

– ¿A mí? – Dijo Caspian –. No ordenaste retirada cuando aún había tiempo –Le dijo a Peter. Ahora se encontraban cara a cara.

– No, no había tiempo – Dijo Peter enfadado–. De haberte ceñido al plan, esa gente viviría ahora.

– ¡Y si nos hubiéramos quedado aquí seguro que vivirían! – Le respondió Caspian igual de enfadado.

– Nos llamaste tú, ¿lo has olvidado?

– Mi primer error – Dijo mi hermano con desprecio.

– No. El primero fue creer que podrías guiarlos – Respondió Peter con el mismo tono.

– ¡Eh! – Gritó– Que yo sepa, todavía no he abandonado Narnia.

– ¡Vosotros la invadisteis! – Dijo señalando con despreció a mi hermano y acercándose a él–. ¡No te mereces gobernarlos más que Miraz!

Mi hermano lo empujó y siguió su camino hacia el templo.

– Tú, él, tu padre – Continuó Peter–. ¡Narnia está mejor sin vosotros!

Entonces mi hermano, enfadado, cogió su espada y apuntó a Peter justo en el momento en el que el sumo monarca hacia lo mismo.

– ¡Ya basta! – Gritó Edmund, mientras se separaba de mí y ayudaba a un centauro a depositar a Tumpkin en el suelo.

Lucy fue corriendo hacia él y le echó una gota de la poción mágica que tenía en un frasco, que según me había contado, se la había dado Santa Claus hace muchísimo tiempo.

Mi hermano se fue hacia el interior del templo y un enano lo siguió. Peter siguió con la mirada a mi hermano, hasta que vio a una mujer centauro llorando. Seguramente esa mujer acababa de perder a algún familiar. Peter volvió a mirarme a mí, con la misma intensidad con la que me había mirado en la puerta del castillo. Pero esta vez no pude devolvérsela, aparté la mirada y comencé a andar hacia el interior del templo mientras mi gato me seguía. Detrás de mí oí como Tumpkin reñía a los reyes de los tiempos pasados.

– ¿Qué hacéis ahí parados? Los Telmarinos llegaran pronto.

Pensaba que Caspian se habría dirigido hacia su habitación, pero no lo encontré allí. Empecé a buscar por el gran vestíbulo y por distintas salas como el comedor y la sala de armas, pero no lo logré encontrar. De camino a mi habitación que compartía con Susan y Lucy, cansada de buscar sin sentido a mi hermano, oí voces en la sala de la mesa de piedra. Decidí entrar para ver si estaba mi hermano, ya que no sabía dónde más podría estar.

Y sí, allí estaba mi hermano, pero no estaba solo. Estaba con dos individuos extraños vestidos con capas negras, con Nicabrik y con una mujer que estaba en un gran bloque de hielo.

Vale, debo estar soñando despierta.

Uno de los individuos extraños tenía cogido a mi hermano por la espalda y le obligaba a tener el brazo izquierdo estirado, el otro le mantenía la palma de la mano abierta y se la estaba cortando con un cuchillo y el enano solo se dedicaba a mirar la escena. Me acerqué a ellos lo más sigilosa posible, con mi espada ya desenvainada. Entonces la mujer del bloque de hielo estiró su mano hacia Caspian y él le estiraba la suya voluntariamente. No sabía qué narices estaba pasando. Alguien me tocó el hombro y me giré asustada. Era Peter.

– Yo me encargo –Me dijo–. ¡Alto!

Entonces detrás de él entraron Ed y Tumpkin y empezaron a luchar con sus espadas contra el otro enano y aquellos individuos. Edmund acabo rápidamente con uno de los individuos de las capas negras y Lucy apareció para ayudar a Tumpkin, aunque la jugada no le salió como esperaba y al final fue Tumpkin quien le ayudó a ella. Peter empujó al otro individuo contra la mesa de piedra, fue hacia Caspian y lo sacó del círculo que habían dibujado esos seres. Una vez Caspian en el suelo, parecía que ya no estaba embrujado, en cambio, ahora parecía que era Peter el que lo estaba.

– Peter, querido –Dijo la mujer–. Te he echado de menos... Ven, dame una gota de tu sangre solamente. Sabes que no puedes hacerlo solo.

Y con esas palabras Peter empezó a bajar su espada. Con Caspian sorprendido tirado en el suelo, Lucy y Edmund lejos de Peter, sabía que me tocaba actuar a mí. Corrí todo lo que pude hacia Peter, ignorando el dolor de mi pierna, entonces cuando estuve lo suficiente cerca me lancé sobre él y los dos caímos al suelo, fuera del círculo. En el mismo momento una espada atravesó el hielo, justamente por el estómago de aquella mujer. Peter me miraba confundido pero los dos miramos inmediatamente el bloque de hielo al oír cómo se empezaba a quebrar lentamente. Peter sabiendo lo que pasaría después fue más rápido que el bloque de hielo y se movió poniendo mi espalda contra el suelo y cubriendo mi cuerpo con el suyo. Entonces el bloque se rompió en mil pedazos y la mujer desapareció.

Caspian se levantó del suelo y apartó a Peter para ayudarme a levantarme. Acepté su ayuda rápidamente para huir de la mirada del sumo monarca. Cuando los tres miramos donde segundos antes había estado el bloque de hielo solo vimos a Edmund con su espada en la mano.

– Lo sé – Le dijo a su hermano mayor–. No te hacía falta.

Dicho esto, se fue. Peter se quedó mirando hacia la pared de delante, donde estaba el dibujo de un gran león. Aslan. Cuando nos giramos los tres, vimos a Susan, parada en medio de la puerta de la sala, ella miró con desprecio a los dos varones, pero miró mucho más a mi hermano. Caspian cohibido, miró hacia otro lado y pasó mi mano por sus hombros y me ayudó a caminar hasta mi habitación, evitando ver como Susan se iba enfadada.

– Tenemos que hablar – Me dijo mi hermano.

– Lo sé.


Narnia. Una nueva y diferente aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora