CHAPTER NINETEEN

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La cola de Reepicheep

Todos los soldados telmarinos empezaron a ser arrestados por los narnianos, que ahora eran los vencedores de la batalla gracias a Aslan. Nosotros cinco, en cambio, cruzamos el rio para unirnos con Lucy. Una vez al otro lado y frente al león, nos arrodillamos. Peter plantó la espada en el suelo a mi lado.

– En pie, reyes y reinas de Narnia – Habló por primera vez Aslan.

Edmund, Peter y Susan se levantaron sin dudar y miraron al león, con agradecimiento en los ojos. En cambio, Caspian y yo nos quedamos arrodillados, mirando al suelo.

– Todos – Volvió a hablar.

Todos miramos a Caspian, quien ahora dirigía la mirada hacia el león.

– No estoy listo todavía – Dijo mi hermano.

– Por esa misma razón, sé que lo estás.

Mi hermano, se levantó un poco dudoso y miró a los demás, que le sonreíamos.

– Sophia, levántate –Volvió a hablar el león.

– ¿Yo, señor? – Pregunté incrédula.

– He dicho que todos los reyes y reinas de Narnia se pusieran en pie.

– Pero... yo no soy reina de Narnia.

– Estoy seguro que los demás no opinan lo mismo, sobre todo tu hermano.

Entonces miré a los demás, desde el suelo, que me miraban con una gran sonrisa en la cara. Peter, a mi lado, me ofreció su mano y la acepté para levantarme. Miré a Caspian.

– ¿Estás seguro? Sabes de sobra que no tengo ni madera de princesa.

– Aprenderemos juntos entonces – Me contesto él.

Miré de nuevo al león con una sonrisa en los labios para darle las gracias. Después, una música, que se podría clasificar como fúnebre, empezó a sonar. Caspian y yo nos separamos para dejar pasar a los ratones de la guardia de Reepicheep, los cuales lo llevaban tumbado en una camilla, recién fabricada para la ocasión. Todos mirábamos al pobre ratón – que no podía casi ni respirar– cuando sus guardias lo dejaron en el suelo, frente a Aslan. Lucy corrió hacia él rápidamente, se agachó a su lado y abrió su frasco con la poción sanadora. Una vez el ratón recibió una gota de la poción empezó a respirar con normalidad y se incorporó para darle las gracias a Lu. Después uno de los otros ratones le ayudó a levantarse e inmediatamente Reepicheep se apartó de su compañero para saludar al león.

– Mis saludos, Aslan – Dijo nervioso–. Es un gran honor poder... – Y el pobre ratón se calló porque perdió el equilibrio al inclinarse al hacer una reverencia. Cuando recuperó el equilibrio, se miró la parte trasera de su cuerpo y comenzó a lamentarse – Esto es completamente indecente – Sus manos tapaban su trasero, el cual ahora, no tenía cola–. Sed indulgentes con esta presentación tan indecorosa – dicho esto, el león sonrió gentilmente sin que se diera cuenta Reepicheep, ya que este fue rápidamente al lado de Lucy– Ah... ¿Puede ser una gotita más?

– Es que... no sirve para eso – Le contestó Lucy tristemente.

– Por probar... – Le dijo el ratón desesperado.

La risa de Aslan nos sorprendió a todos. Era magnífica, y estoy segura que todos los demás había sentido lo que había sentido yo al oírla.

– Tampoco te sienta tan mal, pequeño.

– Aunque así sea, majestad, siento tener que retirarme – Dijo desenvainando su espada el ratón–. Pues la cola, es el honor y la gloria de un ratón.

Yo miré alarmada a Caspian.

¿Qué el ratón que primero quería acabar con Caspian y que al final nos había ayudado en la guerra, iba a dejar de ser soldado? ¡Ni hablar!

– Tal vez le des demasiada importancia al honor, amigo.

– Ah, bueno... no solo es el honor... ayuda al equilibrio, y... a trepar y a coger cosas –Explicó mientras Aslan y Lucy se sonreían mutuamente.

– Con vuestro permiso, majestad – Habló el ratón que había ayudado antes a Reepicheep–, no disfrutaremos de un honor que se le niega al Gran Ratón.

Aslan volvió a reír y habló.

– No es por tu dignidad, si no por el amor de tu pueblo.

Dicho esto, a Reepicheep le creció una cola en el mismo lugar donde había tenido la otra. El ratón se sorprendió gratamente y emocionado nos la enseñó a todos muy feliz. Los demás nos reímos.

– ¡Gracias, gracias majestad! – El león hizo un levé gesto con la cabeza, indicando que no merecía las gracias – ¡Será mi tesoro! ¡Desde este mismo instante servirá para recordarme siempre, mi gran humildad! – Dijo convencido.

– Lucy – Dijo Aslan cambiando de tema– ¿Dónde está ese amiguito tuyo, del que tanto me has hablado?

Todos los reyes buscamos con la mirada al enano que tan amigo se había hecho de Lucy. Y por casualidad, Trumpkin no se encontraba demasiado lejos. El enano, se sintió observado inmediatamente y miró en nuestra dirección. Como si se sintiera obligado, vino hacia nosotros y planto su espada en el suelo al arrodillarse frente a Aslan, como había hecho Peter cuando nosotros llegamos. El león, sin pensárselo dos veces, le rugió al enano. Aunque rugió con fuerza, estoy segura de que podría haber rugido mucho más fuerte. Trumpkin se tambaleó en su sitio y nosotros cinco – Edmund, Caspian, Susan, Peter y yo – nos reímos un poco de la situación.

– ¿Me crees ahora? – Le preguntó Lucy.

Trumpkin, entre nervioso y asustado, les sonrió a la niña y al león.


Narnia. Una nueva y diferente aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora