CHAPTER TWENTY-EIGHT

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La razón del enfado

Podría haberme ido, pero no lo hice. Seguí hablando con Edmund y el fauno, que una vez estuve cerca, reconocí haber estado entrenando el tiro con arco con él. Al rato Susan y Lucy se nos unieron y pasamos un buen rato riéndonos todos juntos sobre cosas sin importancia. Más tarde, junto Caspian y Peter, apareció Trumpkin con una botella de... ¿licor?

No, gracias. No para mí.

– Sophia –Habló mi hermano, cortando la conversación–, Trumpkin me ha explicado que anoche te ofreció licor narniano y que te gustó más que el vino telmarino. Así que he creído oportuno que todos lo probemos para opinar.

Los demás estuvieron de acuerdo, incluso Peter, que por mucho que le mirara intentando averiguar porque había dejado que el enano trajera una botella, seguía sin prestarme atención. Volvía a ignorarme.

¡Auch!

– Yo me iba a la cama ya, así que siento tener que rechazar la oferta – Hablé intentando escapar de la situación.

– Sería muy grosero que rechazaras una bebida, su majestad – Habló Trumpkin, con una sonrisa burlona en los labios.

Tanto él como Peter sabían que me había pasado bebiendo de ese licor y eso no se volvería a repetir. Si estaba bueno, me gustaba, pero su sabor dulce te nublaba la mente y no te dejaba seguir la cuenta de cuantos vasitos minúsculos habías bebido y, por lo tanto, como de mal podías sentirte la mañana siguiente.

Sí, una por las razones por las que no iba a beber ese licor era que si me sobre pasaba, mañana daría muy mala impresión en el congreso con mi dolor de cabeza. La segunda era que si me pasaba de la línea, podría volver a sucederme lo mismo. ¡No me acordaba de nada de la noche anterior! Y eso me estaba volviendo loca. Sabía que no había hecho ningún disparate, porque siendo la reina todo el mundo estaría hablando de ello. Pero sí que me había comportado de una manera infantil con Peter, lo cual me avergonzaba.

– Vamos, solo un vasito, para brindar por esta última fiesta – Me pidió Edmund.

Entonces con siete vasitos llenos encima de la mesa y una cara enfadada por parte de Lucy por sentirse excluida en cierta manera, decidí que debía beber al menos uno. Y así lo hice. Trumpkin conto hasta tres y todos bebimos de nuestro vasito a la vez. Luego todos comentaron que sin duda, esa bebida era muchísimo mejor que el amargo, pero muy conocido, vino telmarino. Al enano se le dibujo una sonrisa en la cara, la cual, estaba segura, iba a ser difícil de borrar. Los vasitos volvieron a ser rellenados y los demás se los llevaron junto a ellos. Susan y mi hermano hablaban con un matrimonio de la corte en un lado de la sala, Ed encontró a la pelirroja que conoció en la otra fiesta, Lucy se fue a hablar con unos chicos y chicas de su edad, Trumpkin y el fauno se sentaron junto sus compañeros y amigos narnianos en una de las mesas y Peter se dirigió al balcón de la sala. Me quedé sola mirando la puerta del balcón por la cual él había salido, luego miré la puerta donde nos habíamos chocado hace un rato y, finalmente, miré mi vasito lleno en la mesa que tenía enfrente. Entonces, decidí que si iba a ir a hablar con él tal vez necesitaría esa bebida. Y minutos antes había decidido no beber más. Así que aun sabiendo que la opción correcta era irme a mi habitación, donde mis doncellas me esperaban como todas las noches, cogí el vaso entre mis manos y salí al exterior.

Al oír como la puerta se cerraba, él se giró para ver quien había salido. Al darse cuenta de que se trataba de mí, volvió a dirigir la mirada al paisaje frente de él. Peter se encontraba solo en ese balcón –que con suerte se encontraba iluminado por la luz de la luna–, apoyado con los codos en el límite del balcón. Me puse a su lado cuidadosamente, asustada de que el decidiera irse y no hablar conmigo. Pero no lo hizo. Permaneció allí, inmóvil. Dejé el baso en la baranda de piedra del balcón, junto al suyo, y poniendo los brazos a cada lado de mi cuerpo, me di impulso y me senté en la baranda, mirando hacia el lado contrario al que Peter miraba. Permanecí callada un rato, con la esperanza de que él hablara primero. Pero no lo hizo. Realmente tenía la esperanza de que lo hiciera, porque no sabía que decirle. Habíamos estado genial toda la mañana y de golpe. ¡Pum! Él se pone todo serio, haciéndome ver que estaba enfadado conmigo.

– Peter...

– Déjalo.

¿Qué iba a decirle ahora? Si ni siquiera me dejaba hablar. Si supiera que hubiera hecho podría pedirle perdón directamente, pero es que no lo sabía.

– De acuerdo, genial. Siempre es un placer hablar con usted, Sumo monarca.

Ahora la enfadada era yo. Si él no quería hablar y arreglar fuera lo que fuera lo que había sucedido, entonces yo tampoco. De un saltó, bajé de la barandilla igual que como había subido. Pero esta vez mi mala suerte decidió aparecer en la escena haciendo que mi vestido se enganchara con el borde de la barandilla, haciendo que mi saltó pareciera que estaba a punto de caerme. Peter rápidamente me ayudó, desenganchando mi vestido y cogiéndome en sus brazos.

– Buenos reflejos.

Entonces me miró a los ojos, sorprendido. Y unos segundos después mientras me soltaba y yo ponía los pies en el suelo de nuevo, la luz se hizo en mi memoria.

– ¡Tú! – Le señalé – Ayer por la noche... ¡Me besaste!

– ¿Qué? – Preguntó desconcertado.

– Mientras no estaba en mi mejor momento por culpa del licor ¡Me besaste! ¡Aquí!

– ¿Qué yo te bese? ¡Vamos, Sophia, fuiste tú quien empezó el beso!

El ardor en mis mejillas, que normalmente aparecía cuando me encontraba a solas con él, se volvió insoportable en ese momento.

– Pero no era yo realmente. ¡Tú deberías haber parado ese beso! ¡Deberías habérmelo contado!

– ¡Pensaba que te acordabas! La gente no va besando a otras personas por ahí.

Entonces volví a sorprenderme al empezar a atar cabos.

– Por eso no me hablabas... ¡Porque no me acordaba! –Grité– Deberías haberlo entendido, ¡estaba más inconsciente que consciente!

– ¿Y cómo te encuentras ahora? – Dijo en el mismo tono, dirigiendo la mirada a los vasos que aún se encontraban llenos en la barandilla.

– Bien ¿por qué?

No pude terminar la frase debido a que Peter se acercó rápidamente a mí y me recordó –físicamente– la razón por la que él se había enfadado. ¡Peter me estaba besando! Aunque seguía sorprendida por la situación, cerré los ojos y me dejé llevar. Realmente quería besarlo. Sus manos que se encontraba en mis mejillas, bajaron por mi espalda hasta llagar a mi cintura. Las mías, en cambio, hicieron el recorrido contrario. Desde su pecho, subieron lentamente hasta sus hombros, para luego entrelazarse en la parte posterior de su cuello. Cuando el beso acabó, los dos buscábamos aire con desesperación mientras nos mirábamos a los ojos. Peter apoyó su frente contra la mía y con una sonrisa en los labios, dijo:

– ¿Entiendes ahora por qué estaba enfadado?

– Lo entiendo perfectamente.

*****

¡POR FIN! 

¡POR FIN PUEDO ACTUALIZAR Y POR FIN SE HAN BESADO PETER Y SOPHIA!

Aunque ya se habían besado...

Anyway, ¿qué os ha parecido el capítulo?

Narnia. Una nueva y diferente aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora