CHAPTER SIX

3.8K 245 11
                                    

Planes de batalla

Había pasado casi una semana desde que llegamos y me había instalado junto a Lucy y a Susan en una de las salas. Caspian, en cambio, se había instalado con los chicos, en una sala cerca de la nuestra. Durante estos días había podido conocer mejor a Susan, y me di cuenta de que era la más madura de todos. Por otra parte, pude conocer muchísimo mejor a Edmund ya que venía a visitarnos siempre que podía y nos sacaba más de una sonrisa a Lucy y a mí. Estuve pasando gratamente los días con ella, apartadas de las armas y de planes de guerra, por orden de nuestros respectivos hermanos mayores.

La verdad era que no me molestaba pasar tiempo con Lucy, lo que si me molestaba es que mi hermano me viera tan pequeña como para apartarme de todos los planes. No entendía que no me dejara estar con ellos cuando Edmund tenía la  misma edad que yo y Susan solo era un año más mayor – omitiendo, claro, los años respectivos entre su pasado y nuestro presente –.

Esa misma tarde, todos se reunieron en la mesa de piedra, así que Lucy y yo fuimos a echar un vistazo. Por lo que se ve, uno de los faunos había visto a espías Telmarinos en caballo por la zona, vigilándonos.

– Solo es cuestión de tiempo – Dijo Peter –. Su ejército y sus máquinas de guerra están en camino. Precisamente por eso, el castillo estará desprotegido.

Y antes de que preguntaran, ya sabía en qué diablos estaba pensando el Sumo monarca.

– ¿Y qué es lo que proponéis que hagamos majestad? –Pregunto Reepicheep.

– Hay que planear...

– Tenemos que preparar...

Peter y Caspian hablaron a la vez. Caspian asintió con la cabeza, disculpándose y Peter, después de echarle una mirada furtiva a mi hermano por interrumpirle, continuó hablando.

– La única esperanza es atacarles primero nosotros.

– ¡Es una locura! – Hablé yo por primera vez –. Nadie ha tomado ese castillo nunca.

– Siempre  hay una primera vez – Dijo esta vez mirándome a mí.

– Mi hermana tiene razón.

– Yo opino lo mismo que Caspian y Sophia, Peter –Le dijo Susan.

– Jugamos con la sorpresa –Dijo Trumpkin, el enano simpático.

– Pero aquí tenemos ventaja – Contesté.

–Si nos pertrecháramos bien –Volvió a hablar Susan, poniéndose a mi lado y al de Caspian–, aguantaríamos indefinidamente – Peter la miró enfadado, se sentía traicionado. En el tiempo que llevábamos aquí y lo poco que le conocía, había aprendido que si las cosas no salían como él quería... podría ser un problema.

– Yo me siento más seguro bajo tierra –Comentó Buscatrufas.

– Mira – Me dijo Peter tranquilamente, acercándose a mí–, aprecio lo que habéis hecho aquí, tú y tu hermano, pero esto no es una fortaleza, es una tumba.

En ese momento, me di cuenta de que me hablaba como un adulto, con ese tono que siempre utilizan cuando dicen una cosa como diciendo "esto es así porque lo digo yo, y porque yo sé más cosas que tú". Y odiaba ese tono.

– Sí, y si son listos, esperaran a que nos muramos de hambre –Dijo Edmund apoyando la idea de su hermano.

– Almacenemos nueces –Dijo una ardilla por el fondo de la sala.

– Sí, y se las tiramos a los Telmarinos –Dijo Reepicheep con ironía–. Ya sabéis de qué lado estoy, majestad –Dijo mirando a Peter.

Peter apartó la mirada de mí –mirada que yo había estado evitando a toda costa– y buscó al líder de los centauros.

– Si consigo que entréis, ¿Podréis con los guardias?

Segundos después el centauro habló, después de mirarnos a Caspian y a mí – O moriremos, majestad.

– Eso es lo que me preocupa –Comentó Lucy desde la mesa de piedra, donde estaba sentada desde hace un buen rato.

– ¿Perdona? –Preguntó Peter sin entender nada.

– Todos decís que solo hay dos opciones. Morir aquí –Dijo mirándonos– o morir allí –Continuó mientras devolvía la mirada a sus hermanos varones.

– No has escuchado nada... –Volvió a hablar el mayor, si hacerle caso.

– No –Contestó seria–. Eres tú el que no escucha. ¿Has olvidado quién acabó con la bruja blanca, Peter?

La tensión era palpable en el ambiente y me sorprendí de que Lucy le plantara cara así a su hermano mayor.

– Ya hemos esperado a Aslan lo suficiente –Dijo mientras se marchaba. Dando por terminada la reunión.

*****

En aquella gran galería de cuevas o templo en el que estábamos refugiando, había unos cuantos túneles que llevaban a un tipo de salas que tenían una parte del techo descubierto. Desde allí se podían ver las estrellas de noche y de día el calor del Sol había hecho que crecieran unas pocas plantas y un poco de hierba entre las piedras que formaban el suelo. Aquellos lugares –un poco difíciles de descubrir– eran los mejores. Lucy y yo solíamos pasar bastante tiempo en algunos de ellos ya que siempre corría una agradable brisa por ellos.

– Vaya... –dije sorprendida al entrar en una de aquellas salas–.  Creía que nunca te vería tan pensativo... Ya sabes, no tienes mucha pinta de serlo.

Allí se encontraba Peter sentado en una roca, observando las estrellas en la oscuridad de la noche. Me lo había encontrado de casualidad, ya que la verdad solo venía a tomar el aire. Como que mi aburrimiento llegaba a límites insuperables, me pareció que sería una buena distracción molestar un poco a Peter, como venganza por dejar en evidencia todo el tiempo a mi hermano. La sala estaba vacía, a excepción de Peter y de mí, y no sabía si eso podría llegar a ser bueno o malo.

– Sophia, no tengo ganas de discutir –Dijo pasándose las manos por la cara–. ¿Qué quieres?

– Nada, solo saber qué clase de plan suicida se te ha ocurrido organizar para lo del asalto al castillo.

– ¡No es un plan suicida! – Dijo exasperado.

– Sí lo es. Va a morir gente, mucha gente. Y tú lo sabes.

– Eso es lo que suele ocurrir en las batallas, ¿sabes? –Dijo poniéndose de pie y acercándose a mí–. Llega un punto en tu vida en el que tienes que pensar que morirás, hagas lo que hagas, así que da igual morir en el asalto o más tarde, con tal de que completemos nuestro objetivo.

– ¿Te da igual que muera uno de tus hermanos? ¿Qué muera Lucy, por ejemplo?

– No, por eso Susan y tú os vais a quedar aquí cuidando a Lu.

– Salva a quien quieras Peter, pero tú no eres nadie para ordenarme que me quede aquí –Dije esta vez yo, más cerca de él, si es que eso era posible.

– Soy el Sumo monarca.

– Me da igual – Le dije lentamente.

– Entonces, allá tú con lo que hagas. No me importa.

– ¿Por casualidades de la vida, debería importarte? –Dije elevando los brazos.

– No. Ya te he dicho que no.

Entonces, se fue, como esa misma tarde en la sala de la mesa de piedra. Se fue sin decir nada.

– Deberías llegar volando, hacía las torres –Grité –. Los soldados cambian sus turnos de vigilancia entre ellos para poder dormir, así que no suele haber tantos soldados en ellas.

Narnia. Una nueva y diferente aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora