XXIII

1.3K 216 79
                                    

[Leer nota final]

El pasado no se cambia, tampoco se olvida. El pasado se acepta, se supera y te ayuda a seguir.

-¡Emilio!- habló de nuevo- ¡Ma' mira quien acaba de llegar!

El rizado se apartó del cuerpo de Joaquín y caminó al encuentro del chico que le había llamado. Este era de su misma altura, moreno, de cabello oscuro y ojos del mismo color.

-¡Ramiro! Cuanto tiempo sin verte- saludó con emoción.

Cuando estuvieron cerca, el moreno lo abrazó. Una sensación de tranquilidad invadió el cuerpo de Emilio.

-Lo mismo digo, ya tiene mucho que no venías por acá ¿por qué?

-Ya sabes- se encogió de hombros.

-Hey, sé lo duro que fue, pero la vida sigue.

-Sí, pero necesitaba tiempo y centrarme de nuevo.

-Igual no debiste alejarte, sabías que contabas con nosotros.

Emilio sonrió con melancolía. Era verdad, ellos siempre habían sido como su familia, en especial Ramiro. Él era el único hijo Salma y Harold, los dueños de aquella cafetería. Desde el primer día que se conocieron algo surgió entre ellos y se hicieron grandes amigos. Habían compartido tantas aventuras juntos, se hicieron cómplices y aprendieron mucho juntos. 

-¿Y qué te ha traído hoy por aquí?

-¿No puedo visitar a los amigos?- bromeó.

-¡Emi!- la voz cansada de una mujer se escuchó cerca- ay nene como nos has abandonao'.

-Hola Salma- saludó y besó la mejilla de aquella mujer mayor- ya veo que me han extrañado.

-Que si no. Que gusto tenerte por aquí- lo abrazó.

-Gracias. 

-Mamá y yo pensamos que ya nunca ibas a volver.

-Y no están muy lejos de la realidad.

Tras la muerte de sus padres decidió no volver a la cafetería, era un lugar importante para él, pero estaba tan impregnado de recuerdos, que le hacía extrañarlos en demasía. "De danzón y otros placeres" guardaba tantos momentos, tantas comidas compartidas, tantas celebraciones, tantos cumpleaños, tantos bailes, tantas risas. No pensó estar listo nunca para volver aquí, no hasta que conoció a...

-Joaquín.

-¿Quién es Joaquín?

Ignoró la pregunta de su amigo para girar su cuerpo en dirección a la entrada. Joaquín seguía ahí de pie, observando con una sonrisa en su rostro. Emilio sonrió al instante y caminó hasta él. 

-Perdón por dejarte.

Joaquín negó aún con la sonrisa adornándole.

-No hay nada de qué disculparse, fue bonito ver este reencuentro. Gracias.

-¿Gracias?

-Por hacerme partícipe de esto, de este lugar que es tan importante para ti.

-Tú también lo eres. Ven.

Tomó su mano y caminó de regreso. Ramiro y Salma no se habían movido de sus lugares, intercambiaron una mirada cómplice antes de observarlos sonrientes.

-Él- dijo Emilio- él es Joaquín.

-Un gusto conocerte hijo.

-Igualmente señora.

Danzón|Emiliaco|Where stories live. Discover now