Tsukishima 💜Hinata

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𝑉𝑖𝑛𝑒 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒, 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑟𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜. 
𝑁𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑠 𝑙𝑜 ℎ𝑒𝑟𝑚𝑜𝑠𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑟𝑒𝑠.
𝑇𝑢𝑣𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑟𝑡𝑒, 𝑑𝑒𝑐𝑖𝑟𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑜.
𝐷𝑒𝑐𝑖𝑟𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑒𝑠𝑐𝑜𝑔𝑖.
𝐶𝑢𝑒́𝑛𝑡𝑎𝑚𝑒 𝑡𝑢𝑠 𝑠𝑒𝑐𝑟𝑒𝑡𝑜𝑠 𝑦 ℎ𝑎́𝑧𝑚𝑒 𝑡𝑢𝑠 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑎𝑠
𝑂ℎ, 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑎𝑙 𝑖𝑛𝑖𝑐𝑖𝑜.
𝐶𝑜𝑟𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑐𝑖𝑟𝑐𝑢𝑙𝑜𝑠, 𝑗𝑢𝑔𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑎𝑟𝑎 𝑜 𝑐𝑟𝑢𝑧.
𝐶𝑎𝑟𝑎𝑠 𝑒𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑖𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑙𝑒𝑗𝑎𝑛𝑎.
𝑁𝑎𝑑𝑖𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑟𝑖𝑎 𝑓𝑎́𝑐𝑖𝑙.
𝐸𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑙𝑎𝑠𝑡𝑖𝑚𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜𝑠 𝑠𝑒𝑝𝑎𝑟𝑒𝑚𝑜𝑠. 
𝑁𝑎𝑑𝑖𝑒 𝑑𝑖𝑗𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑟𝑎 𝑓𝑎́𝑐𝑖𝑙.
𝑇𝑎𝑚𝑝𝑜𝑐𝑜 𝑑𝑖𝑗𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑟𝑖𝑎 𝑡𝑎𝑛 𝑑𝑢𝑟𝑜.
𝑂ℎ, 𝑙𝑙𝑒́𝑣𝑎𝑚𝑒 𝑑𝑒 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑡𝑎 𝑎𝑙 𝑖𝑛𝑖𝑐𝑖𝑜.

                                                𝐶𝑜𝑙𝑑𝑝𝑙𝑎𝑦 













—¿Necesitas ayuda? 

Shouyo levantó la cabeza, rindiéndose miserablemente con su intento por ajustar bien la faja de su yukata.  La mujer mayor entró, acarició rizado cabello de jengibre y palmeó el hombro de su hijo mayor. 

— ¿Quieres hacer algo con tu cabello? Es largo, puedo trenzarlo por ti, o darte un broche.

El primogénito de los Hinata giro a dónde su madre y levantó los brazos, permitiendo que dedos experimentados se realizarán entre los ajustados amarres, dejando un perfecto acabado.

— He estado ocupado, no tuve tiempo de cortarlo. — suspiró, girando entre sus dedos uno de los largos mechones. Había mucho en su cabeza además del cabello. 

Desvió los ojos del rizo que sostenía a la muñeca. Ahí, donde el fantasma de una frase flotaba sobre su piel. Era débil, pero ahí estaba. Recordándole que había palabras que necesitaba escuchar. 

— Gracias, mamá. — la mujer se levantó e inspeccionaba su trabajo. Quitando polvo inexistente y alisando arrugas invisibles. 

Ella levantó la vista y le dio a su hijo su mejor sonrisa de mamá. Esas que te hacen doler el corazón y te calientan el alma. Llevó la mano y sostuvo la mejilla del más joven. 

— Te ves tan guapo — suspiró soñadora. — No puedo creer que ya seas tan grande ¡A dónde se fue mi niño! 

Shouyo se apoyó en tacto de su madre, colocó su mano sobre la de ella, sonriéndole. Nunca dejará de sentirse pequeño a su lado, no importa la edad que tenga. 

— Mamá — reprendió con falsa molestia. 

La mujer se acercó y le beso la frente, sentándolo en la cama para comenzar con el cabello. Shouyo soltó una risa cantarina. Mirando como la mujer trabajaba por el reflejo del espejo.

Observaba con adoración a la mujer que le había dado la vida. La manos hábiles que recogían rizos y sujetaban en un desastre más organizado. Vio brillar el anillo. La alianza dorada sobre rizos atardecer, viajando a la muñeca de la mayor. Donde descansaba la frase que su padre había dicho para ella. 

A la cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora