Terushima 🖤 Yamaguchi

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— ¿Que dices pequitas, aceptas o no?


— Terushima-san, por favor deja de acosarme

— Oh, vamos pequitas te advertí sobre lo que pasaría y tú no quisiste hacer caso. 


— No quiero escuchar eso, por favor.

Terushima había estado coqueteando con Yamaguchi desde el inicio del semestre. No era que el pecoso no estuviera interesado, dios el tipo era malditamente atractivo pero Yamaguchi quería algo serio y el teñido no lucia como alguien de relaciones largas.

— Entre patanes nos reconocemos, pequitas y podía oler a ese idiota a kilómetros.

Yamaguchi bufó. En lugar de aceptar al sexy teñido decidió salir con alguien más “serio” un chico de otra clase. Era tan Lindo y gentil que Tadashi creyó que era el correcto. Terushima le advirtió que no era un tipo de fiar y Yamaguchi lo confirmó cuando fue a verlo de sorpresa a su departamento y al parecer hacia otra cosa más que sólo estudiar.

— Estás confirmando que eres un patán, ya tuve suficiente de ustedes.


— Oye, creíste que era un tipo bueno y resultó un patán. Crees que soy un patán y podría ser un tipo lindo. ¿Porque no salimos y lo descubres? — el teñido estaba sentado frente a Yamaguchi en la cafetería. Buscaba cualquier ocasión para cazar al lindo cervatillo.

Tadashi lo vio cansino bastante fastidiado y arto de ser tomado como juguete. — No estoy para juegos, Terushima-san.

— No planeo jugar contigo, pequitas. En verdad me gustas ¿Que dices? Sólo por un mes y si no te convence te dejaré en paz.


— Si digo que sí... ¿No te propasaras conmigo?

— Tu mandas, cariño.

Yamaguchi suspiró — Está bien, sólo por un mes y veremos qué pasa.


Terushima sonrió amplio poniéndose de pie. Dio media vuelta y se fue regocijándose por el triunfo obtenido.

Tadashi lo vio. El que un chico tan atractivo se sintiera atraído por él le sumaban 20 puntos a su machacada autoestima. No sentía nada romántico por él sólo la pura atracción física pero pensó que podría probar cosas nuevas. Nunca era malo divertirse y Terushima parecía saber hacerlo.


—Su carruaje, mi señor — Terushima le ofrecía un casco al pecoso haciendo una pronunciada reverencia.

— ¿Que? ¿,Que estás haciendo? — Yamaguchi miraba a todos lados muerto de la vergüenza. — ya basta, todos los están viendo.

— ¿Eh? Pero eres mi novio. Es normal que te lleve a tu casa ¿No?

—¿Qu... Nov... Que? — sentía todas las miradas sobre él. Creyó que él teñido pediría una relación silenciosa y verse lejos del campus pero al escucharlo gritar su nombre- bueno, no su nombre en realidad- entre todos esos estudiantes sin pena alguna le dijeron lo contrario.


— Aceptaste salir conmigo, eso nos hace novios. — exclamó poniéndole el casco y ajustándolo de la correa.

— B-bueno, sí pero...

— Entonces no hay nada que discutir — sonrió y de subió a la bonita Harley invitando al pecoso con la mano.


— No voy a subirme en esa cosa. Quiero vivir, gracias.

— ¿En serio?

Yamaguchi trago en seco. El teñido lo miraba de una forma tan seductora que era imposible no ponerle atención. Se inclinaba descaradamente hacia adelante, recargando los codos en tablero.


No podía negar que se veía irresistible sobre esa motocicleta. Algo dentro del pecoso se removió, hechizado por esos bonitos ojos dorados y el como hacía chasquear el piercing de su lengua entre los dientes. No le molestaría probarlo y descubrir cómo se sentía entre los suyos.


Esa noche resultó ser increíble. Lejos de lo que Tadashi había imaginado Terushima lo llevó a cenar a un bonito bar donde servían el desayuno a todas horas. Charlaron, coquetearon y bailaron hasta que las manecillas del reloj recelosas exigían un final a la velada. El teñido llevo a Tadashi hasta su casa y se despidió besándole la frente.

Esa noche el pecoso gritó como colegiala hormonada en su habitación.


Los días pasaron entre almuerzos, estudios y partidos de vóley. Entre charlas, música y caricias furtivas. Los ojos del teñido siempre lo buscaban a él y caminaban de la mano por el campus.

Yamaguchi no podía sentirse más especial puesto que nunca había vivido un romance como ese con ninguna de sus parejas anteriores, no tenía idea que el amor podía ser algo tan maravilloso.


Fue entonces que se sorprendió a sí mismo de darle nombre y sentido a lo que le cosquilleaba en la barriga.


Amor

Entonces pensó, tratando de controlar el rojo que le quemaba las mejillas. Pensó, intentando que al rememorar las palabras del mayor su pecho no hormigueara. Pensó, tratando de no sentirse flotar al pronunciar su nombre.

— Dios... No puede ser, ¿Lo amo?



El mes llegaba a su fin y Yamaguchi sentía que moría de a poco. ¿Que pasaría si Terushima descubría que no quería estar a su lado?  ¿Si decidía que ese mes fue suficiente con él?

El sueño se acabaría y ni siquiera había probado esos dulces labios.



— El mes se termina hoy, pequitas. Dime que pensaras en lo que te dije. — Terushima estaba serio y calmado. Algo que no había visto en él todo ese tiempo.

Los ojos del pecoso brillaban y sólo podía pensar que quería que acortará la distancia de una buena vez y lo besara. — Lo haré, Terushima-san.

Pudo admirar las perfectas facciones del mayor cuando se acercó para abrazarle. Deslizó las manos por la amplia espalda del teñido y delineó los tatuajes de sus brazos con los dedos.

— Te veré mañana entonces. — le susurró al oído acariciándole el hueco del cuello con los labios.


Tadashi jamás había deseado tanto un beso — ¿ Podría contestar ahora? — soltó temeroso

Terushima levantó la cara de su hombro y le miró juguetón. Se alejó un poco y reviso su reloj de mano. — Son las doce... — expresó

Yamaguchi sudo frío — ¿Eh?

— El mes ha terminado

El pecoso lo miraba con duda — ¿E-eso es bueno?

— Oh, si que lo es

Tadashi sintió algo romperse dentro y Terushima lo miraba perverso.

— Prometí no propasarme contigo este mes y se ha terminado


No podía entender lo que estaba pasando. Las cosas sucedieron tan rápido que no le daba tiempo a su cerebro de procesar.

Terushima se acercó a él demandante, tomándolo entre sus brazos y exigiendo sus labios.


Suave, frío, embriagante y sabor a almendras, como ese helado que habían comido regreso a casa. Podía sentir el metal que atravesaba la lengua del mayor bailar en sus labios y sí, era justo como lo había imaginado.

Sus pies se separaron del suelo y tuvo que sujetarse del mayor o seguramente entraría flotando a su habitación por la ventana.


— No tienes idea lo difícil que fue contenerme éstos días — gruñó empujándolo suavemente, buscando que la obscuridad de la noche les diera un poco más de privacidad.


— Creí que ... Te habías arrepentido — se las arregló para contestar al teñido


— ¿ Por qué haría eso?


Había desesperación latente empujando a sus manos conseguir más. Más piel, más caricias, esa sensación adictiva que sentían al escuchar al contrario pedir más. No era suficiente.


— Carajo — gruñó al escuchar las llaves que buscaba desesperadamente en su bolsillo habían caído al suelo.


— ¿Que pasa, corderito? ¿Tratas de huir de mi?

Le sonrió, cálido y atrevido. Con esa inocencia que ya no poseía. — Mis padres no están en casa.

A la cartaWhere stories live. Discover now