Daichi🖤Asahi

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La luz entraba por la ventana anunciado la llegada de un día nuevo. Asahi se encontraba recostado, admirando la apacible expresión de su pareja. Lo amaba. Habían peleado tanto para llegar a donde estaban y es que el hecho de hacer algo a lo que tu familia no estaba de acuerdo era difícil.

Los dejaron a su suerte sin más que un par de ropas en una mochila pequeña y las frías palabras “para mi estás muerto”. Dolía, aún dolía como el primer día pero saber que alguien
le tomaba la mano y ayudaba a subir las cuestas más empinadas le daba el valor de sonreír.

Subió la mano que descansaba en su estómago y la estiró para tocar esos cabellos obscuros, tan suaves. Le encantaba enredar sus dedos entre cada mechón; siempre era una excelente ayuda a la hora de reclamar un beso.

— Deja de mirarme mientras duermo, das miedo, Asahi — sonó la voz soñolienta y perezosa de su compañero.

— Ah, lo siento Daichi — retiro la mano por instinto pero una muy conocida lo detuvo.

Acarició suavemente sus nudillos y entrelazó los dedos con los de su amante. Abrió los ojos sintiendo aún la caricia de su amado — Lo siento — susurró Daichi — En verdad lo siento   — apretó más el agarre de su mano.

Los ojos del castaño se perlaron y una lágrima huyó de su hogar dejando un pequeño camino por el dolor de su partida.

Daichi se levantó y lo jalo hacia él, estrechando lo en un abrazo. Sin palabras, ellos no las necesitaban. Acarició la suave piel de su espalda rosando los largos cabellos que llegaban a sus omóplatos. Acarició el hombro del castaño con su nariz inhalando su delicioso aroma como, si de un momento a otro fuera a desaparecer. — Eres un llorón — Dijo al sentirlo hipar 

Habían tenido una discusión la noche anterior. Michimiya, la chica con la que se había comprometido le había ido a buscar en nombre de su padre, diciendo que si estaba dispuesto a dejar sus estupideces podía volver a casa y asumir la cabeza de la familia.

Ella no tenía la culpa. Era una buena amiga que lo comprendió pero al verlo en la puerta abrazándola, Asahi se sintió nada imaginándose lo peor. Sus inseguridades siempre jugaban un papel muy grande en su contra.

— No me dejes — sollozó

— Nunca — apretó el abrazo, tanto que podía sentir ambos corazones latir a la par. — Te amo.

Una pequeña frase que siempre lograba calmar a su pareja. Te amo, como si pudiera mágicamente unir los pedazos rotos con ese hechizo. Te amo, como si con eso enjuagara toda la inseguridad que martirizaba su corazón.

Diría todos los te amo del mundo, sólo por verle sonreír. 

A la cartaWhere stories live. Discover now