« Garantía, Goce, Guillotina »

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Manos lo rozaban por todos lados, limpiando, cubriendo de cremas y maquillaje, alguna especie de polvo blanquecino por todo su cuerpo. El bochorno de a poco iba desapareciendo aunque la boca de su estómago continuaba apretada como si lo estuvieran agarrando de allí una mano furiosa. Se dedicaba a mirar fijamente uno de los pilares, los diferentes grabados que había en una lengua similar a la que Jongin tenía en su cuello, por la nuca. En cuanto llegó fue arrastrado a ese lugar, el ambiente era diferente esta vez, podía percibirlo con todos sus sentidos. Los sirvientes, en su mayoría mujeres, utilizaban los mismos antifaces que había visto la vez anterior que había estado en ese edificio, no le dirigían ninguna palabra, tan solo tomando su cuerpo con cuidado, quizá un atisbo de temor pero a la vez urgencia por realizarlo a tiempo. Su cuerpo no es cubierto por nada más que una bata blanca y sedosa, la cual tocaba el suelo y se arrastraba ligeramente, de igual forma es puesto un velo traslúcido del mismo color sobre su cabeza, cubriéndolo hasta el codo, y las manos cesan todo movimiento; en ese momento entra una mujer con el rostro descubierto, su atuendo completamente de negro, una toga simple con algunos detalles plateados. Esta lo mira de pies a cabeza y le sonríe ligeramente, a lo cual solo reacciona a inclinar su cabeza en signo de respeto. Todos allí eran más importantes que él, después de todo, y el temor al castigo estaba presente aún cuando todavía no lo experimentaba directamente. Su aura era diferente, grande pero no tan pesada como la de KAI, en lugar de aplastante, se expandía por la habitación y se mezclaba entre los cuerpos, dándole la impresión de algo tan ligero como el aire, pero una textura como el agua, si es que aquello daba sentido de alguna forma.


—Sin duda eres un Do. —Dice la señora a quien, al escucharla, la reconoce como una de las mujeres que habló cuando fue presentado. —Me leíste en el momento en que entré, ¿no?


Kyungsoo levanta la cabeza, con los ojos ligeramente más abiertos pero sin palabra, sorprendido pero desconfiado de estar en el lugar de contestar, de dirigirle la palabra nuevamente. La mujer se voltea hacia los sirvientes atrás suyo, quienes limpiaban el lugar, y en el segundo en que su mirada cae sobre ellos, se escurren rápidamente luego de una profunda inclinación. Una vez solos, la mujer toca su hombro, ante lo cual su cuerpo reacciona tensandose automáticamente.


—Tienes un don, un don muy lúcido, muchacho. —Continúa hablando, atrapando sus ojos incluso a través del velo, pero Kyungsoo no sabe si quiere escucharla, si desea comprender más allá esa naturaleza tan pronto, con todo lo que está pasando en el momento. —Aún no te lo han dicho, ¿no es así? —expresa más para sí misma que para él.—Van a ser una poderosa pareja.


Él se mantiene inmóvil y la mujer eleva las cejas, como instándole a hablar, por lo que, luego de unos segundos de duda, decide murmurar—¿Qué... qué va a pasar ahora?


—Nosotros lo llamamos la Ceremonia de Himeneo, aunque para ti puede ser nupcias, el matrimonio —automáticamente sus dedos se aprietan en un puño débil. Había una sospecha, ahora es un hecho, una confirmación.—Es a través de la unión de sus cuerpos, el acto se consuma frente a todos los miembros.


—P-Pero—se detiene en seco, mirando al suelo marmolado, sus rodillas un poco más temblorosas que cuando había ingresado al lugar.


—Todos acá pasamos por esto, es tu destino. —La mujer lo intenta consolar, de alguna manera, lo oye en el tono de su voz, en la forma en que toma una de sus manos entre las suyas, instándole a que levante la mirada. ¿Cómo es posiblemente ese su destino? se pregunta, un remolino de interrogantes similares nublando su vista, sus ojos se empapan, un dolor inminente en su sien y su frente. —Sí lo es, muchacho, es tu destino, aunque ahora no lo sepas. Eres un Do y no tienes idea del prestigio que tu sangre tiene. Fuiste salvado, debes dejar lo que conocías como tu vida, olvidarlo.

ABECELOSO; KaisooOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz