6. F

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El bulto acurrucado sobre la cama no dejaba de estremecerse; los gemidos, el lloriqueo—se lamentaba como si le importase de verdad. Lo observó por unos segundos, agitado, tenso, el aire entraba y salía de sus pulmones, entraba y salía, entraba y—giró sobre sus talones y se volvió a acercar al armario que estaba en el suelo para golpearlo a patadas, una y otra y otra vez, desarmándolo aún más, pisando sobre él, haciendo que finalmente la madera cediera y se desarmara por completo con un par de puñetazos más. Por sus nudillos corría un líquido caliente que le goteaba, manchaba la alfombra, saltaba a las paredes, lo pintaba todo menos la cama. La habitación era un caos, con las pocas cosas que había en ella vertidas por el suelo, rotas, destrozadas, salpicadas de escarlata.

Al finalizar la asamblea, con los presentes mirándolo con desdén o desinterés por la noticia, la humillación y esa otra sensación que no podría identificar, que probablemente cambió su expresión e hizo que Kyungsoo se encogiera aún más que antes al avistarlo, causaron un zumbido por su cuerpo. Sus dedos necesitaban apretar algo con fuerza, la ansiedad era algo nuevo para él por lo que, con Kyungsoo nuevamente vestido y mirando el suelo en su cojín, no desperdició un solo segundo en tomarlo del brazo y llevárselo a zancadas largas, avisando brevemente que se reuniría otro día para ponerse de acuerdo con la misión que había aceptado.

No le había dirigido una sola palabra, ni dado ninguno de los castigos que se merecía. Jongin se había logrado contener porque el llanto comenzó en cuanto lo tiró a la cama y golpeó la muralla, con su puño que crujió fuertemente.

—¿Por qué lloras? —pregunta cuando se ha cansado lo suficiente para hablar sin volver a salirse de control. Kyungsoo no reacciona. —¡Respóndeme! ¡¿Por qué lloras, joder?! —repite, acercándose y tomando de la muñeca al chico, levantándolo de su posición. Sus ojos están rojos y, con su otro brazo, se tapa de inmediato el rostro. —No pensaste en mi proposición, ¿cierto? No te atreviste a pensar en ella.

Kyungsoo sacude su cabeza, mascullando entre dientes algo que no logra entender y la escena se reproduce similarmente por cerca de quince segundos antes de que el pelinegro suelte un quejido lastimero más alto y Jongin se da cuenta de que lo está lastimando de lo fuerte que lo tiene agarrado, por lo que suelta sin cuidado.

Y se halla ahí, parado, con los puños apretados a su lado.

—¿Por qué me haces esto? Yo te amo. —Solo necesita que Kyungsoo lo entienda y se dé cuenta que sus deseos van más allá de la obsesión que un hombre puede tener sobre su ídolo; es su futuro, es el destino de ambos. —Yo te amo, mi tesoro. Te amo... te adoro tanto.

Y verlo ahí, llorando, es extraño. Ahora, que su mente se comienza a enfriar, cuando no hay nada que hacer más que esperar, y besarlo, y esperar, se aproxima y se acuesta frente a él, envolviendo sus brazos alrededor suyo. Kyungsoo se deja, como había comenzado a acostumbrar hacer.

—Lo... lo siento. —Se oye de pronto, luego de unos minutos en que Kyungsoo por fin deja de llorar. Jongin besa su frente. No había nada que le encantara más que cuando el otro no se resistía a él. —Si pensé en la... proposición.

—Yo no tengo el poder de saber si me estás mintiendo ahora. Pero quiero creerte, ángel mío.

—Podré volver a salir si- si acepto, ¿verdad? —esa frase hace que la sonrisa que comenzaba a descansar en sus labios desaparezca casi con violencia, al igual que las caricias que estaba dando en esa maravillosa y angosta espalda. —¿K-KAI?

—Así que de eso se trata todo esto—musita con la mandíbula apretada—Todavía quieres escapar de mí.

—¡No! Yo-

—Por qué mierda, entonces, B supo que estabas mintiendo. —Jongin se sienta y Kyungsoo como reacción automática hace lo mismo, entonces el hombre mayor lo toma de los hombros. —Dímelo. Ahora. Necesito saberlo. Si de verdad te repulsa tanto la idea de estar conmigo.

Porque estamos destinados a estar juntos. ¿Cómo no lo podía comprender? ¿Por qué continuaba con eso? Pudo haber hecho de esas semanas un completo infierno para el muchacho; Jongin pudo haber convencido a Kyungsoo de maneras mucho más infames, haberlo extorsionado con métodos irreversibles para el estado mental y físico del otro- Pero se contuvo. Por el bien de él—se reprimió como nunca lo había hecho por alguien. Los labios del menor tiemblan cuando levanta su mirada. Su voz es un temblor susurrante.

—Estaba nervioso. Tengo... tengo miedo. —Sus ojos enrojecidos no se despegan de la cama—Eres un asesino.

—Estas manos nunca te van a matar, Kyungsoo. ¿Cómo todavía no lo entiendes? —Las pupilas de Kyungsoo, grandes y profundas le hacen pensar que quizá sí. Quizá... por fin. Jongin nunca le ha suplicado a una de sus víctimas algo, pero Do Kyungsoo es tanto más que eso. —Dime que vas a ser mío. Dímelo. Necesito que me digas que me aceptas, por favor. Solo por un momento... quiero creerlo.

Solo un poco más.

El sabor a la victoria hacía su camino lento y serpenteante por la punta de su lengua. Jongin estaba preparado para engullirla, tragársela de un bocado, porque Kyungsoo le estaba dando esos ojos que nunca antes había visto en él, esos que indican la toma de una resolución perfecta, tan perfecta como lo es él; es la decisión, la sumisión, el ceder de las últimas cuerdas.

—Está bien—murmura, mordiéndose el labio— Acepto. Soy... soy tuyo, Jongin.

La sangre se le calienta de formas muy distintas a hace un par de minutos, y es verdad, no hay manera en que sepa si está mintiendo o no; no con Do Kyungsoo, no con su ídolo que más que una de sus víctimas, repletas de miedo y fáciles de leer. Lentamente se acerca a él, con una presencia más grande que nunca, acerca sus labios a los rosados y suaves, tentadores, tan jodidamente deliciosos.

—E-Espera. No- No quiero... —le dicen esos labios, sin embargo son solo palabras, no hay acción que las corrobore, y Jongin vuelve a sentir la dicha de la excitación, tan extraña en su entrepierna, agarrando esa pequeña y delicada nuca con una de sus manos, apretando un muslo con la otra mientras su presencia hace que la otra acabe recostada en la cama, mientras su ropa inmaculada es ensuciada con la sangre que le escurre de los nudillos, ensuciando todo con sus manos.

Y murmura sobre su boca delicada, lista para ser tomada—Deja de resistirte, mi amor. Déjalo. 




/nota autor: 31 DE MARZO, I DID IT. 

ABECELOSO; KaisooWhere stories live. Discover now