7. G

776 122 33
                                    


El grafito araña el papel pero no lo suficiente para rasgarlo, tan solo rasguños cargados en gris que crea un silbido interminable, apenas interrumpido cuando da un salto palabra a palabra. Jongin le había dejado un montón de papeles para que los usara como quisiera, junto con algunos lápices sin demasiada punta, a lo cual advirtió no esperaba que "mal utilizara" antes de desaparecer por la entrada. Nuevamente estaba solo, aunque extrañamente este era el tercer día; una leche con plátano en un vaso plástico lo acompañaba mientras se descargaba en argumentos y contraargumentos, poemas y noticias inexistentes. La sangre seca aún permanecía en algunas superficies de la antes inmaculada habitación, aunque había disminuído en su mayoría luego que hubiese intentado limpiarlo todo en un arrebato de ansiedad. Ahora que habían pasado días podía corroborar con tranquilidad todos los utensilios del estudio, no habían instrumentos de cocina ni nada filoso, los alimentos eran en su mayoría inofensivas frutas, productos en caja, de consumo rápido e inmediato. Tampoco había cloro ni nada por el estilo, apenas una esponja y agua, tibia o fría, no caliente, no espejos, nada de vidrio, ropas holgadas y solo blancas.


Por lo que ya comprendía todo se trataba de una especie de secta o logia, Sociedad Z, como había oído que le llamaban, la cual por supuesto que era secreta, nunca había oído ni el remoto murmullo de algo así, incluso lleno de teorías conspiracionales y él mismo tratándose de un estudiante de periodismo. Se dividían en escalones, Jongin era uno alto, lo había sabido en el momento en que se había sentado en el círculo más cercano al centro en aquella reunión, y por la manera en la que se dirigían hacia él—con gran respeto. Pero por supuesto que habían personas más arriba, como sus supuesto padre, aunque lo único que los relacionaba fuera su platinado cabello. Estaba intentando recopilar la información pero todo le resultaba demasiado para su estado mental actual, ¿se volvería loco? ¿qué sucedería con él? ¿Podía confiar realmente en Jongin, en KAI? Nada le aseguraba que no fuese a ser desechado más tarde, cuando se aburriera de él, necesitaba ser más inteligente que eso, aunque le era difícil seguir su propio instinto moralista cuando lo tenía alrededor suyo. Su presencia era muy grande, lo consumía, pero aquello encontraba que no le era... desagradable.


Cuando lo presentó a su padre y olvidó ponerle las vendas en los ojos creyó ver demasiadas cosas en ese edificio, intentaba deshacer la sensación horrenda que obtuvo de esos pasillos pero le era imposible. Se escondía allí una energía peligrosa, que rondaba, porque no parecía provenir de un lugar en específico, en cada esquina parecía haber una presencia asomándose para burlarse de él, los ojos de los cuadros siguiéndolo mientras era llevado del brazo hasta el estacionamiento. Por supuesto, Jongin parecía no prestarle atención a nada de esto, aunque cabía la posibilidad de que no fuese capaz de percibirlo, quizá la costumbre ya había nublado cada expresión de lo mortuorio o mefistofélico presente en cada metro cuadrado de esa parte del edificio. No estaba seguro de que ese edificio fuera el mismo de la otra vez, pero sin duda alguna era más peligroso. Kyungsoo entretuvo la idea de lograr escapar del lugar, de sacar a la luz absolutamente todo, aunque en esos momentos no entendiera ni la más mínima extensión de lo que el todo involucra. Habían grandes probabilidades de que también ese todo esto estuviese aún por sobre el sistema que conoce, y no descarta aquello, las probabilidades son altas. Terminaría muerto, de eso estaba seguro. Necesitaría prensa internacional, tendría que ser algo mucho más grande aunque, por otro lado, esta era una oportunidad.


Cuando Jongin volvió lo primero que hizo Kyungsoo fue pedirle que le trajera flores. A la mañana siguiente, todo el cuarto estaba inundado de fragancias florales deliciosas, pesadas, de diferentes tipos, el piso convertido en un mar de pétalos en múltiples colores y una nota junto a su mano que leía "Una pequeña muestra de amor para el ángel más precioso, K". Una risa. Era su propia risa. ¿Estaba sonriendo? Ya había aceptado de todas formas, sabía que luego de esa afamada ceremonia no habría vuelta atrás. No sabía qué tan coartada estaría su libertad realmente, esto era supervivencia, el más salvaje y crudo impulso para seguir vivo. Si Jongin tanto lo deseaba, así lo tendría, pero Kyungsoo no era idiota—rendirse no era la palabra apropiada, se estaba adaptando a una nueva forma de vivir.



Y le sacaría el provecho máximo a lo que ahora sabía— tenía a KAI en la palma de su mano.

ABECELOSO; KaisooOnde histórias criam vida. Descubra agora