4. D

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La fiebre es difícil de manejar, es intensa; el calor lo consume como una llama abrasadora e incontrolable que nace de su propia piel, pero a la vez le produce escalofríos tan fuertes como espasmos. Sudor corre por su cien y sale de sus poros como si se encontrase dentro de un horno, y es tan vehemente que le hace perder el sentido de orientación, del tiempo y solo necesita agua, líquido, aire fresco, porque su garganta se cierra, su pecho se contrae, sus extremidades se revuelven y su espalda se encorva por sí sola. Pasa a ser desesperación, un estado mental de angustia e irritación de no poder liberarse del desasosiego de su cuerpo y el malestar extraño que le hace revolverse sobre el colchón y luego arrastrarse por el suelo como un gusano. Kyungsoo intentó vomitar lo que fuese que Jongin empujó por su garganta, pero a pesar de que botó los contenidos de su estómago la sustancia parecía haberse apoderado ya de su cuerpo, haciéndole reaccionar de inmediato. Su corazón ha estado así de acelerado hace horas y, por primera vez, lo único que desea es que Jongin vuelva; dejar de estar solo, detener la desesperación nerviosa que le hace lanzar gritos, apretar sus dientes y respirar desacompasadamente.


Ni siquiera se da cuenta cuando la puerta se abre, por lo que la luz de la linterna con la que es alumbrado directamente al rosto le sorprende, a la vez de enceguecerlo por completo, haciendo doler sus ojos.


La luz es desviada y dejada a un costado, en el suelo, sirviendo como fuente de luz que le permite vislumbrar la silueta de Jongin arrodillándose junto a él. No alcanza a distinguir su expresión con claridad, pero adivina que debe ser una de diversión; lágrimas de frustración caen por sus mejillas, pero a esas alturas apenas logra hilar un par de ideas coherentes. Siente sus latidos fuertes en sus tímpanos, su pecho subiendo y bajando sin control.


—A-Ayuda —pide, intentando llevar sus brazos a Jongin, pero estos le obedecen con tal torpeza que acaban por parecer un intento sin control motor de levantarlos—Ayuda. Mi- mi pecho... No- no puedo...

Hay una caricia al costado de su rostro, la figura de Jongin es cada vez más confusa.

—¿Dónde están tus modales, cariño?

—Por... por favor. Por favor—suplica, repitiendo las palabras una y otra vez, sin darse cuenta. No quiere morir, pero la sensación es demasiado agobiante. Por favor.

—Así me gusta —El hombre se pone de pie, sus pupilas parecieran brillar de la intensidad con que lo miran desde arriba. Sus gemidos de ayuda se mezclan con los del otro de pura satisfacción. —Si pudieses verte ahora, oh, amor. Un manjar ante mis ojos. Una delicia caída de los cielos. Déjame probarte por un momento, te aseguro que te sentirás mejor.


Jongin se acomoda sobre él como una bestia acechando a su presa. Con una mano toma su mandíbula y le obliga a abrir sus labios sin mucha fuerza, ya que el chico apenas se logra dar cuenta de lo que está pasando hasta que siente una lengua húmeda y caliente lamer dentro de su boca. No posee la lucidez suficiente para detenerlo, sus piernas se doblan, sus dedos se empuñan, sus ojos se cierran y sin capacidad de evitarlo se deja besar lujuriosamente por el otro; la saliva se escurre por la comisura de su boca y en el estado en que se encuentra deja de ser algo asqueroso, reemplazado por la idea perdida de algo nuevo y suave, excitante y estimulante.


—N-no, por favor —balbucea cuando Jongin se dedica a mordisquear sus labios, hambriento, bajando por su cuello, mientras sus manos tocan la piel del torso del chico, sintiéndose frías y alivianes sobre su piel ardiente— ¿Voy... voy a morir?

—Nunca te dejaría morir. Tan solo tienes que entregarte a mí, precioso. Es muy fácil.


Todo se vuelve demasiado sofocante, más que antes, las llamas lo abrazan hasta no poder más y su cuerpo se retuerce una última vez cuando Jongin toca su entrepierna y se da cuenta del enorme placer y consuelo que le provoca aquello. Hay sabor a sangre en su lengua, la silueta se mueve cada vez más nubosa y lenta sobre él.


—No. N-No, no... no...

—Shh, tranquilo —murmuran en su oído.


Su mirada se desvía hacia arriba a la vez en que su cabeza cae suelta como la de un muñeco; su boca se abre emitiendo gimoteos que no alcanza a escuchar, porque solo son sus latidos y las manos de Jongin manoseándolo cuando su mente se desvanece en oscuridad.

ABECELOSO; KaisooWhere stories live. Discover now