React; [Pennywise/Bill Skarsgård]

𝑋𝑋𝑉𝐼 ¦ 𝐷𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜

Jason vio furioso como Sarah gritaba entre sus brazos aterrada y no podía hacer nada, no entendía qué le pasaba a su adorada rubia. ¿Acaso tenía esquizofrenia? ¿Padecía de alguna enfermedad mental que comenzaba a formarse ahora?
Soltó un suspiro al verla sufrir tanto, las lágrimas no paraban de brotar de sus ojos y gritar a todo pulmón el nombre Jason.
Eso lo confundía todavía más, él la tenía en sus brazos, ¿no lo veía?
Soltó un suspiro y sentenció...

—Duerme—al instante ella dejó de luchar, su cuerpo se volvió blando y cayó dormida en sus brazos.

Estaba harto, Sarah llevaba teniendo estos ataques dos semanas, gritaba constantemente el apodo de Regginald Huggins. Eso lo sacaba aún más de las casillas, se suponía que al darle fin a su vida dejaría de fastidiar a su pastelito, pero al parecer lo empeoró.
«Tal vez no fue lo más adecuado dejar que ella lo matara, al parecer no fue el mejor regalo de aniversario» hizo una mueca de resignación y se puso de pie, dejó cuidadosamente a Sarah en su cama y la cubrió delicadamente con la sábana hasta los hombros. Observó su rostro sereno, estaba durmiendo pacíficamente.

Debía descubrir urgente qué era lo que la ponía así, no había defectos en su cerebro, ni estaba tomando ningún medicamento...

Miró hacia la taza de café vacía y entonces comprendió de quién era la culpa, y en su mente enferma predominó una idea.

Andrea Uris entró a la casa con las compras del supermercado, las dejó en la cocina y comenzó a ordenar los productos en sus respectivos lugares. Tarareaba una de las canciones que reproducían en el comercio, se quedó paralizada al sentir una respiración pesada detrás de ella, miró con lentitud la botella de salsa de tomate que tenía entre las manos, y vio unos ojos rojos aterradores. No pudo terminar de contemplar el rostro de su atacante porque él la sujetó del cuello con una fuerza despampanante que la levantó del suelo unos treinta centímetros. 

La botella de salsa cayó al suelo haciéndose pedazos, las garras de... lo que sea que la estuviera atacando, le rasgaron lentamente la garganta, la espesa sangre que brotaba de su garganta manchó todo el piso. 

Sintió que cada bocanada de aire le costaba más, cada vez podía respirar menos, no podía mantener los ojos abiertos por más de que quisiera. Al bajar la mirada casi moribunda, pudo ver su faringe a través de los vidrios rotos de la botella.

 —No más pastillas—gruñó la bestia.

Andrea despertó agitada en el suelo, sintió la mejilla húmeda y algo adolorida, se sentó con lentitud y vio la botella de salsa rota. Su cara estaba bañada en tomate, su vestido también. Jadeó levemente al ver que en su mano se habían incrustado alguno fragmentos de cristal. 

—Mamá, por Dios, ¿estás bien?

Andrea se encontró con la mirada preocupada de su hija, quien al instante la ayudó a pararse. Estaba algo atontada y trataba de recordar lo que le había pasado, pero lo único que se le venía a la mente era esa estúpida pesadilla. Miró por la ventana y se percató de que era de noche.

—Eso creo, me desvanecí...

—¿Tomaste café?—dijo Sarah— debe ser eso. Ese café tiene algo malo, mamá, a mí también me hace desvanecerme, me hizo sentir mal estos días.

Andrea levantó la mirada confundida y vio la taza de café sobre la mesada, hasta estaba manchado con el bálsamo labial que usaba.   

...

Beverly había pasado a visitarla, ambas se llevaban muy bien para llevarse dos años. Puede que Sarah fuese demasiado inocente o ingenua para estar con chicas de su edad, tal vez Bev era demasiado adulta por todo lo que vivía en su casa. Así que eran amigas. 

—¿Quién es Honey Pie?—preguntó Bev, ella le estaba de espaldas a Sarah, husmeando entre los libros de su librero.

Sarah frunció el ceño y se acercó a ver de dónde sacó ese apodo tan particular. Se sorprendió al ver su diario rosa en manos de Bev.

 —Es solo... un chico que me gustaba—rogó que Jason no estuviera allí escuchando, se tranquilizó un poco al no sentir esa aura tan pesada y particular que lo acompañaba cotidianamente.

Bev sonrió y se tiró a la cama boca abajo para seguir leyendo. Sarah sonrió levemente y se sentó a su lado, le incomodaba esa situación, recordaba cada estupidez que había escrito en su preadolescencia sobre él.

—Sus ojos son fascinantes, a veces son verdes y otras azules o celestes... —leyó Bev y la miró con una sonrisa picara—comienzo a pensar que depende de su estado de ánimo, su mirada es tan intensa que me hace sonrojar.

Sarah se sonrojó instantáneamente al recordar eso y desvió la mirada ante la penetrante curiosidad de su amiga. Eso era de la primera vez que lo vio en su forma humana, pero por alguna razón no lo recordó hasta ahora... tenía trece años, le gustaba un compañero de clase y obviamente eso a Honey Pie no le agradó para nada, así que lo mató...

Sarah lloraba desconsolada en su habitación, ni siquiera pudo ver su cuerpo, el funeral fue a cajón cerrado porque el cadáver no podía ser arreglado. Llevaba tres días así, con el corazón roto. 

Sintió una mano fría sobre la suya, su respiración se cortó por la impresión y dudó en levantar o no la cabeza. Pero tomó valor, respiró hondo y lo hizo... su corazón se aceleró y sus pupilas se dilataron al tener un rostro tan hermoso y espeluznante al mismo tiempo. Los rasgos de ese chico era perfectos, pero la brutalidad en su mirada era avasallante, al punto de transmitirle algo incomprensible. Se sentía protegida, pero una voz en su cabeza le dijo que era un demonio.

Algunas lágrimas cayeron por las mejillas de Sarah, Beverly no se percató ya que seguía concentrada en el diario. No entendía cómo se olvidó de eso, según ella su primera demostración como humano había sido hacía ya uno o dos meses... ¿por qué no se acordaba de eso?

Levantó la mirada y su corazón dio el mismo vuelco que en su recuerdo. Jason le dedicó una sonrisa y ella lo comprendió todo... estaban destinados, y por más de que no quisiera, lo amaba.

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¡Volví! Y con nueva portada, la amo, creo que es mi favorita de todas, ¿ustedes qué opinan?