Capítulo 18: Un tiempo

264 23 6
                                    

Mike

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mike

¡Había ganado! Oh Dios mío, sin entrenar una semana, había logrado darle una patada en el culo a él gran Harrison, la rabia, el dolor, la impotencia, y muchas otras cosas influyeron en mi triunfo. Me siento tan feliz.

Unas horas después de la pelea, nos encontrábamos Ethan, Z, Leila y yo, en la azotea del apartamento de Peter. Ethan tomaba una cerveza, y los demás comíamos pizza. Todos nos sentíamos felices, pero observé a Leila un tanto desganada. No sé si debería decir algo o simplemente callarme.

—No puedo creer que lo hicieras de nuevo, es fantástico, admiro tu capacidad de cambiar el resultado de una pelea en cuestión de segundos—Ethan tomó otro trago de su sexta cerveza, no paraba de parlotear de lo orgulloso que estaba de que yo fuera su amigo.

Z se levantó de su asiento, con una rebanada de pizza en sus manos, —Debo ir a dormir. Mañana trabajo por la mañana, pero quédense disfrutando un rato más. Caigo como un tronco en cuestión de segundos.

Nuevamente me abrazó, y me felicitó por mi triunfo por décima vez en la noche, él realmente sabía lo que significaba ir al torneo. Es algo muy importante. Todos los luchadores desean tener esa oportunidad.

—Buenas noches, Z—Leila se despidió moviendo su pequeña mano, y echándose un nuevo trozo de pizza a la boca.

Ethan también se levantó, —Yo iré a dormir un poco, necesito bajar las cervezas antes de llevarte a casa, Leila.

Ella asintió, y ambos observamos como Ethan se tambaleaba un poco mientras bajaba la angosta escalera. Cuando desapareció, carraspeé para llamar la atención de Leila.

—¿Qué te pasa? ¿Tienes una miga de la pizza atorada en la garganta? —su sonrisa burlona, lo decía todo.

Sacudo la cabeza, divertido y me dirijo al puf junto a ella, —Sólo quiero hablar contigo. No has dicho mucho desde que llegamos aquí.

Se encogió de hombros, y sacudió la mano restándole importancia, —No es nada, no te preocupes. Me sorprendió el giro que dio tu pelea, eres impresionante en el ring.

Sus labios estaban partidos, y su ceja tenía un corte, era apenas perceptible, pero me parecía extraño que nadie más lo notara, ambos tenemos los mismos moratones, ¿Al resto no le parece raro?

—¿Te dolió? —ella me observó con clara confusión, —Los golpes que me dieron, digo. ¿Los sentiste?

Abrió sus ojos, e hizo una mueca incómoda, tal vez no quería responder mi estúpida pregunta. Es evidente que sintió todo, —Sí. Lo único que quería era que terminara. Lo siento, quería apoyarte y gritar, pero estaba intentado disimular el dolor.

Tomé una bocanada de aire, —¿Qué puedo hacer? Probablemente siempre después de una pelea los dos quedaremos magullados y fuera de combate. ¿Cómo lo haremos para disimular todo el tiempo?

ConnectionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora