Capítulo 11: Sólo una confusión

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Leila

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Leila

Era domingo, habían pasado dos días desde que Mike y yo nos habíamos besado. Aún sentía el temor, la adrenalina y la preocupación que me invadió, sentía que yo no me pertenecía, fue una sensación inexplicable y extraña.

Hoy me encuentro tendida en mi cama, observando el techo, como si fuera lo más interesante del universo, estoy vestida e hice planes con Frank. Debo llevarlo al parque, quiere ver a Lily, la hermana pequeña de Mike, y no sé cómo sentirme si él está ahí, no sé cómo debo comportarme, ¿Cómo si no hubiese pasado nada? Sólo quería olvidarlo, pero volvía a mi mente, una y otra vez, pero no como un lindo recuerdo. Me aterraba que volviera a suceder.

Un golpe suave, pero decidido, me sacó de mis pensamientos, —Leila, llegaré tarde.

Me levanté de la cama tan rápido que me mareé, tardé un momento en recomponerme y me observé en un pequeño espejo sobre mi escritorio.

Estaba terrible, para empezar, era el segundo día de mi período, me dolía por montones, estaba hinchada, mi cabello, como la melena de un león, y me había salido una espinilla en la frente, que parecía un cuerno de unicornio.

Tomé un labial vino del escritorio, al menos, si no podía estar hermosa, estaría decente.

Me pinté y me tomé el cabello en una cola de caballo, listo. El león estaba domado.

Abrí mi puerta, con fuerza, Frank, cayó de espaldas al suelo.

—¡Auch! Debes tener más cuidado. —me regañó, sobándose el lugar en dónde se había hecho daño.

—Eres joven y hermoso, así que cállate, levanta ese trasero del suelo, te espero afuera.

Bajé con rapidez las escaleras, mamá estaba sentada en el sofá observando un programa de abogados en la televisión. Carraspeé para llamar su atención.

Ella giró, y puso en pausa al programa, —¿Qué sucede?

Se escuchaba cansada, claro. Había trabajado dos días sin parar, la cafetería era de atención las veinticuatro horas, y a veces mamá se quedaba todo el día y toda la noche. Ayer había sido uno de esos días.

—Llevaré a Frank al parque. Iremos en bicicleta.

Ella negó con su cabeza y soltó un suspiro cansado, —Deberías pedirle a tu padre que te compre un coche para tu cumpleaños.

—No. Estoy ahorrando, por eso trabajo como mesera en el Johnny Rockets, ¿Recuerdas?

Asintió, —Nunca vas a trabajar Leila, ¿Qué crees que pienso? Creí que te habían despedido o algo.

—Sólo he tenido licencia, desde el accidente. Pero regreso hoy por la tarde. Vendré a dejar a Frank y me iré al trabajo, ¿Está bien?

—Sí, sólo cuídate, no me gusta que estés sola por las calles hasta tan tarde.

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