Capítulo 14: Descubiertos

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Mike

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Mike

Me lancé a la cama, tapándome la cara con mi almohada favorita, Dios, no quería dormir, temía tener otro de esos sueños, temía recordar algo que había bloqueado por mi propio bien.

Además, no podía sacarme de la cabeza, la reacción de mamá, porque vale, mamá podía ser cabrona cuando se lo proponía, pero nunca se había comportado así con nadie. Leila, se debe haber sentido terrible, y yo no pude hacer nada para impedirlo.

Apreté más la almohada sobre mi cara, y ahogué un grito de frustración. Tal vez, mis estúpidos recuerdos perdidos, me ayuden a descifrar todo este misterio. Tal vez, los recuerdos que veo a diario, son una guía.

Me senté de golpe, eso es lo que son. Los sueños me ayudarán a descubrir lo que sucede en realidad, pero sabiendo esto, ¿Cómo se supone que podré dormir? Es una responsabilidad espantosa.

Cerré mis ojos, y me acosté nuevamente dándome vueltas sin parar, no podía descansar mi cerebro, era imposible. No tenía ni una sola gota de sueño, y los pensamientos me consumían.

Al cabo de un rato, el sueño me alcanzó, pero mis pensamientos no se relajaban, eran las tres de la mañana, cuando mis ojos comenzaron a cerrarse, y encontré al fin, el sueño que tanto había esperado.

Flashback:

Hoy, salí del hospital, con mi cabeza vendada, y con un yeso en mi brazo, el codo me dolía muchísimo, pero la cabeza me mataba.

Cuando llegamos a casa, Kyle estaba sentado sobre el sofá, y la pequeña Lily, estaba a su lado, con sólo tres años, ella era más inteligente que todos nosotros juntos.

Mamá se sentó junto a mi hermano mayor, y comenzó a lanzarle toda clase de improperios, cosas como "No puedo creer el monstruo que he creado" "Eres la persona más imbécil que he conocido" y otras cosas que ni siquiera me siento capaz de pronunciar en mis pensamientos.

Una vez que todo se calmó, Lily, Camille y Kyle, se dirigieron a sus habitaciones, en completo silencio, aterrados de que, si abrían un poco la boca, enfurecerían a nuestros terribles padres.

Yo, por otro lado, fui a la cocina, en busca de un refrigerio, mi estómago rugía de hambre.

Mis padres se habían encerrado en el despacho, a gritarse, como siempre lo hacían cuando ambos volvían a casa. Desde que nació Lily hace tres años, todo está fuera de control. Ahora jamás los vemos, contrataron una niñera, los primeros dos años, después, decidieron que Camille estaba lo suficientemente mayor para poder cuidar a mi hermana pequeña.

Tomé mi tostada, y unté mantequilla de maní en ella, mi jugo de naranja descansaba sobre la pulcra encimera de granito, mi estómago, ya no daba más, rugía con fuerza. Le di una mascada fugaz a la tostada y finalmente me dirigí a las escaleras.

—¡No puedes hacerle eso, Grace! ¡Es tu hijo, por el amor de Dios!

La risa histérica de mamá resonaba al otro lado de la puerta del pequeño despacho que siempre se encontraba bajo llave cuando ellos no estaban presentes en casa, como si guardaran los secretos más oscuros del mundo allí dentro. Sin embargo, había una pequeña ranura, y decidí, mirar por ella.

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