PARTE XIX: ENEMIGOS

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Llegamos a mi casa y Christopher parquea el auto en el lugar donde pertenece. Apaga el motor y con la mirada fija hacia adelante pregunta: —¿puedes entrar a tu casa?

Asiento con la cabeza, aunque en realidad dudo poder hacerlo.

—Voy a dejar la llave en la caja de seguridad —dice y sale del auto sin voltear.

Su indiferencia es el peor castigo.

Abro la puerta deprisa porque no voy a poder contener las ganas de vomitar por mucho más tiempo. Como puedo llego al jardín y me dejo caer de rodillas sobre el pasto. Mi cuerpo se mueve violentamente hacia adelante una y otra vez devolviendo todo lo que tengo en el estómago multiplicado por cien.
Es tanto el escándalo que hago que Christopher, aunque ya se había alejado varios metros, logra escucharme y regresa asustado para ver qué es lo que me pasa. Se acerca, sostiene mi cabeza y me encuentra muy pálida. Sabe que lo que tengo está muy lejos de ser una borrachera así que llama al servicio de emergencia y alerta a Isa y Olga quienes salen de la casa ese mismo instante.

Por suerte para mí, los paramédicos llegan a los pocos minutos y en sus brazos empiezo a convulsionar.

—¿Toma alguna medicina? —pregunta uno de ellos.

—Sí, alprazolam —responde Chris de inmediato.

—¿Bebió alcohol?

—Ella me dijo que no, pero parecía haberlo hecho.

—¿Dónde estuvo?

—En una discoteca, en el centro.

——Lo más probable es que le hayan dado alguna droga ahí, porque no huele a alcohol —dice el paramédico—. Hemos visto varios casos muy parecidos, es una suerte que haya llegado a su casa.

Olga se tapa la boca al escucharlo: —¿Dios mío, pero va a estar bien? —pregunta intentando no llorar.

—Lo vamos a saber dentro de un momento —dice y les pide un poco de espacio para examinarme.

Ya estoy consciente y siento un gran alivio en mi estómago. Ellos revisan mis signos vitales y determinan que no tengo que ir al hospital. Al parecer, gracias a la gran cantidad de agua que tomé, expulsé todo yo sola y no voy a necesitar un lavado estomacal. Toman un par de muestras y ordenan algunos exámenes para establecer a qué se debió la intoxicación. Me llevan con cuidado a mi habitación, me acomodan con la cabeza ligeramente levantada y me ponen un medicamento vía intravenosa. Asegurándose de que me encuentro estable, se retiran no sin antes pedirles a Isa y Olga que estén pendientes de como paso la noche. Las pobres están muy asustadas y quieren llamar a mi papá, pero Christopher es quien finalmente lo hace. Él está en China concretando una serie de negocios por lo que le va a tomar no menos de 48 horas llegar a casa, así que le pide a Christopher que se quede conmigo por si se presenta alguna emergencia y él acepta. Chris le pregunta si debe llamar a mi mamá, pero él le dice que se va a encargar personalmente de hacerlo.

Viéndome dormida, tranquila sobre mi cama no puede evitar pensar, «¿qué habría sido de él si me pasaba algo grave?» Se siente mal por haberme odiado por besar a Samuel, por haber pensado que jugué con él y con otros también y por creer que le mentía.

La luz de mi celular recibiendo mensajes de mis amigas es lo único que rompe la oscuridad de mi habitación. Las horas pasan lento y en algunos momentos mi enfermero oficial se acerca para poner su mano sobre mi nariz y asegurarse que respiro. Todas las dudas que acumuló durante meses; las preguntas sin respuesta; las emociones sin explicación; se aclararon cuando pensó que yo no estaría más, porque solo se tiene miedo de perder a quien se quiere.

Llega la mañana y no hay parte de su cuerpo que no le duela, se quedó dormido en la silla mientras cuidaba mi sueño y ahora va a necesitar mucho más que un café cargado para recuperarse. Camina un poco por la habitación estirándose cuan largo es y alcanza a escuchar un escándalo en el jardín. Mueve la cortina y ve a Arón discutiendo con Isa. Baja las escaleras de dos en dos y a poco llega para ponerse delante de Arón que huele como si se hubiera bañado en ron. Por el nivel de agresividad que muestra el visitante, Isa corre hacia la casa para buscar el teléfono en caso de tener que llamar a la policía. Arón pasa la mano por su cara y frota su cabeza antes de hablar.

A FUEGO (Última cita)Onde histórias criam vida. Descubra agora