PARTE VI: VENGANZA

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El canto insistente de los pájaros junto a mi ventana hace que recobre la conciencia aún sin abrir mis ojos a la luz del sol. Me pongo el almohadón sobre la cara esperando caer dormida otra vez, pero hoy no lo consigo.

Mi despertar a horas de haber tenido una «cita» con Christopher Vélez, está lejos de ser lo que yo esperaba. Y es que después de anoche, cualquier tipo de película que yo podría haber armado en mi cabeza quedó cancelada.

Se preguntarán: ¿Qué pudo haber pasado si parecía que todo marchaba tan bien? Pues que después de vivir en una realidad paralela en la que su actitud atrevida y las enigmáticas palabras de sus amigos me hicieron suponer que yo le gustaba, se me ocurrió hacer una ridícula pregunta. Llegado un momento en la noche donde todos sentíamos golpear el alcohol, mi lengua enredada se soltó para decir: —¿Por qué me invitaste hoy, Cris?

Yo esperaba escuchar algo como: porque me haces reír, porque eres especial, porque no he podido dejar de pensar en ti, porque me pareces linda, o algo parecido al menos; pero la respuesta que recibí fue: —Porque quería un plan tranquilo, hacer algo inofensivo entre amigos.

«¿Qué respuesta es esa?, qué carajo significa?, ¿salió conmigo porque no le provoco ni un mal pensamiento?, ¿soy yo inofensiva para él?», pensé en ese momento de ira.

Suelo ser una persona callada y reservada regularmente, pero cuando estoy en confianza no paro de hablar y ayer en la noche eso me jugó en contra. Creo que podría aprender cuándo callarme y de hecho hacerlo para no acabar escuchando cosas que preferiría no saber.

La reunión terminó para mi justo después de oír esa palabra que me llegó como si fuera un insulto y lo peor fue que tuve que quedarme como una hora más para que no se dieran cuenta de lo mal herida que me dejó chocarme contra esa realidad.

No puedo negar que se me hizo raro que estando rodeado de chicas con porte, cara y cuerpo de modelos fuera yo su acompañante, pero nunca imaginé que me quería ahí porque me consideraba uno más de sus amigos. Tan solo recordarlo me da rabia. Estoy herida en mi amor propio y sé de sobra que yo soy la primera que lo pisotea siempre que puede, pero cuando un tercero lo hace, ahí sí que duele.

Bueno Christopher, ¡no sabes con quién te has metido!, amenazo lanzando un grito ahogado. De ahora en adelante me voy a dedicar a demostrarte que tengo todo lo necesario para ser la villana de la historia y que si me lo propongo puedo enamorarte a ti o a cualquiera.

Sigo con mi profunda reflexión y me burlo de mis locas ideas porque para enamorar a alguien más, primero debo aprender a amarme yo misma y eso aún no ha pasado. Creo que eso es lo que me molesta más que nada.

Para averiguar qué hora es, busco mi celular moviendo mis manos debajo de las almohadas y entre las cobijas. Parece que voy a tener que levantarme porque no tengo idea de donde puede estar ese maldito aparato.

Ya con la vista más clara y luego de varios minutos de agonía repasando cada centímetro del colchón, de las sábanas y del cobertor, confirmo que no lo tengo. Empiezo a sentir el pánico propio de haber perdido un objeto que se siente tan parte del cuerpo como si fuera un brazo o una pierna.

Piensa Beta, ¡piensa! ¿Cuándo fue la última vez que lo tuviste?

Ya se me hacía raro no haber perdido nada desde hace varios días, mi súper poder ha vuelto y a lo grande.

Salgo de mi habitación como alma en pena para hacer lo único que tiene lógica, llamar a mi número esperando que quien haya encontrado mi celular atienda y me lo quiera devolver.

Marco y timbra, que no lo hayan apagado es una buena señal. Sigue timbrando, pero no contestan. Repito el proceso y esta vez no espero mucho hasta escuchar del otro lado una voz conocida.

A FUEGO (Última cita)Where stories live. Discover now