Prólogo

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          Javier Stowell iba veloz por las calles de la ciudad un día miércoles, en su pequeña motocicleta, estaba haciendo bastante frío por la lluvia que arremetía, pero él llevaba un suéter grueso encima de su uniforme tenía una entrega bastante importante de hacer ya que tenía una urgencia de 10/10 que era la más alta y se consideraba de emergencia, ya casi era de noche, en la ciudad había muchos edificios y la iluminación con luces artificiales era tanta que era difícil diferenciar cuando era de día y cuando era de noche.

          Él joven estaba empapado y no le importaba mucho porque le agradaba sentir la lluvia, esas pequeñas gotas en su rostro, era una de las pocas cosas que le gustaban del mundo.

          Tampoco era cómo si pudiera evitar la lluvia no tenía mucha opción, necesitaba el dinero de la entrega para pagar la renta y era su última del día.

         Hacía tan solo cinco días había cumplido diecinueve años y el sistema lo había alojado prácticamente de manera obligatoria en un apartamento alquilado en el que la renta era accesible para él. Sus padres tampoco pusieron oposición. A los diecinueve años todo hombre o mujer debe dejar la casa de sus padres y aportar algo. Era lo que dictaba la “Ley máxima”.

         Javier estaba perdido en sus pensamientos cuando la motocicleta frenó de golpe automáticamente casi sacándolo de ella.

          —Frenos de emergencia automáticos activados, advertencia de repetirse más de cinco veces este evento será sancionado —dijo una voz digital en los altavoces de la moto. La motocicleta tenía un piloto semi automático que tomaba el control en emergencias. La empresa lo había colocado en todos sus medios de transporte pero muy pocas motocicletas lo tenían era algo más común de automóviles.

          Javier reaccionó enseguida y tomó el manubrio con fuerza. El semáforo estaba en rojo y casi había tenido un accidente, ya era la segunda vez que le pasaba así que debía estar más atento porque no tenía el dinero suficiente para pagar el curso que se veía luego de una sanción.

         El tráfico siempre hacía que fuese muy difícil moverse por las calles en un automóvil o en alguna motocicleta. Normalmente las personas tomaban el metro o las cabinas de teleféricos que estaban por todo el mundo
        
          Javier se limpió la cara porque las gotas les estaban dificultando la vista y se quedó observando a las personas en las aceras.

          Algunas esperaban que la lluvia terminara para así llegar a su destino, estaban bajo el techo de unos locales, mientras que otros llevaban grandes sombrillas y caminaban con prisa quizás hacia sus trabajos o tal vez hacia sus casas, Javier sabía que de seguro irían a algún lugar aburrido y rutinario.

          Realmente a Javier no le importaba mucho hacia donde fueran y probablemente ni a ellos mismos les importaba, más bien parecían robots programados. No eran nada geniales como los robots clásicos como TERMINATOR o ROBOCOT o hasta el gracioso CHAPPIE, sino que se la pasaban sus vidas sumergidos en las redes sociales y en su rutina diaria.

          Algunos utilizaban sus gafas de realidad aumentada, otros sus relojes inteligentes, pero la mayor multitud prefería sus teléfonos, algunos con tecnología holográfica, otros un poco más simples.

          Javier aunque tenía tan solo diecinueve años se consideraba así mismo un rebelde clásico, de esos que no aceptaba el sistema en el que vivía que quería ser diferente y desafiar todo, quizás tener un despertar al mejor estilo de THE MATRIX, pero su vida no era muy diferente a la del resto. Era un simple repartidor. De esos que llaman las personas cuando no quieren salir de su casa o no quieren utilizar un DRONE para que se los lleve. Solo ser repartidor de pizza era peor trabajo que el que él tenía.

La realidad detrás del juego (TERMINADA)Where stories live. Discover now