Mi Propia Tumba

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Calix

De reojo iba controlando que Agnes seguía mis pasos, pero no hacia más que pararse a ver cada tienda, cada fachada, cada escultura... Y aun así, ahí estaba, reduciendo el paso para esperar a que se pusiera a mi nivel. Observaba cada gesto que hacía, cada paso en falso que daba, para después retroceder y mirar todo con detalle, cada sonrisa que formaba cuando descubría algún rincón nuevo. En esos momentos, me dolía el pecho como nunca, pero fui capaz de ocultarlo. Lo que colmó el vaso fue el chico de la pastelería; ahora estaba cabreado y dolorido.

Paré en seco al sentir una mala sensación, me giré, viendo a Agnes observar los alrededores; también lo había notado. Me acerqué a ella, viendo la confusión en su rostro, claro que ella no sabía lo que aquellas calles de Odense ocultaban.

- ¿ También sientes que te están observando ? - Dijo con el ceño levemente fruncido mirando a lo lejos.

- No - Mentí - Tal vez, son imaginaciones tuyas... - Saqué la mano del bolsillo del pantalón y se la tendí, haciendo que me mirara con sorpresa - Eres muy lenta, vamos - Tomó mi mano y retomamos el camino. 

Estaba atento a nuestro entorno, lo que menos quería es que Agnes se cruzara o intercambiara alguna palabra con quien no debería. La miré de reojo, viendo que seguía como hasta ahora, lo único que ahora seguía mis pasos sin pararse, y aunque la llevaba de la mano, la pesadumbre seguía presente. Claro que, tenía los motivos suficientes...

Veía más allá de lo que ella podría imaginar, su aura blanca era inusual, nadie podía tener un alma tan pura, todos hemos cometido algún error a lo largo de la vida; oscureciéndola algunos tonos. ¿ Pero ella ? Ella era caso a parte.

Me fijé en los "Espíritus Sombra", o así les llamaba desde pequeño. Iban de allí para allá; buscando alguna víctima a la que controlar y persuadir para que se suicide. Habían pocos en todo el mundo, pero ahí estaban siempre presentes en los lugares más transcurridos. No tenían rostro u forma, aunque podían transformarse en lo que quisieran para engañar a sus víctimas; vivas o muertas. Era una especie de humo negro que cuando se hacia con su víctima la absorbía, volviéndola parte de él. Nadie podía tocarlas, en cambio ellos a ti sí.

Son almas errantes que han pasado siglos entre los vivos, volviéndose cada vez más poderosos, ya que su "cuerpo" estaba formado por miles de almas que iban recolectando a lo largo de los años. No podían cruzar al otro lado, tampoco los podía obligar; aunque quería. Así que, deambulan por distintas partes del mundo buscando a quién matar, para así, hacerse cada vez más fuertes. Si se fijaran en el alma de Agnes, sería un problema, pero el colgante lo ocultaba de la vista de cualquier espíritu.

Al menos, ella no los había percibido, que yo supiera.

La caminata hasta Hertz, decidí recortarlo tomando el bus, aunque me arrepentí al ver que se llenaba cada vez más de gente. Me apoyé, con las manos ocultas en los bolsillos de mi pantalón, en una de las esquinas, con la espalda apoyada en la ventanilla. Agnes en cambio, estaba frente a mí, agarrada a una de las barras de seguridad mientras miraba detrás mío, observando el exterior con curiosidad. Aquellos ojos, azul y verde, me atrapaban, haciendo que olvidara todo lo que rondaba mi mente. Las miradas de casi todo el bus estaban puestas en ella, claro que iba llamando la atención de cualquiera.

Unas paradas después, bajamos y nos pusimos de nuevo en camino, esta vez, fue ella quien tomó mi mano, ya que se iba quedando cada poco atrás. No tardamos mucho en llegar a la oficina de alquiler de coches, firmé un par de papeles y pagué, pudiéndome llevar un BMW 5, negro mate. Ambos subimos y nos dirigimos hacia el hotel, ya que estaba oscureciendo y mañana tendríamos que ir al castillo Egeskov; la única forma en la que podíamos llegar hasta allí era en coche.

Sin Palabras ||En Físico||Where stories live. Discover now