Crónica 18: Mentiras

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"Conocí a Daniel cuando éramos pequeños, poco tiempo después de que falleciera su madre. Como éramos vecinos de la familia Johnson, nos conocimos por primera vez cuando fue adoptado. Su madre adoptiva, Iris, y mi madre eran amigas íntimas; así que recuerdo claramente el primer momento que lo vi como si fuera ayer.


Ojos vacíos y sin vida... Rojos de tanto llorar. Por lo que pude entender en ese momento, solo eran Daniel y su madre, y cuando ella falleció, él se quedó solo hasta su adopción. Lo que hizo su padre, por lo poco que sabían los adultos en ese momento, fue que los abandonarlos hace mucho tiempo, dejando sola a la Señora Williams para criar a su hijo.


La familia Johnson tiene un corazón de oro. Aunque habían pasado algunos meses desde que nació Rex, no dudaron en adoptar a Daniel. Según ellos, verlo tan desprotegido, tan roto, tan solo... Despertó en ellos el sentimiento de brindarle el amor y el calor que necesitaba.


No hace falta decir que los Johnson trabajaban como voluntarios en una iglesia cerca de su casa, y como mi familia (incluyéndome a mí) somos de fe cristiana, todos los domingos íbamos allí para asistir a misa, así que veía a Daniel todos los fines de semana. Quizás no lo entendí en ese momento, pero a diferencia de mí, mis padres y los Johnson, Daniel siempre sintió un rechazo a la Iglesia. Su familia adoptiva siempre quiso inculcarle la fe en Dios, pero él siempre la rechazó.


Ahora sé por qué.


La verdad es que, actuando tan temprano, la habilidad innata y la extraordinaria sencillez de mentir valieron la pena. Todos nos creímos el acto. Fue... Fue muy, muy real; genuino, verdadero y comprometido.


Un día, mientras nuestros padres hablaban, él y yo estábamos teniendo nuestra propia conversación infantil lejos de ellos, mientras Daniel sostenía a Rex en sus brazos jugando con él. No recuerdo por qué estábamos hablando de la iglesia o la fe, eran temas bastante avanzados para que un par de niños de 8 años discutieran entre ellos. Pero lo hicimos de todos modos: y en un momento, con la curiosidad digna de un niño, le pregunté si creía que el malvado diablo existía y nos vigilaba de cerca para que, el día que hiciéramos algo malo, llevarnos a su casa.


Recuerdo claramente cómo dejó de jugar con la mano de Rex y se quedó mirando fijamente el césped. Con una voz gélida, mirándome con esos ojos sin emociones, me respondió que ya lo había visto. Verlo así obviamente me asustó, pero luego me reí pensando que era una broma que me estaba jugando. Después de eso, mi madre me llamó para que me fuera, y me despedí de él y de los Johnson para que nunca más volviéramos a tocar el tema, y ​​esa conversación quedó en el olvido.


Al crecer, aunque sonriera con su familia, o conmigo y mis padres, se mostraba al exterior con esa actitud áspera y cortante. Nunca tuvo amigos excepto yo. Todos los niños que se acercaron a él terminaron alejándose por alguna razón en particular. Esto provocó malos rumores que lo siguieron durante toda la escuela secundaria, excluyéndolo de la sociedad, dejándolo solo. Pero no pareció afectarlo.


Pero como dije antes, ahora sé por qué. Ahora sé la verdad... Por qué todos se alejaban de él, por qué me consideraba su único amigo, por qué era tan unido a los Johnson y por qué había desaparecido en los últimos meses.

Espíritu Vengador Where stories live. Discover now