53. ALTA TRAICION

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Se hizo a un lado para que yo entrara.

Caminé dentro, y miré alrededor buscando a Sebastian, pero el gigante dormitorio estaba vacío. Sólo había una cama del mismo estilo de Luis XV en dorado y con recovecos cubierto con una manta rosa pálido, sobre la que dormía un largo vestido blanco perla de gala. Junto a una ventana había una mesita tocador de caoba rubia con un montón de productos de maquillaje.

-Cámbiate.- dijo, y me giré. Desde la puerta agregó:- Si quieres ver a tus amigos, no harás nada raro. Tres minutos.- fueron sus últimas palabras sin vida antes de que cerrara la puerta enorme de madera robusta con tallados.

Mis ojos se deslizaron alrededor de la habitación buscando una ruta de escape, pero sólo estaba la ventana.

En una rápida zancada me acerqué, y abrí las alas. El cielo se había tornado oscuro, la tormenta parecía que había apaciguado por unos momentos. Sólo caía una débil lluvia, helando el aire. Vapor blanco salía de mi boca de lo frío que estaba. Miré a abajo, y el vértigo me golpeó, angostando mi visión. Estábamos en el cuarto piso y la lisa pared de ladrillos grises estaba resbaladiza con la lluvia. No había modo de escapar por ella.

Me volví impotente, y mi mirada se posó en la mesa con todos los instrumentos y productos para embellecer. Mi mentó actuó rápido. Tomé la puntiaguda lima de unos quince centímetros. Sería una buena arma, pero ¿dónde la ocultaría?

En mi cuerpo no era posible, de seguro me revisarían, y se me encendió la luz.

Apoyé la mitad del cuerpo de la lima en el borde de la mesa, y con un rápido golpe, quebré la mitad sobresaliente en el aire. Cayó al suelo, y me sonreí.

El resorte del picaporte abriéndose rechinó, y me apresuré. Metí el trozo de lima en mi boca, y recé por no tragarla. Pateé el resto en el suelo, contra la pared en el segundo que abría la puerta.

Sus gélidos ojos índigo se posaron en mí, y se entrecerraron ligeramente al ver que no estaba vestida. Su mirada se deslizó detrás de mí a la ventana abierta, y tranquilamente se acercó.

Contuve la respiración.

Cuando se detuvo a centímetros de mí, una diminuta casi invisible inclinación elevó la comisura de su labio izquierdo en una sonrisa, y sus esqueléticos dedos se cerraron alrededor de mi antebrazo, clavando sus rojas uñas en mi carne como patas de arañas.

Un segundo después, sentí un dolor punzante en mi brazo y sangre caliente salió a borbotones. Retorció el abrecartas que había utilizado antes, en medio de mi brazo generando que más sangre saliera. Apreté mis labios evitando que la lima saliera de mi boca. No podía respirar, el dolor era demasiado intenso.

En otro movimiento veloz deslizó la larga cuchilla fuera de mi carne y sangre saltó ensuciando su vestido pero no pareció importarle. Cubrí la herida, pero la sangre continuaba borboteando, filtrándose por mis dedos, bajando por mi brazo derramándose sobre el suelo.

-Ahora, cámbiate.-dijo mientras yo resoplaba por aire.

Me sujetó nuevamente del brazo y alzó el abrecartas amenazante al ver que no me movía.- Está bien, está bien.-exclamé, y bajó el brazo pero no se movió del lugar.

Me arrastré hacia la cama, y bajo su mirada me descambié.

El vestido perlado se ensució de mis huellas de sangre. Con un terrible dolor logré ponérmelo. Mis brazos quedaron al descubierto luciendo la herida. La tela se ceñía a mi cuerpo cayendo en una falda fluida por mis piernas, abriéndose en un tajo desde mis rodillas. El escote de tortuga mantenía el medallón oculto bajo la tela de raso.

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoWhere stories live. Discover now