39. CAMINOS CRUZADOS

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Era insólito lo que decía, no podía creerlo. Alcé la mirada a Sergio, pasmada:-¿Cómo? ¿Por qué? ¿Tú la ayudaste?-

-Sí, lo planeamos juntos, sólo sé poco, yo no estaba cerca de ella cuando sucedió, y a pesar de que le insistí, no quiso contarme. Dijo que el hecho de ayudarla era más que riesgoso. Sólo me contó que se había enterado de algo tan terrible que debía salir de allí antes de que fuera demasiado tarde. -comenzó a deambular por el cuarto de nuevo. Yo temerosa posé mis ojos en Damrik, y su atención se había vuelto a Sergio. No podía leer sus emociones, parecía una pintura en blanco.- Verás, ella no conocía a nadie allí. Ella no pertenecía a Londres.-

-¿Londres?-susurré.

-Sí, ella es italiana, como tú. Cuando teníamos 22 años viajamos a través de un programa de intercambio a la universidad de Londres. Allí conoció a Frankfruzzel, cuando el semestre terminó, yo quise regresar, pero ella decidió quedarse. Se casó con él, tuvo un bebé, y tras cinco años te tuvo a ti. Parecía que todo iba bien...hasta que recibí una carta diciendo de forma desesperada que temía, no por ella, sino por ti. No dijo el porqué, sólo que tenía una sospechosa de que algo terrible había ocurrido, y que no podía confiar en nadie. Durante tres meses nos enviamos cartas todas las semanas. Para el final, las cartas contenían poco, y estaba encriptado en un lenguaje que sólo nosotros conocíamos. Escribíamos con números, cada número significaba una letra del abecedario como cuando hacíamos de niños. Temía que la espiaran. Al final, yo fui hasta allí. Me dijo que tenía que huir, y debía ser de inmediato.-

-¿Pero por qué fingir su muerte?-

-Porque Frankfruzzel nunca la soltaría.-la voz seria de Damrik respondió en su lugar, y lo miré. Parecía lejos. Sí, eso, como si no estuviera afectado. Cuando posó sus ojos en mí, aparté de inmediato la mirada sintiendo vergüenza.

-Así es, y concluimos que la mejor manera de que no la buscara fuera creyendo que estaba muerta.-continuó Sergio. ¿El fuego? Pregunté con la mirada, y asintió. -Era el día de un evento importante para tu padre. Introducía a la sociedad a su primogénito heredero del imperio familiar. Tu mamá se quedó en la casa con la excusa de que estaba enferma. Frankfruzzel siguió con su plan, asistiendo a la fiesta.-

-¿Por qué no lo llevó con nosotras?-

-Porque para el dolor de tu mamá, Frankfruzzel ya lo tenía controlado y el chico le obedecía. A ella le dolió dejarlo, nunca la vi tan quebrada, pero prefirió que estuviera vivo y a salvo, dado que Frankfruzzel no dudaría en lastimarlo sólo por dañarla a ella. Era su sucesor, pero como todo para él, puede ser reemplazable. Pero tú no. Tú eras su objeto valioso. Por eso esa noche, junto a unos amigos de suma confianza pusimos en marcha el plan. Los empleados de la casa se fueron con Frankfruzzel para asistir a la fiesta. Ella se quedó sola contigo. Fingiría normalidad para que nadie notara algo extraño, y luego se escabulliría contigo en sus brazos a la hora arreglada. Una vez a salvo, mis compañeros y yo prenderíamos fuego la casa, borrando sus huellas. Las luces naranjas que recuerdas eran el reflejo de las llamas en el espejo de mi auto cuando escapábamos. Yo conduje en el coche mientras ella desde el asiento de atrás te acunaba.-

El silencio se materializó en el cuarto. La sangre latía en mis oídos ferozmente. Todo este tiempo Damrik y yo nos conocíamos. Habíamos sido amigos, y mi padre lo asesinó.

-Lo siento.- mi voz salió baja, apenas audible, y despegó sus ojos de Sergio. -Lo siento, lo siento...-no podía parar de decirlo. -lo siento, lo siento tanto, es mi culpa, lo lamento tanto.- más lágrimas rodaron por mis mejillas. Su expresión imperturbable se tornó dura y severa. Podía ver la ira latir en sus ojos tornándolos acero.

-No digas tonterías. ¿Cómo es tu culpa? Nada de esto lo es. ¿Por qué cae en ti la culpa de las acciones de otro?- gruñó, y parpadeé a través de mis húmedas pestañas.

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora