53. ALTA TRAICION

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La cabeza me daba vueltas. Mi lengua estaba pegada a mi seco paladar como un desierto. Abrí los ojos y parpadeé despejando la neblina. Me moví y me sentí restringida. Miré a mi alrededor, y estaba amordazada a una silla de lujo. Mis muñecas estaban sujetas con apretadas bridas al posabrazos caoba lustroso, cortando mi piel.

Una suave música resonaba en el fondo. Me era familiar, pero no podía poner mi mente en ello. Forcejeé con las tiras y cortaron aún más profundo mi piel. Mechones marrones golpearon mi rostro, y me quedé quieta.

¿Qué...Qué era?

Mi cabello estaba corto sobre mis hombros y no era mi color. Lo habían tinturado en castaño oscuro. Alcé la mirada alrededor pasmada, buscando al responsable.

El salón era un lujo increíble. Las paredes empapeladas en bordo con detalles en dorado, un sillón de la época de Luis XV en el mismo tono que las paredes.

De pronto, la puerta frente a mí se abrió. Un hombre delgado y muy alto, entró. Sus finos labios estaban estirados en una sonrisa cariñosa pero incluso tan drogada como estaba, podía ver a través de su fachada de confianza como un jarrón de cristal. Sus ojos verdes azulados miraban a mí como un tiburón a su presa.

-Bueno, bueno...estamos despertando. Pensamos que dormirías toda la mañana.-canturreó acercándose. Su voz era clara y limpia como de un locutor. Vestía un saco pesado marrón y una polera azul oscuro al igual que el pañuelo decorativo en su bolsillo del pecho. Sus pantalones de cachemir y ese peinado pulcro no podían ocultar su enferma y perversa alma.- No sabes lo emocionados que están todos aquí de verte. ¿No me reconoces?- preguntó inclinándose ligeramente, mirándome con curiosidad. Al ver que no obtenía respuesta, sus labios se arrugaron apenados.- Oh, es tan triste. No te culpo. Fue tu mamá, lo sé. Todo es su culpa, si tan sólo hubiese aceptado el destino que teníamos. El destino que estaba escrito para ti. Nada de esto hubiese ocurrido. No tenía porqué actuar tan descabelladamente. Sólo tenía que aceptar lo inevitable. Qué puedo decir, se lo buscó. No era necesario poner las cosas tan difíciles, y mira...igual te tenemos.-dijo con un regocijo que me dio ganas de partirle la silla en la cabeza. Torciendo ligeramente su rostro afilado y puntiagudo, continuó. -Ahora, dime. ¿Sabes quién soy? -

Desde luego, era lo que repudiaba, era el veneno de este mundo.

-Por supuesto...-su rostro se iluminó en una sonrisa triunfal.- Eres el imbécil que quiere jugar con el mundo.-

Mis palabras amargaron su sonrisa destellante, y su mirada se tornó dura y fría.

-Discúlpate.-exigió.

-Disculpa si te ofendí cuando te llamé imbécil, pensé que ya lo sabías.-su rostro se ensombreció, y me sentí orgullosa de verlo enfurecerse.

Se incorporó exhalando decepcionado. -Esto es culpa de tu madre.-

-Gracias...es una de las tantas cosas buenas que saqué de ella, como la fuerza para dejar atrás a un desgraciado infeliz.- su mandíbula se apretó, y sabía que había tocado otra vena sensible.

No lo vi venir, fue tan rápido. Levantó su brazo, y en menos de un segundo, impactó su mano en mi mejilla con tal fuerza que mis dientes castañearon.- ¡Ayy!- grité.

Mi cabeza se giró bruscamente hacia la derecha por el golpe. Mi corto cabello adulterado cubrió mi rostro. Sentí mi mejilla hincharse y latir. Sabor metálico cubrió mi lengua. Me sujetó del mentón alzando mi rostro, forzándolo a que mirara sus ojos vacíos.

-Más vale que aprendas algunos modales ya que estás aquí. - sus dedos se apretaron dolorosamente, y me soltó de golpe.-Aunque no será de mucha utilidad dado que no llegarás a la mañana siguiente...como tampoco tu amiguito.-

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora