52. PUNTO CIEGO

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Mientras esperaba sentada como una completa inútil dentro del coche, a que Sebastian y Aston regresaran de su misión "pasaporte", mi mente comenzó a carcomerme de adentro a fuera repasándome los peores escenarios donde Sebastian era acorralado, raptado o asesinado por los espectros o, vaya a saber por quién, poniéndome cada vez más cerca del borde del pánico.

Incluso después de mi berrinche rehusándome a que fuera, ambos, Sebastian y Aston me convencieron, de muy mala gana, de que quedarme era la mejor opción. Aparentemente ir por ahí con un blanco en mi cabeza no era una de las más brillantes ideas.

Así que, aquí estaba mordiéndome el labio, ansiosa por su regreso. Mirando al reloj del salpicadero marcar cada segundo, hundiéndome más profundo en la desesperación. Ya habían transcurrido más de los 45 minutos que dijeron que les tardaría. Mis dedos se apretaron con más fuerza alrededor del puño de la daga que Sebastian me había dejado antes de irse.

Todavía no podía creer lo que estábamos a punto de hacer, estaba de los pelos con la sola idea de exponernos de este modo. No teníamos un plan, no confiábamos en nadie, incluso la palabra de Aston era de poco valor.

No tenía nada contra él, simplemente, no me daba vibra, ni buena ni mala, y...bueno, no estaba segura sobre eso tampoco. Daba la impresión de ser un poco pendejo, pero nada más, y no hay ningún crimen por ello. Sin embargo, estaba aquí cuando no teníamos ninguna otra opción. Sabía que podíamos estar yendo directo a una emboscada, pero caería en ella de ser la esperanza de que me llevara a Sisi.

Y, tal vez, si salía como lo había estipulado Sebastian, una vez que tuviéramos la caja, podríamos destruirla de una vez por todas. Arrojarla al mar, prenderle fuego, no sé, lo que sea para que no pudiera hacer daño a nadie más. Era un plan casi demasiado fácil. Por eso no le tenía demasiada fe.

Con la ansiedad y el miedo a flor de piel, no lo soporté más y salí del coche. En la oscuridad de la madrugada nadie vio cómo mi coche se adentraba en el parque, desapareciendo dentro de la espesura del bosque.

Y ahora, una hora más tarde me encontraba en medio del claro junto al refugio de la iglesia, que ahora mismo era un recordatorio de lo desolado que era. Pasado el tiempo estipulado me dio la orden de irme, no respondí a eso porque simplemente no podía y no lo haría.

Cerré la puerta sin hacer ruido, y presté atención a cada sonido, pero estaba tan silencioso como una tumba. No había nada, ni animales, ni vida salvaje, insectos a la vista. Nada. Parecía la quietud antes de la tormenta.

Apreté mi mano en la daga y de repente escuché pasos veloces desde el camino de entrada al claro, como si alguien corriera hacia donde me encontraban. Me puse en guardia. La esperanza de que fueran ellos y el terror ante la posibilidad de haber sido detectada, azotó mi corazón.

Abruptamente alguien salió expulsado de la muralla de arbustos y árboles por donde el coche se había abierto paso. Caminaba de espaldas mirando hacia el bosque. Cabello oscuro, jeans negros y camisa blanca. Aston. Sólo Aston.

Acercándome le pregunté: -¿Dónde está Sebastian?- se volteó ante el sonido de mi voz, y corrió hasta donde me encontraba. Su rostro estaba colorado, resoplando, intentando recuperar el aire. -¿Dónde está?- sus traslúcidos ojos celestes miraron a los míos, y sentí que había algo mal. Parecía consternado. Recomponiéndose, me sujetó de los hombros, y mi piel saltó como si le hubieran dado una patada eléctrica dolorosa.- ¡Mierda, Aston! ¡Respóndeme!- le grité abriéndome de sus manos.

-Van...-dijo, y en ese instante los arbustos detrás suyo se sacudieron. Mi mirada se deslizó más allá de él, y Sebastian corrió atravesando el verde mural. Mi corazón volvió a palpitar.

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora