17. VERDADES

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Estaba anocheciendo cuando regresé. No había podido soportar más estar dentro de la casa. Después de lo que me había contado deambulé sin parar hasta que sentí que las paredes se me venían encima. El aire no encontraba su camino a mis pulmones, y tuve que poner distancia. Estaba confundida, mareada y con un poco de ganas de vomitar la nueva tanda de pastillas que tomé, pero también estaba molesta y asustada. La cuestión era "con qué" exactamente. ¿Con Damrik...por traerme esto? ¿Con el mundo por crear una persona tan malvada capaz de un acto tan frío y atroz?

Con dolor y todo, me había zambullido encima mi viejo remeron gris de amplias mangas, metí mis pies dentro de mis Nikes rojas, y salí.

Tenía que hacerlo, necesitaba despejar la cabeza, y poner en movimiento mi cuerpo, o de lo contrario explotaría en desesperación. No podía ignorar la responsabilidad de lo que me dijo, ahora ya sabía demasiado para abandonarlo todo, para abandonarlo a él, por más suicida que fuera su heroica misión.

Sí. No quería hacerlo, era una verdad, pero qué otra opción tenía, o lo hacía por obra de mi propia voluntad, o él me forzaba a hacerlo, era así de simple, y lo entendía. Podía ponerme en su lugar y comprender su presión, no lo hace más agradable a él ni a lo que tengo que hacer.

Entré a la casa silenciosamente. Leyla estaba durmiendo de costado en medio del camino que daba a la entrada del salón. Comencé a desvestirme de camino a mi cuarto. Desenrosqué la chalina de mi cuello, y la colgué sobre la percha en la pared de la cocina que dividía al corredor junto al espejo. Estaba sudada y la tela picaba las lastimaduras. Deslicé el brazo herido por la manga, y entrando a mi habitación pasé la remera sobre mi cabeza y mis rizos cayeron alborotados sobre mi rostro.

Bajé mis brazos, y solté un pequeño chillido.

Damrik estaba de pie en el cuarto. Esperándome. El bretel del vestido se había deslizado, cayendo por mi brazo, y podía sentir el escote más bajo, mostrando piel que no debía verse.

Aplastando la remera contra mi pecho, exclamé. -¡Damrik! ¡No puedes entrar así!- pero no parecía impórtale. Su mirada penetrante me puso incómoda. -Necesito mi privacidad.-

Sus ojos flamearon intensificando el azul. ¿El motivo? Quién sabe, tal vez le molestaba que haya necesitado un momento para procesar todo este cuento de terror que me había contado. Pensaría que estaba todo dado. Él diría, y yo saltaría.

Con lentitud se acercó, y lo miré con sospecha. Cuando se detuvo a menos de un metro, dijo:- Y yo necesito obtener respuestas.-

-¿Sobre qué?-dije con cuidado, y se deslizó más cerca.

-Sabes de qué. Necesito saber qué es lo que te hace capaz de vernos, y por qué pudiste purificar el alma del espectro-.

Di un paso atrás. -Ya te dije todo lo que sé...no tengo idea de cómo pude haber hecho algo así, espera...¿purificar?-

-Así es.-dijo sin detener su avance.

-¿Quieres decir que con sólo tocarlo se limpió de todas las cosas que hizo, de los crímenes que cometió?-espeté forzando mis pies a retroceder por el parqué.

-Sí...algo así.- Imposible. Era como decir que era...una santidad. Me reí. -¿Te parece gracioso?-

Me lamí los labios. -Como te he dicho una y un millón de veces, no tengo a nadie más. Mamá murió pacíficamente, nada raro, y los abuelos...-

-Es mentira.-me cortó violentamente. El fuego de sus ojos era tan brillante que su resplandor se proyectaba sobre mis hombros y pecho.

Mi respiración se había vuelto pesada y agitada. No me gustaba cuando me tenía como su objetivo, nunca terminaba bien. Con el estómago removido, espeté:- No, no lo es...no sé qué más decirte...- me sobresalté cuando mi espalda desnuda chocó contra la fría pared, y el otro bretel cayó de mi hombro. Alcé la mirada, y me lo encontré pegado a la cara. ¿No conocía el concepto de espacio personal? – Es-Es la verdad.-

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora