-Sebastian...-susurré, y levantó la vista a mí. Me dio una de sus sonrisas torcidas, y corrí a él como si hubieran pasado años desde la última vez que nos habíamos visto.

Me lancé a sus brazos, y se quejó cuando mi cuerpo chocó contra el suyo. Me abrazó y lo apreté más fuerte. No me importaba que lo estuviera asfixiando o que pareciera una necesitada obsesiva, me alegraba que estuviera bien, me importaba y se lo demostraba.

-Bebé, estoy bien.-

-Pensé...Pensé...-

-Shh...Estoy aquí.-acarició mi cabello. Alcé la mirada empapándome de sus dulces ojos. -Ahora, vámonos, ya tengo todo.-

Regresamos al auto y nos pusimos en marcha hacia lo que yo creía que era nuestro propio infierno personal.


Cuarenta minutos más tarde, nos encontrábamos en un acampado junto a un hangar donde aparentemente Aston había logrado hacer que nos reservaran uno de los aviones privados de lo que él llamaba "solidaridad en la lucha", a lo que yo llamaba "misterismo preocupante".

Sin embargo, ahora teníamos un transporte con salida de inmediato, sólo teníamos que esperar por los papeles del pasaporte falso para Sebastian. Según Aston podía obtenerlo rápidamente pero sólo tenía duración de doce horas, lo cual iba al dedo porque no pensábamos quedarnos de vacaciones. Por lo que después de tomarle una foto rápida a Sebastian, o mejor dicho, al rostro que usaba, estábamos parados junto al avión mientras Aston terminaba de pulir los detalles.

Apareciendo por la esquina de la trompa del gigantesco avión, se acercó a paso rápido y dijo: -Muy bien, lo tendrá en una hora, a lo sumo. Tendremos que esperar.-

Suspiré. Tendremos que esperar. Aunque no era tarea fácil.

Me moví inquieta por el lugar. La brisa se filtraba a través de la tela de mi remera, poniéndome la piel de gallina. Me quedé admirando el cielo nocturno desde el umbral de la pared del hangar. No había estrellas, sólo la redonda luna plateada con un brillo tan intenso que bañaba la gris pista de aterrizaje en blanco.

Sus brazos cálidos me rodearon acunándome contra su pecho. Me amoldé a su cuerpo acariciando sus manos sobre mi vientre. Dejando un beso en mi mejilla, dijo:- ¿Un beso por tus pensamientos?-

Me sonreí.

-¿Qué tal dos?-

-En ese caso, cientos, todos los que quieras.- su labios rozaron mi mejilla al hablar.- Dime qué te preocupa, además de lo obvio, el fin del mundo, el demonio, nuestra muy posible, aunque espero que no, inminente muerte y el fin de la raza humana.-dijo, y me sacó otra sonrisa.

-No sé...-

-Yo creo que sí. -

Suspiré. -Desearía que todo se terminara, que ya tuviéramos la caja. La destruyéramos y continuáramos nuestro destino en cualquier otro lugar.-

-¿Dónde te gustaría ir?-preguntó, y su aliento cosquilló contra mi piel.

Descansando mi cabeza en su hombro, dije: -Cualquier lado lejos de aquí.-

-Un lugar cálido con arena y mar.-

-Sí, me gustaría. Sentir la arena entre los dedos de mis pies, el relajante suave arrullar del mar.- soñé despierta. Tomé una profunda respiración. Me gustaba esa idea, me recordaba a él, cálido y acogedor.

- Sentirte contra la suave arena caliente.-su voz baja y rasposa me hizo estremecer de anticipación. Acuné con mi mano su mejilla, rozando mi mentón en su piel.

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora