48. REALIDADES

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-Estás...Estás...-balbuceé señalándole con mi mano, y como no parecía tomar la pista, apunté a la esquina. Sus ojos siguieron mi mano, y se abrieron pasmado.

Se dirigió al espejo, y lo imité parándome a su lado. Era al menos una cabeza más alto que yo y apenas entraba en el espejo. La luz del sol entraba por la ventana creando reflejos dorados a su cabello chocolate desordenado, cayendo cubriendo su frente. Sus ojos claros como el ámbar subían y bajaban por su cuerpo. Su pecho escultural lo cubría una remera musgo, mostrando unos fornidos antebrazos con un natural bronceado canela. Sus largas piernas enfundadas en jeans desteñidos, parecían no tener fin, hasta unas zapatillas desgastadas.

Cielos, era la personificación del pecado. Alto, apuesto como el mismísimo infierno, y sólo podía pensar en hundirme aún más dentro de él.

-Si no es un cuerpo...-empecé a decir. Sus carnosos labios se separaron y posando su mirada en mí a través del espejo, dijo:

-Soy yo...Es el aspecto que tenía antes de morir.- su bella voz gruesa y calma sonó igual de confundida que yo me encontraba. Mi mano al lado de la suya picó por tomarla y sentirla.

-Pero...Pero...no es tu cuerpo, ¿o sí?- pregunté, aunque sabía que era demasiado bueno para ser real. Sin embargo, mi mente no podía parar de pensar en lo bien que nos veíamos juntos, aunque yo tuviera el aspecto de haberme pasado una aplanadora encima. Ojos rojos, hinchados y lagrimosos, toda una muñeca.

-No, sigo siendo un fantasma, pero es mi verdadera forma.-

La desilusión me machacó. Era casi cómico lo ingenua que era por aguardar esperanzas de que pudiéramos tener un "vivieron felices y comieron perdices". Alcé la mirada del suelo, y me encontré con sus ojos puesto en mí a través del reflejo.

Volteándose, dijo: -Has estado llorando.- más lágrimas picaron por salir, y me giré cubriéndome el rostro.

Traté de no derrumbarme pero la sensación de hundimiento comenzó, rompiéndome en pedazos nuevamente frente a él, cuando todo lo que quería era ser fuerte y valiente.

-Bebé, dime, ¿es por mí? Estoy bien, bueno, tan bien como un muerto puede estar, pero ya está todo bien.- negué con la cabeza. Sentí el calor de su cuerpo en mi espalda.- ¿Pasó algo más? ¿Te encontraste con alguien? ¿El sujeto te siguió?-su voz se iba volviendo más apagada y seca.

Negué de vuelta, y me volví de nuevo encontrándome con su rostro acongojado y preocupado inclinado sobre mí. Mi mirada viajó por su cara ligeramente ovalada, subiendo por la cima suave de sus pómulos altos a su nariz respingada de un dios del olimpo, y perdiéndose en el oasis de sus ojos.

Apreté los labios conteniendo las lágrimas, pero necesitaba sacarlo de mi pecho, hablarlo con él. Era mi confidente. Se había convertido en mi mejor amigo, amante y familia más cercana. Necesitaba sentir sus palabras abrazándome, su cuerpo conteniéndome, sus brazos envolviéndome en su calor. Debe haberlo visto en mi rostro porque las comisuras de su boca se inclinaron hacia abajo en una mueca triste.

Sus manos amagaron para detenerme cuando alcé la cadena sobre mi cabeza, pero se mantuvieron alejadas. Arrojé el medallón a la cama y despacio, temerosa, me acerqué a su cuerpo bajo su quieta mirada.

Lo rodeé con mis brazos apretándome a él. Un suave pinchazo eléctrico recorrió mi piel y su calor me cubrió como una manta. No era para nada incómodo, no quemaba, no dolía, era un ligero cosquilleo. Sus brazos me rodearon acunándome contra su pecho. Era increíble lo real que se sentía, parecía que estaba abrazando a una persona viva.

Escondí mi rostro en su cuello tomando una profunda inhalación. Su perfume entró por mis venas calmando mi corazón.

-¿Te estoy lastimando?- pregunté.

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang