44. TERCERO INVISIBLE

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-Pregúntame lo que quieras, trataré de decirte todo lo que sé.-dijo desenroscando la tapa naranja del galón de jugo.

Le di un vistazo a Sebastian, quien me dio una sonrisa de apoyo.

- ¿Eran amigos desde pequeños? -pregunté mirándole servir en cada vaso.

-Sí, éramos vecinos, y luego comenzamos en la misma escuela, y...yo no era de hacer amigos fáciles. Se burlaban porque tenía un poco de sobrepeso. Tu mamá apareció un día y con su...-se rió sacudiendo su cabeza ante el recuerdo. - apareció de la nada vistiendo un solerito amarillo pastel con lunares blancos. Todavía lo recuerdo como si fuera ayer...y corrió detrás de ellos revoleando su pequeña bandolera rosa por los aires. Los chicos corrieron gritando asustados. Nunca más volvieron a molestarme. Desde entonces hemos sido amigos inseparables. Y, no, para que sepas nunca fue más que una amistad, bueno, era más que eso. Era mi hermana y mi mejor amiga, pero nada más. Por eso cuando me pidió ayuda, no se me cruzó negarme, ella era...es lo mejor que me pasó. Siempre estuvo para mí, desde el divorcio desastroso de mis padres y la muerte de mi hermano pequeño. Ella siempre estuvo allí para mí, sin pedírselo. Era mi roca. Mi torre de marfil.-

El silencio se hizo en el cuarto. Apreté los labios conteniendo las lágrimas.

Poniendo una sonrisa feliz, Sergio empujó el plato de tostadas hacia nosotros. -Coman, coman.-

Bajé la mirada a mi plato. El revuelto olía muy bien pero no podía tragar nada. El efecto totalmente contrario en Sebastian. Había terminado su huevo y ahora seguía con las tostadas. Le untó una capa fina de manteca a una enorme rebanada, y luego tomó una cucharada gigante de mermelada. Esparció la bocha brillosa y acaramelada morada sobre la tostada, pero aun así, era de 2cm de grosor.

Me sonreí. Mi mirada subió a su rostro enfocado en la tostada y en su misión de llevársela a la boca. Masticando volteó su rostro con los cachetes hinchados, migas en la comisura de su boca y una sonrisa destinada sólo para mí. Era deliciosamente mono.

Aparté la mirada conteniendo las ganas de alzar mi pulgar y limpiar sus labios.

Cuando miré hacia delante, Sergio me observaba fijamente. Mi sonrisa decayó. Sus ojos escrutadores se movieron a Sebastian mientras masticaba lentamente su tostada con una notable capa de manteca.

Ruborizándome agarré el tenedor, y tomé un poco del huevo. Me lo llevé a la boca y pasó como ladrillo por mi garganta.

-Está muy rico.-murmuré.

-Aja...-se sumó Sebastián con la boca llena. Con Sergio nos miramos, y reímos.

-Me alegra oír eso.- dijo llevándose el vaso a los labios sin despegar los ojos de nosotros, y volví a moverme nerviosa en el asiento. Dejando el vaso en la mesa de nuevo, preguntó: - ¿Y...cómo se conocieron? - y me atraganté con...nada. Hizo una pausa pasando la mirada de avispa de uno a otro. - ¿Por qué tú no sabías quién era ella? -

-Exacto, me enteré cuando nos lo dijiste. Todavía es difícil de creer.- respondió Sebastian, y sus ojos se posaron en mi dirección.

Durante ese breve segundo que nuestras miradas se tocaron, en que sólo éramos él y yo, compartimos un mundo de emociones y verdades que sólo nosotros dos sabíamos.

Mis mejillas se calentaron y un brillo destelló en sus ojos. Una pequeña lenta sonrisa curvó sus labios, y sin estar afectado volvió su atención a Sergio mientras yo trataba de no hiperventilar.

-Comprendo. ¿Sabes por qué tu familia murió, el motivo por el que...? -dejó sin terminar. Mis manos se cerraron en puños, incrustando el tenedor en mi palma. Cada vez que el tema salía me hacía hervir la sangre.

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora