44. TERCERO INVISIBLE

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-No es necesario.-dije mientras entrabamos. La casa estaba en penumbras con la escasa luz de los veladores y el brillante resplandor gris que entraba por las ventanas. La calefacción quemaba mis mejillas, pero se sentía bien.

-Sí, no te molestes.-añadió Sebastián mientras doblábamos a la derecha, internándonos en la cocina.

- ¡Tonterías! Son jóvenes, gastan más energías. Tienen que comer.- espetó rodeando rápidamente la isla rectangular de madera, y abrió el grifo para lavarse las manos.

-Oh, en eso tiene razón.- habló por lo bajo Sebastian para que sólo yo lo escuchara. Su aliento cosquilló en mi oído enviando pequeños temblores a todas las células de mi cuerpo. Nuestras miradas se encontraron y la travesura se declaraba en sus ojos. -Hemos quemado muchas calorías.-

Calor subió por mi cuello haciendo que sus labios se abrieran en una sonrisa gatuna. Sólo Sebastian sabía lograr meterse debajo de mi piel y ponerme de cabeza en sólo un segundo.

Con el pulso acelerado me alejé de su lado poniendo distancia entre sus flechazos de feromonas y mi cuerpo candente.

-Déjame ayudarte.- me ofrecí a Sergio que estaba poniendo cuatro rebanadas de pan en la tostadora. Mi cuerpo no podía calmarse sintiendo sus ojos hambrientos en mí todavía.

Sergio se volteó a la isla, y se agachó tomando de los estantes de debajo una sartén.

-No es necesario, siéntense, tengo...-su voz salió con esfuerzo.- todo bajo control. Me alegra tenerlos...de verdad.- dijo incorporándose. Posó su mano en mi hombro izquierdo y con una sonrisa triste miró de mí a Sebastián. Su toque era como el de un papá cariñoso. Mis ojos se humedecieron. Se volvió hacia la estufa, y mordiéndome el labio tomé asiento en la banqueta junto a Sebastian. Su cálida mano acarició mi espalda reconfortándome. - Puede sonar patético, pero hace mucho tiempo que nadie viene por aquí a visitarme. Sólo Aston, y no es muy hablador.- agregó riendo mientras tomaba los huevos de una cajita de cartón gris y los cascaba sobre la sartén. Los removió y cuando las tostadas saltaron, bajó el mechero. Las fue sacando con las puntas de sus dedos, colocándolas sobre un plato de vidrio trasparente. Tomó cubiertos del cajón a su derecha, y arrancó tres servilletas del servilletero vertical de madera. Depositó todo sobre la mesa acomodando cada par de cubierto en el lugar para cada uno antes de volverse a la heladera.

Era extraño lo cómoda que me sentía aquí, como si fuéramos familia. Jamás había experimentado esa sensación de cariño y calidez en una casa llena de parientes, rodeada de amor. Pero en este momento, junto a Sebastian y Sergio, podía estar cerca de lo que era ese sentimiento. Me enjuagué la gota redonda de una lágrima que tentaba por caer de mi párpado.

-Para nada, y me alegra haber venido...me hace sentir más cerca de mamá.-dije en voz baja.

Sergio se volvió con un frasco de cristal con mermelada de ciruela en una mano, una mantequera en la otra y un galón de plástico con jugo de naranja abrazado contra sus costillas. Dejando las cosas sobre la mesa, dijo:

-Lo entiendo, desde que todo esto comenzó, bueno...es difícil llevar una vida ordinaria estando al tanto de lo que realmente sucede. Cuando me enteré de lo de tu mamá...- respiró por la nariz apretando los labios en una mueca triste. Sus ojos se pusieron vidriosos, y se volteó tomando vasos de la alacena sobre la estufa, y los fue dejando en la mesa. -...fue demasiado rápido, después de todo lo que tuvo que pasar...- suspiró tristemente y regresó a atender los huevos.

Tomé la pila de vasos de vidrio, y la desarmé. Sebastian los fue tomando y colocándolos frente al lugar de cada uno. Sergio nos depositó un plato delante con huevos humeantes con un delicioso aroma a queso y jamón, y tomó asiento frente nuestro.

Tiempo y Existencia. Enterrada por el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora