➼ diecinueve

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Capítulo diecinueve:
Tragedia.

La casa estaba más silenciosa que nunca. Nadie quería creer que mi madre ya tenía los nueve meses de embarazo y que en cualquier momento el nuevo, o nueva, integrante de la familia llegaría... Si es que vivía. Hasta Ellie había entendido que nadie tenía ánimos para nada, en especial mi padre.

Miré a Gilbert que había venido para ayudarme con un nuevo mueble que me habían comprado. Lo estábamos pintando en el patio de mi casa. Nunguno decía nada, y estaba bien así. Si Aaron, Cordelia o Anubis estuvieran aquí les habría pedido a ellos, pero la señora Bones los había castigado a todos por hacer una guerra de almohadas y quebrar varios jarrones valiosos.

De pronto, escuche gritos provenientes de la segunda planta. Gilbert y yo nos miramos alarmados antes de comenzar a correr lo más rápido que daban nuestras piernas. Subimos salteando escalones y entramos a la habitación de mi hermana, donde mi madre estaba apoyada al escritorio y se veía como en su vestido comenzaba a extenderse lentamente un líquido parecido al agua.

─Ya viene─ dijo en un hilo de voz, con una expresión llena de dolor.

No sabíamos qué hacer ni a quién llamar. Mi padre había salido hace unos pocos minutos junto a mi tía. Gilbert parecía pensativo mientras observaba cada rincón de la casa. Me miró antes de abandonar la habitación.

─¿A dónde vas, Gilbert?─ pregunté con miedo.

Volvi a mirar a mi madre cuando soltó un grito de sufrimiento. El castaño volvió en cuestión de segundos, con las manos limpias. Oh Dios, ya sé que va a hacer.

─No es la primera vez que hago esto─ dijo mirándonos─. Así que tranquilas. ¿Puedes ayudarla a acostarse, Line?

Asentí sin pensarlo. Pasé el brazo de mi madre por mis hombros y la ayudé a que se acostara en la cama. Nunca sentí tanto miedo en mi vida, y estaba segura que lloraba junto a ella. Hoy perdería a alguien.

─Bien. Antes que nada, ¿me permite, señorita Roberts?─ preguntó Gilbert sujetando el borde del vestido.

Mi madre solo asintió mientras no paraba de llorar. Apreté su mano en señal de apoyo y ella no dudó en apretar aún mas fuerte. Gilbert levantó el vestido antes de pedirle que pujara.

─Tu puedes, mamá─ dije con la voz entrecortada─. Tu siempre puedes.

Tras varios gritos de dolor de su parte, y las miradas de preocupación de Gilbert, mi madre finalmente comenzó a pujar lo más que podía. Tomaba pausas para respirar y volvía a hacerlo. En cuestión de minutos un llanto inundó toda la sala. Rápidamente el castaño tomó una manta calentita y envolvió al bebé.

─Es un niño─ dijo mirándome feliz─. Señora Roberts, acaba de tener un niño, mire... ¿Señora Roberts?

─¿Mamá?─ la llamé comenzando a desesperarme.

Pero ella miraba a la nada, sin vida. Sin brillo en sus ojos.

─No─ sujeté sus hombros para moverla─. No, tu no, por favor─ pedí con la voz entrecortada─. Mírame, mami. Mira al bebé. Por favor, no nos dejes.

La abracé como nunca lo había hecho en mi vida, con la esperanza de que volviera. Me dejé llorar como desgraciada, con una presión en el pecho que dolía más que una quemadura. Mis llantos se mezclaban con los del bebé que seguía en brazos de Gilbert, quien también lloraba en silencio detrás de mi.

─¿Por qué ella?─ le pregunté a la nada.

Se escuchó la puerta abrirse y luego pasos apresurados. Pronto apareció mi padre que dejó caer las bolsas al ver el cuerpo de mi madre. Caminó a paso lento, como si creyera que todo era una broma de mal gusto. Miró al bebé, a Gilbert, a mi y a mamá. Se desplomó en la cama, llorando con demasiadas ganas. En el marco de la puerta estaba mi tía, con la mano en la boca y las lágrimas saliendo una detrás de otra.

Ellie, ¿dónde estaba Ellie?

─Lo lamento tanto─ oí decir a mi padre mientras acariciaba el cabello de mi ya fallecida madre─. No estuve ahí.

Gilbert se levantó con el bebé en brazos, que ya había dejado de llorar y chupaba su mano. Se lo entregó a papá con delicadeza para no desenvolverlo de la manta.

─Es un niño─ murmuró con la voz adolorida.

Gilbert una vez dijo que mamá era su figura materna. Ella se había preocupado por él mas que nadie y le mandaba cartas cuando trabajaba en el barco preguntándole si estaba bien, si comía lo suficiente, si no pasaba frio, y demás. Mi madre fue la madre que él nunca tuvo, pero que también se le fue arrebatada.

•••

En el pié de la escalera se encontraba Ellie con su vista perdida. Tenía a su muñeca abrazada contra el pecho y los ojos rojos con lágrimas en ellos. Sus mejillas tenían rastros de haber llorado mientras que su respiración era irregular. Me senté en silencio a su lado y la atraje hacia mi con cuidado.

─Se ha ido, ¿verdad?─ preguntó en un susurro.

─Si─ afirmé luego de unos segundos.

─¿Aún cuando mi cumpleaños es pasado mañana?─ su voz se rompió.

Sentí mi corazón encogerse tanto que ya no sabía si existía. La apreté más a mi y ella envolvió sus brazos en mi cintura.

─Ella siempre estará contigo, Ells─ besé su cabeza mientras un nudo se acumulaba en mi garganta.

Al día siguiente todos estábamos en el cementerio de mi familia. La mayoría lloraba mientras que otros se mantenían en silencio con expresiones de dolor en sus ojos. Mi padre se pasó la frase de "los hombres no lloran" como papel higiénico y hasta se escuchaban sus quejidos por llorar sin respirar.

Elisa fue una de las más afectadas ya que mi madre fue su mejor amiga desde que tenían memoria. Parecía luchar contra las ganas de gritar a los cuatro vientos.

Gilbert también lloraba en silencio a mi izquierda. Tenía las manos en forma de puño y la mirada baja.

Aaron tenía la mirada perdida y los ojos aguados. Después de todo, mamá era su madrina y lo ayudó a mejorar en varias cosas.

A Ellie no le molestaba llorar fuerte, simplemente lo hacía. Apretaba fuertemente la muñeca que mi madre le había regalado, como si de alguna manera la hiciera sentirse acompañada.

Y yo, con el pequeño John, me tragaba el nudo gigante que tenía instalado en mi garganta mientras mi mirada no podía apartarse del cajón donde yacía el cuerpo de mi mamá. Apretaba al bebé hacia mi, con delicadeza, para procurar darle calor porque estaba nevando.

John Emilio Roberts, un pésimo nombre pero en honor a las dos personas más influyentes en la vida de papá. Fueron sus dos amores; uno de amistad y el otro de toda la vida.

Emilia Beatriz Roberts-Sloane
03.06.1854 - 12.04.1899












lloranding

¿se esperaban ese apellido?

¿no?

pronto sabrán ugu

SOLO AMIGOS | g.b ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora