➼ nueve

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Capítulo nueve:
Accidente.

Saludé a Cole y Aaron. Entramos al ayuntamiento para ponernos a trabajar, pues debíamos terminar todo si o si.

─Bien, comencemos─ dije abriendo la escalera.

Subí junto a Cole para acabar de una vez con todo. Diana, Ruby, Jane y Tillie se encontraban admirando nuestro trabajo, haciendo halagos sobre el pájaro del rubio y sobre mi árbol.

─Nadie en el salón pinta como ustedes─ decía Jane.

─Gracias─ le sonreí y continué mi dibujo.

Llamaron a las cuatro chicas para practicar el coro. Cole y yo deberíamos sobre hacer más pájaros o no, mientras que debajo de nosotros Aaron y Gilbert se encargaban de que todo estuviera en perfecto estado.

Vaya, quién diría que se harían amigos. Qué miedo.

Billy comenzó a acercarse con una tabla sobre sus hombros. Decidí ignorarlo cuando me miró con una sonrisa. Se giró haciendo que la tabla golpeara la escalera donde Cole y yo estábamos parados. Comenzamos a tambalearnos bruscamente y caímos del escenario.

Sentía el cuerpo de Cole aplastando al mío. Me había golpeado la nuca contra el suelo duro, pero nada se comparaba con el dolor de mi hombro. El rubio soltó un quejido muy fuerte, como si fuera a romperse, y me di cuenta que si estaba roto cuando se giró y se acostó a mi lado. Su muñeca estaba quebrada. Yo sollozaba en silencio, sabía que mi hombro estaba en las mismas condiciones.

Todos se acercaron rápidamente. Podía ver la cara de arrepentimiento de Billy. Idiota.

─Tienes el hombro dislocado─ me dijo Aaron cuando estuvo a mi lado.

─Vuélvelo a su maldito lugar─ supliqué tratando de no llorar.

Él me miraba desesperado y sin saber como hacerlo. La señora Lynde se llevó la mano a su boca. Doble accidente en uno.

Yo estaba tranquila, no era la primera vez que se me dislocaba algo, así que les dije a todos que se preocuparan primeramente por Cole. Podía aguantar el dolor mientras mordía mi lengua.

─Fue un accidente, lo juro─ exclamó Billy mirando a Gilbert.

Se llevaron a Cole a un lado mientras esperaban al doctor. El pobre no paraba de quejarse del dolor, al igual que yo. Vi a Gilbert quien se acercaba a mi y veía mi hombro.

Aaron apretó mi mano cuando entendió lo que quería hacerme. Miré a Gilbert con miedo, aunque sabía que era lo correcto. Una de sus manos sujetó mi brazo y la otra mi antebrazo. Solté un grito que se escuchó en todo el lugar cuando acomodó mi hombro.

La incomodidad seguía ahí, pero el dolor desapareció un poco. No me di cuenta que estaba sudando hasta que pasé una mano por mi frente.

─¿Estas mejor?─ preguntó Gilbert mirándome con preocupación.

Asentí tratando de sonreír. Él sonrió de lado y luego miró a Aaron, quien movió la cabeza como agradecimiento. Gilbert se fue para ver como estaba Cole.

─Es un agradable sujeto─ comentó Aaron.

─Si, lo es─ murmuré.

El rubio beso mi mejilla y me ayudó a levantarme.

Al otro día entré al salón donde estaba Cole, con su brazo vendado, y detrás de mi salieron Anne, Diana, Aaron, Moody, Tillie, Ruby y Jane.

─¿Que hacen aquí?─ nos preguntó mirándonos.

─Fuimos a verte a tu casa─ empezó Anne─. Pero tus padres dijeron que estabas aquí.

─Quieren ayudarnos─ dije─. Ya que tu muñeca está indispuesta, y no podré terminarlo sin mi amado amigo.

Cole me dedico una media sonrisa y miró a Anne.

─Si nos dicen qué hacer, quizá podamos juntos─ dijo la pelirroja.

─Yo siempre quise ser pintor─ habló Moody emocionado, y comenzó a caminar hacia las pinturas.

─Moody─ exclamó Cole, haciendo que el chico lo mirara─. Déjennos explicarles primero.

Todos nos acercamos al escenario para comenzar a pintar. Sin duda nos divertimos esa tarde. Terminé, finalmente, mi hermoso árbol y recibí halagos que me dejaron orgullosa de mi trabajo.

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─Por favor, Pauline, ordena tu cuarto de una vez─ pidió mi madre impaciente. Daba vueltas por todo el comedor acomodando floreros─. Y que no sea como la ultima vez, que escondiste todo en el ropero para que preciera limpio.

Asentí. Era navidad y estaba mucho más loca de lo normal. Parecía como si no solo fueran a venir los Bones, sino que también el Rey de Inglaterra.

Ordené todo lo que pude, incluso hice espacios en lugares donde no había. Barrí cada rincón, limpié mi espejo y la ventana. Guardé mis vestidos que estaban tirados sobre mi cama ya que me los había estado probando para la noche.

Ser mujer no es fácil.

Tomé un baño y lavé mi toalla para el período. Tenía la mala suerte de que me había venido hace dos días.

Me puse mi vestido violeta oscuro con algunos detalles blancos en el pecho. Mi madre entró a mi habitación y comenzó a peinarme.

─Estás muy bella─ dijo mirándome a través del espejo.

─Tu también─ le sonreí.

Ella llevaba un vestido color vino, con volados de encaje negro de hombro a hombro.

Recogió mi cabello en un extraño moño y colocó un broche plateado sobre él. Parecía una mujer, no una chica de quince años. Me sonrió y sacó un perfume de una caja para rociarlo en mi cuello. Tenía un delicioso aroma, pero admito que los de mi padre eran mejores.

─Así atraerás a cualquiera─ bromeó.

Reí. No necesito ser hermosa para atraer a alguien.

Unas horas después, la casa estaba inundada de risas. Michael y Miles jugaban a las atrapadas junto a mi hermana, quien al ser capturada gritaba que no podía atrapar justificando que le dolía la mano. Esa niña será una buena chantajista.

Por otro lado yo jugaba a las cartas con Aaron, Anubis y Cordelia. Apostábamos con chocolates ya que ninguno tenía dinero.

─Gana Aaron otra vez─ bufó Anubis al contar los puntos.

El rubio se llevó todos los bombones a su lado y se los empezó a comer uno por uno. Al ver nuestras caras de suplica, rodo los ojos y nos dio uno a cada una.

Mi madre se levantó de su silla cuando escuchó que golpeaban la puerta. Se oyó una exclamación de felicidad y luego volvió a la sala con una persona detrás de ella.

Era mi tía, la hermana de mi padre. Mi nombre, Elizabeth, era en honor a ella ya que era la mujer más importante en la vida de mi papá. Prácticamente era su madre, ya que se encargó de él cuando fallecieron sus padres.

─Liza─ exclamó papá abrazando a la mujer.

Se podía decir que era yo pero de unos cincuenta y tantos años. Su cabello castaño oscuro como el mío y sus ojos azules bajo un flequillo. Era como si yo hubiera viajado al futuro.

Lo malo de todo era que no estaba aquí solo para pasar la navidad, sino que para hablar de un tema en especial: mi futuro. El año siguiente, luego de acabar mis estudios, me iría a Inglaterra para comenzar mi carrera universitaria allí, y viviría con Elizabeth dejando aquí a mis amigos y familia.

Sabía que era una gran oportunidad, pero me causaba un extraño sabor en la boca el saber que no los vería por mucho tiempo.

SOLO AMIGOS | g.b ✔Where stories live. Discover now