cuarenta

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Como había prometido, una hora después de bajar a hablar con su padre, Harry da unos golpecitos a la puerta de mi habitación. Nada más abrir la puerta, el olor de la cena que sube desde la planta baja me hace la boca agua. Pero lo que me deja mudo no es eso, sino la versión de Harry que tengo delante.

Como es la primera vez que estamos fuera del entorno del campamento, nunca antes lo había visto con ropa que no fueran camisetas o vaqueros; nunca excesivamente preocupado por su aspecto o su pelo. Ahora va vestido con una camisa azul clarita que se ha metido por dentro del pantalón, que es de color negro. Alrededor del cuello lleva una corbata, pero por algún motivo no ha conseguido anudársela bien, así que tiene los dos extremos colgando sobre su pecho.

—¿Por qué vas tan guapo? —pregunto alzando las cejas—. Estoy bastante seguro de que es ilegal.

—Podría hacerte la misma pregunta, cielo —repone él con una sonrisa. Miro mi conjunto y doy gracias mentalmente por que Niall me haya dejado su camisa, perfectamente elegante para la ocasión—. Y si lo mío es ilegal, lo tuyo debe de ser pecado.

Se me escapa una risita tras su comentario y Harry da un paso hacia delante, acortando la distancia entre nosotros. Intento que mi expresión se vuelva seria cuando levanto la vista para mirarlo, y pongo ambas manos sobre su pecho cuando está tan pegado a mí que un paso más por su parte significaría que yo caería de espaldas.

—Te das cuenta de que no te has atado la corbata, ¿cierto? —pregunto antes de apretar los labios para esconder una sonrisa—. No es que yo precisamente sea un experto en el tema —digo señalando mi corbata no muy bien puesta—, pero estoy bastante seguro de que aquí —señalo el punto bajo su cuello donde se unen sus clavículas— va un nudo.

—Lo sé. Pero me he puesto nervioso solo de pensar que estabas dos habitaciones más allá, así que no lo he conseguido.

Niego con la cabeza y subo ambas manos al cuello de Harry. Acerco peligrosamente mis labios a los suyos, creando una electricidad entre ambos que pide a gritos que los junte. Cuando hablo, lo hago en su boca.

—¿Te pongo nervioso, Styles? —susurro, y veo cómo cierra los ojos al sentir el sonido de mi voz tan cerca.

De repente, Harry abre los ojos de golpe y tira la corbata al suelo.

—No sabes cuánto.

Y entonces me besa. Es como si acabaran de anunciar el fin del mundo y tuviéramos que aprovechar los últimos momentos de nuestras vidas antes de que nunca más volvamos a poder besarnos. Hambre y sed de los besos de Harry, eso es lo único en lo que puedo pensar.

Sin deshacer el beso, escucho el golpe de la puerta al cerrarse cuando Harry le da una patada y quedamos aislados del resto de la casa. Estamos desesperados; ninguno de los dos puede parar. Si alguien se atreviera a interrumpirnos ahora mismo, seguramente lo mataría con una sola mirada.

Tengo casi todos los sentidos puestos en este beso: mis dedos acariciando cada centímetro de piel de su cuello; mi nariz inhalando su ya tan familiar aroma para mí; mis oídos concentrados en el roce de nuestros labios pelear los unos sobre los otros; mi boca saboreando hasta el último segundo del beso. La vista es el único sentido que no tengo alerta, ya que, como Harry me dijo una vez, cerramos los ojos al besar para que estos no eclipsen el placer que debe producir un beso.

Aunque va en contra de todo lo que quiero ahora mismo, Harry separa sus labios de los míos, y yo ni siquiera me esfuerzo por ocultar el gemido de decepción que sube por mi garganta. Mantengo mis manos sobre su cuello mientras recupero la respiración, mi pecho subiendo y bajando como loco, pidiendo un aire que no me había dado cuenta me faltaba desde hacía rato.

this is our summer | larry stylinsonWhere stories live. Discover now